Mientras que los medios occidentales emplean la herencia judía de Volodymyr Zelensky para refutar las acusaciones de la influencia nazi en Ucrania, el presidente ha cedido a las fuerzas neonazis y ahora depende de ellas en el frente de combate.
En octubre de 2019, mientras que la guerra en el este ucraniano se hacía eterna, el presidente del país, Volodymyr Zelensky, viajó a Zolote, una población situada claramente en la "zona gris" del Dombás, donde más de 14.000 personas han muerto, la mayoría del lado ruso. Ahí, el presidente se encontró con las unidades paramilitares, veteranos de extrema derecha endurecidos por el combate, que sostenían la batalla contra los separatistas a unos cuantos kilómetros del punto de reunión.
En una confrontación cara a cara con los militantes del neonazi Batallón Azov que había lanzado una campaña de sabotaje contra la iniciativa de paz llamada "No a la capitulación", Zelensky se topó con un muro de intransigencia.
Zelensky se desesperaba ante las cámaras al apelar por el retiro en el frente, siendo rechazado con firmeza. "Soy el presidente de este país, tengo 41 años. No soy un perdedor. Vine hasta ustedes y les he dicho: retiren sus armas", le imploraba a los combatientes. Al difundirse el video del enfrentamiento tormentoso en las redes sociales en toda Ucrania, Zelensky se convirtió en el objeto de una reacción furiosa.
Andriy Biletsky, el líder del Batallón Azov, orgulloso fascista que una vez juró "liderar a las razas blancas del mundo en una cruzada final… contra los Untermenschen (sub-humanos) dirigidos por semitas", de Zelensky seguir presionando prometió llevar a Zolote miles de combatientes. Mientras tanto, un diputado del partido del ex presidente Petro Poroshenko abiertamente fantaseaba sobre un Zelensky volado en pedazos por la granada de un militante.
A pesar de que Zelensky logró acordar un desescalamiento menor, los paramilitares neonazis escalaron su campaña de "No a la capitulación". Y en unos meses, el conflicto comenzó a subir de temperatura de nuevo en Zolote, provocando un nuevo ciclo de violaciones a los Acuerdos de Minsk.
Ya en este punto, el Azov había sido formalmente incorporado al ejército ucraniano y su ala de vigilancia callejera, conocida como los Cuerpos Nacionales, fue desplegada a lo largo del país bajo la supervisión del ministro de interiores, junto a la Policía Nacional. En diciembre de 2021, se pudo ver a Zelensky entregándole la condecoración “Héroe de Ucrania” a un dirigente del fascista Sector Derecho, en una ceremonia en el parlamento del país.
Se acercaba un conflicto a gran escala con Rusia, y la distancia entre Zelensky y los paramilitares extremistas se reducía rápidamente.
Cuando el presidente ruso Vladimir Putin envió tropas al territorio ucraniano el 24 de febrero, con la misión declarada de "desmilitarizar y desnazificar" al país, los medios estadounidenses se embarcaron en una misión propia: negar el poder de los paramilitares neonazis sobre la esfera política y militar ucraniana. Tal como insistía la Radio Pública Nacional (NPR), financiada por el gobierno de Washington, "el lenguaje de Putin [sobre la desnazificación] es ofensivo y de hecho errado".
En este esfuerzo por desviar la atención sobre la influencia del nazismo contemporáneo en Ucrania, los medios estadounidenses encontraron su herramienta de relaciones públicas más eficaz en la figura de Zelensky, una ex estrella televisiva y comediante con un trasfondo judío. Este ha sido un papel que el actor devenido en político ha asumido vigorosamente.
Pero, tal como veremos, Zelensky no sólo les cedió terreno a los neonazis en el ínterin, sino que les ha conferido un papel en el frente de la guerra de su país contra las fuerzas rusas y pro-rusas.
Criado en el seno de una familia judía no religiosa en la Unión Soviética en los años 80, en el pasado, Zelensky ha matizado su herencia. "El hecho de que sea judío difícilmente es un ítem más en mi larga lista de faltas", bromeó en una entrevista realizada en 2019 en la que declinaba profundizar en los detalles de su entorno religioso.
Hoy, mientras que las tropas rusas presionan con fuerza en ciudades como Mariupol, que efectivamente estaba bajo el control del Batallón Azov, Zelensky ya no tiene vergüenza alguna de promover su ascendencia judía. "¿Cómo pudiera ser yo un nazi?", se preguntaba en voz alta en una intervención pública. Para los medios estadounidenses imbuidos en una guerra total contra Rusia, la identidad religiosa del presidente pasó a ser una herramienta esencial para las relaciones públicas.
Detrás de las matrices que blanden los medios corporativos yace la compleja y la cada vez más próxima relación que el gobierno de Zelensky ha disfrutado con las fuerzas neonazis apostadas en puestos políticos y militares claves dentro del estado ucraniano, y el poder que estos fascistas explícitos han gozado desde que Washington instaló un régimen alineado con occidente a través de un golpe de estado en 2014.
De hecho, el principal financista de Zelensky, el oligarca judío Igor Kolomoisky, ha sido también un benefactor clave del Batallón Azov y otras milicias extremistas. Con insignias de inspiración nazi, como el Wolfsangel en los uniformes de sus combatientes, que han sido fotografiados con símbolos nazis en sus cascos, el Azov "es conocido por su asociación a la ideología neonazi… y se cree que ha participado en entrenamientos y radicalización de organizaciones supremacistas blancas en los Estados Unidos", según reza en una acusación del FBI contra varios nacionalistas blancos de los Estados Unidos que viajaron a Kiev a recibir entrenamiento del Azov.
El oligarca de la energía de descendencia judía Igor Kolomoisky ha sido uno de los principales financistas del Azov desde su formación en 2014. También ha desembolsado dinero para milicias privadas como los Batallones Aidar y Dnipro, destacándolos como su escuadra de choque personal para la protección de sus intereses financieros.
En 2019, Kolomoisky apareció como el principal apoyo de la iniciativa presidencial de Zelensky. Aunque Zelensky hizo de la lucha contra la corrupción su tema insignia en la campaña, los Pandora Papers revelaron que él e integrantes de su círculo cerrado han recibido pagos voluminosos de Kolomoisky a través de una nebulosa red de cuentas offshore.
Cuando Zelensky llegó al poder en mayo de 2019, el Batallón Azov mantuvo el control de facto de la estratégica ciudad portuaria de Mariupol, en el sureste del país, además de en sus poblados aledaños. Como señaló Open Democracy, el "Azov sin dudas ha establecido el control político en las calles de Mariupol. Para mantener este control, han reaccionado violentamente, así no sea de forma oficial, contra cualquier evento público que se aleje lo suficiente de la agenda política de la organización".
Entre otros incidentes, los ataques del Batallón Azov en Mariupol han incluido asaltos contra "feministas y liberales" marchando el Día Internacional de la Mujer.
En marzo de 2019, miembros del Cuerpo Nacional del Batallón Azov atacaron la casa de Viktor Medvedchuk, la principal figura de oposición en Ucrania, acusándolo de traición por sus relaciones amistosas con Vladimir Putin, padrino de bautismo de su hija.
El gobierno de Zelensky escaló el ataque contra Medvedchuk clausurando en febrero de 2020 varios de los medios que controlaba, con la aprobación explícita del Departamento de Estado, además de encarcelándolo por traición tres meses después. Zelensky justificó sus acciones sobre la base de que necesitaba "combatir contra el peligro de la agresión rusa en la arena informativa".
La banda neonazi C14 se ofrece para ejercer la violencia por encargo: "El C14 trabaja para ti. Ayúdanos a mantenernos a flote y te ayudaremos. Para los donantes habituales, abrimos una caja de deseos". Un reportaje de Reuters de marzo 2018 manifestaba que "C14 y el gobierno de la ciudad de Kiev firmaron recientemente un acuerdo que le permite a C14 establecer una 'guardia municipal' para patrullar las calles", efectivamente dándoles la aprobación estatal para llevar a cabo pogromos.
Tal como lo reportó The Grayzone, C14 lideró un asalto para "purgar" de gitanos romaníes la estación ferroviaria de Kiev, en colaboración con la policía de la ciudad.
Esta actividad no sólo fue decidida por el gobierno de la ciudad de Kiev, sino que el propio gobierno de los Estados Unidos no encontró ningún problema con eso, recibiendo al activista de C14 Serhiy Bondar en una institución oficial del gobierno estadounidense en Kiev, donde se jactó de esos mismos pogromos. C14 continuó recibiendo financiamiento del gobierno durante todo 2018 para "educación nacional-patriótica".
Karas ha dicho que los servicios de seguridad ucranianos "le pasan" información sobre las manifestaciones pro-separatistas "no sólo a nosotros, sino también al Azov, a Sector Derecho, y así".
"En general, diputados de todas las facciones, de la Guardia Nacional, del Servicio de Seguridad de Ucrania y el Ministerio de Interiores trabajan para nosotros. Puedes darte el lujo de hacer bromas con esto", dijo Karas.
A pocos días de la reunión de Zelensky con Karas y otros líderes neonazis en noviembre de 2019, Oleksiy Honcharuk -para entonces primer ministro y segundo al mano de la oficina presidencial de Zelensky- apareció en tarima en un concierto neonazi organizado por Andriy Medvedko, figura del C14 acusado de asesinato.
La ministra de Asuntos de los Veteranos de Zelensky no sólo asistió al concierto, que tenía en su grilla varias bandas metaleras antisemitas, sino que lo promovió en Facebook.
También en 2019, Zelensky defendió de la fanaticada española al futbolista Roman Zolzulya que estaba siendo acusado de "nazi". Zolzulya ha sido retratado con fotos de Stepan Bandera, el colaboracionista nazi de la Segunda Guerra Mundial y también ha manifestado públicamente su apoyo al Batallón Azov. Zelensky respondió a la controversia proclamando que toda Ucrania apoyaba a Zolzulya, describiéndolo "no sólo como un futbolista cool sino como un patriota verdadero".
En noviembre de 2021, uno de los milicianos ultranacionalistas más notables, Dmytro Yarosh, anunció que había sido designado como asesor del comandante en jefe de las fuerzas armadas ucranianas. Yarosh es un reconocido seguidor del colaboracionista Bandera que lideró al Sector Derecho desde 2013 a 2015, jurando ponerse al frente de la "des-rusificación" de Ucrania.
Un mes después, mientras que la guerra con Rusia se acercaba, Zelensky premió al comandante del Sector Derecho Dmytro Kotsyubaylo con la condecoración "Héroes de Ucrania". Conocido como "Da Vinci", Kotsyubaylo tiene un lobo de mascota en su base en el frente, y le gusta hacer chistes a los periodistas que visitan el comando diciéndoles que sus combatientes "lo alimentan con huesos de niños rusoparlantes".
El 5 de febrero de 2022, pocos días antes de que explotara la guerra con Rusia, Yevhen Karas del C14 ofreció una prolongada y aburrida intervención pública en Kiev con la intención de resaltar la influencia que gozaba su organización y otras similares en la política ucraniana.
"Los LGBT y las embajadas extranjeras dicen que no fueron tantos los nazis que participaron en Maidán, si acaso un 10 por ciento eran verdaderamente ideológicos", señaló Karas. "Si no fuera por ese ocho por ciento [de neonazis] la efectividad [del golpe del Maidán] hubiera caído un 90 por ciento".
La "Revolución de la Dignidad" del Maidán en 2014 se hubiera reducido a un "desfile gay" de no ser por el papel instrumental de los neonazis, proclamó.
De ahí Karas se puso a señalar que occidente armó a los ultranacionalistas ucranianos "porque nos divertimos matando". También fantaseó sobre la balcanización de Rusia, declarando que sería quebrada en "cinco países diferentes".
Cuando el 24 de febrero de este año las fuerzas rusas entraron en Ucrania, rodeando al ejército en el este y avanzando hacia Kiev, el presidente Zelensky declaró movilización nacional incluyendo la liberación de delincuentes, varios entre ellos acusados de asesinato y buscados por Rusia. También dio su bendición para la distribución de armamento para ciudadanos promedio, además de entrenamiento llevado a cabo por los paramilitares con experiencia de combate, como el Batallón Azov.
Con los enfrentamientos en marcha, el Cuerpo Nacional del Azov reunió a cientos de ciudadanos comunes, incluyendo abuelas y niños, para entrenarlos en plazas y almacenes de Jarkov pasando por Kiev llegando hasta Lvov.
El 27 de febrero, la cuenta oficial de Twitter de la Guardia Nacional ucraniana posteó un video de "combatientes del Azov" engrasando sus balas con grasa de cerdo para humillar a los combatientes musulmanes ruso chechenos.
La Policía Regional de Jarkov del Batallón Azov comenzaría a usar el edificio del gobierno regional como su cuartel general. Al día siguiente, archivo audiovisual publicado por Telegram enseñaba el edificio ocupado por el Azov siendo impactado por un ataque aéreo ruso.
Además de autorizar la liberación de connotados criminales para que se unieran a la batalla contra Rusia, Zelensky ordenó que toda la población masculina con edad para combatir permaneciera en el país. Los militantes del Azov procedieron a reforzar esa política brutalizando civiles que intentaban huir de los combates en los alrededores de la ciudad de Mariupol.
Según declaraciones que un residente griego de Mariupol realizara a un noticiero en Grecia, "cuando tratas de huir corres el riesgo de cruzarte con una patrulla de fascistas ucranianos, el Batallón Azov", dijo, agregando que "ellos me matarían y son los responsables de todo". Un video filmado en uno de los puntos de control alrededor de la misma ciudad enseñaba a combatientes del Azov disparando y matando a civiles que intentaban huir.
¿Rusia es culpable?
El diario independiente de la mañana del Imperio Prisaico, esa macroempresa que en sus años de gloria fue bautizada mediante un arrebato de ingenio impagable por el gran locutor José María García como «el imperio del monopolio», ha ido publicando en estos días lluviosos de noviembre una serie de artículos que relacionan a Rusia con el proceso rupturista de los separatistas catalanes.
Ya el 6 de marzo de 2018 El País afirmaba en un titular: «RT y Sputnik fueron los mayores difusores de noticias sobre Cataluña por redes». Y entre líneas podía leerse: «De los 100 perfiles en Twitter más activos difundiendo sus publicaciones, el 84% correspondían a cuentas anónimas cuyo patrón de comportamiento no corresponden al de individuos particulares, ya que, o bien están dedicadas en un 100% a difundir piezas de RT o Sputnik, o publican toneladas de tuits 24 horas diarias y siete días a la semana o solo retuitean y no tienen actividad propia, según los investigadores».
El 14 de mayo de 2018 El País sostenía en otro titular: «La inteligencia alemana afirma que Rusia apoyó al independentismo catalán». Y se añadía en el artículo que el jefe de la inteligencia alemana veía «muy plausible» y «razonable» que el Kremlin bombardease con una campaña de desinformación antes del 1-O (aunque sobre la desinformación Prisa podría dar muchas lecciones, como mostró desde el 11 al 14 de marzo de 2004 con suma eficacia a favor del partido que por entonces lideraba un individuo nefasto que correspondía a las siglas de ZP, y de aquellos polvos estos lodos).
Asimismo también se cita a Andrew Parker, jefe del servicio interior de inteligencia británico conocido como MI5, señalando a Rusia como «Estado hostil» y elemento desestabilizador de las democracias occidentales. Parker pidió que el Brexit no destruyese la colaboración entre el Reino Unido y la Unión Europea frente a los posibles ataques de Rusia y del terrorismo islámico.
El 22 de noviembre de 2019 anunciaba el diario prisaico: «La inteligencia militar de Rusia y sus células de élite con tentáculos en el exterior». Esta inteligencia militar, conocida como «GRU», se dedica a labores como ataques cibernéticos, bombardeo de desinformación y, como buenos espías, recolección de información. También lleva a cabo operaciones más delicadas como la eliminación biológica de personas señaladas como dañinas y enemigos de la «Madre Rusia».
Según Bellingcat -una web británica dedica al periodismo de investigación que publica tanto en inglés como en ruso y, según informa El País, es «un medio que tiene 18 periodistas y que ha estudiado muy a fondo la labor del GRU»- el espía ruso Denís Serguéyev (alias Sergey Fedotov) estuvo en Barcelona al menos en dos ocasiones dentro de la unidad conocida como GRU-29155, dedicada a involucrarse en medios de informáticos en el extranjero. Cosa que, al parecer, corrobora la investigación que se está llevando a cabo a tal sujeto y a la misma unidad el juez Manuel García-Castellón en la Audiencia Nacional del Reino de España, donde se mantienen en secreto las diligencias previas (asimismo, tal unidad es investigada por otros cuatro países).
Estados Unidos investiga a otras unidades, como la 74455 y la 26165, por la supuesta «injerencia rusa» en las elecciones de 2016 y los ataques cibernéticos al Comité Nacional del Partido Demócrata. Tales unidades, como la 99450, que llevó a cabo la exitosa operación de anexión de Crimea, vendrían a ser la élite del ejército ruso y, en el caso que nos concierne, unidades militares de élite especializada en operaciones de desestabilización de los países del continente europeo (fundamentalmente los Atlantistas, porque ese es el quid de la cuestión: la trama geopolítica y geomilitar con tanta munición nuclear como elemento de disuasión).
En febrero de 2019 Bellingcat publicó varios documentos oficiales de los servicios secretos rusos que situaban a Fedotov por dos veces en Barcelona. La primera ocasión fue el 5 de noviembre de 2016, permaneciendo en la ciudad condal seis días. La segunda fue el 29 de septiembre de 2017, quedándose hasta el 9 de octubre. Asimismo, al parecer, Fedotov voló hacia el Reino Unido unos días antes del intento de asesinato por envenenamiento del ex oficial de inteligencia militar ruso y doble agente del MI6 británico Serguéi Skripal.
El presidente de la Oficina Federal para la Protección de la Constitución alemana, Hans-Georg Massen, dijo en un simposio celebrado en Berlín estar convencido de que «Rusia está tratando de utilizar operaciones secretas para influenciar en la opinión pública a través de organizaciones extremistas y radicales». Y añadía: «En el caso de los separatistas catalanes, según se ha informado, apoyando su posición a través de actividades de propaganda».
La Guardia Civil ya había establecido vínculos ante el proceso secesionista y los enviados del Kremlin a través de la figura de Víctor Torradellas, ex secretario de relaciones internacionales de CiU, también conocido como el «Rasputín» de Puigdemont. Sujeto que está siendo investigado por desvío de subvenciones de la Diputación de Barcelona y del Gobierno de la Generalidad. Torradellas le aseguró al forajido ex presidente que obtendría el apoyo de un emisario enviado por el Kremlin si apostaba por declarar la mal llamada independencia el 27 de octubre.
¿Acaso los Mas, Junqueras, Puigdemont, Torra y los CDR y los tsunamistas democráticos o «Cup-vergentes» son los tontos útiles del Kremlin? Que Rusia intente echar gasolina a todo incendio que haya en Europa no es de extrañar porque así es la geopolítica (como también es muy probable que otros servicios de inteligencia extranjero hayan actuado en Cataluña en favor del procés). Otra cosa es querer culpar a Rusia de todos nuestros males o de los horrores del secesionismo; y así de camino, como el que no quiere la cosa, disculpar la incompetencia y cuando no colaboración de nuestros políticos, cuya política en pos de la unidad y la identidad de España está resultando ser de un nivel manifiestamente mejorable. Tales lumbreras geopolíticamente hablando han hecho que nos quedemos en el limbo de la Alianza de las Civilizaciones con tanto retroantifranquismo y tanta dictadura del progretarado.
¿Rusia es culpable? Sí, Rusia es culpable. Rusia es culpable de defender los intereses de Rusia con servicios de inteligencia y músculo militar. Rusia es culpable de tener en el Kremlin a un líder patriota y al mayor genio geopolítico del presente en marcha, como ha ido mostrándose estos años desde la debacle que supuso la caída de la Unión Soviética (fundamentalmente desde la subida del susodicho al poder hace justo 20 años y su contundente acción contra el secesionismo checheno). Vladimir Putin, que guste o no es un estadista como la copa de un pino, tiene muy claro algo que no expresan de manera tan precisa o contundente la mayoría de los políticos españoles: «Los traidores deberían ser castigados» (citado por El País). Esto es una disputa geopolítica y Rusia, obviamente, mira por sus beneficios eutáxicos; y eso implica acciones como ésta que comentamos y otras de mayor calado y delicadeza contra todo aquel que ose asomar sus hocicos en su territorio o en sus intereses geoestratégicos y hostigar al oso que con un zarpado y con la amenaza de la munición nuclear bien sabe defenderse. Ya lo decía Gustavo Bueno: «El que es débil que espabile».