Soñé que la fortuna, en lo eminente
del más brillante trono, me ofrecía
el imperio del orbe, y que ceñía
con diadema inmortal mi augusta frente.
Soñé que hasta el ocaso, desde Oriente,
mi formidable nombre discurría,
y que del Septentrión al Mediodía
mi poder se adoraba humildemente.
De triunfantes despojos revestido,
De triunfantes despojos revestido,
soñé que de mi carro rubicundo
tiraba Cesar con Pompeyo uncido.
Me despertó el estruendo furibundo,
solté la risa y dije en mi sentido:
«¡Así pasan las glorias de este mundo!»