GUZMAN1

Mostrando entradas con la etiqueta Memoria histórica. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Memoria histórica. Mostrar todas las entradas

lunes, 20 de noviembre de 2023

"¡VICTORIA!", de Miguel Unamuno.


«Adelante! que es vuestra la victoria!»

clamaba en el combate el buen caudillo

fingiendo la confianza obligatoria

mientras su pecho el ponderoso trillo


del tedio laceraba y á la gloria

sin creer en ella les llevó; el castillo

rindióse ante su empuje, y su memoria

brilla hoy de tal hazaña con el brillo.


domingo, 20 de noviembre de 2022

"Al sable del Caudillo", de Manuel Machado.



¡Bienvenido, Capitán!
Bienvenido a tu Madrid,
con la palma de la lid
y con la espiga del pan.
Dios bendice el santo afán
que tu espada desnudó
y la victoria te dio,
poniendo en esa victoria
toda la luz de la gloria
de un mundo que se salvó.

Con esa hueste triunfal
que tras tu enseña desfila
-y que lleva en la mochila
estrellas de general-,
de la barbarie oriental
vencer supiste el espanto,
y alcanza tu gloria tanto
que con tu invencible tropa
fue España escudo de Europa
como en Granada y Lepanto.

De tu soberbia campaña,
Caudillo noble y valiente,
ha resurgido esplendente
una y grande y libre España.
Que hoy sean tu nueva hazaña
estas paces que unirán
en un mismo y puro afán
al hermano y el hermano...
Con la sombra de tu mano
es bastante, ¡Capitán!

sábado, 5 de noviembre de 2022

"​A don José Gálvez",​ de Clemente Althaus.

¿Y de la tumba en el sagrado seno

aún te persigue la venganza impía?

¡Mas el inicuo, en su odio contra el bueno,

aún no perdona a su ceniza fría!

Y los que ayer rieron con tu muerte,

que fue de un mundo universal lamento,

hoy no quisieran ni en imagen verte

de Mayo coronando el monumento.

Y es razón; que aún en mármol tu semblante,

como ya en vida tu presencia austera

cruda amenaza a la maldad triunfante

y perennal remordimiento fuera.

Y creyeran tu mármol impaciente

ver arder a su vista en ira santa,

y ellos bajaran con rubor la frente

y aterrados cayeran a tu planta.

Mas, si a tus manes el honor postrero

niega la envidia, en su rencor constante,

pronto será que el popular dinero

monumento más digno te levante.

Aunque el más digno de tus altos hechos

no son mármol ni bronce; no, tu gloria

otro tiene mayor en nuestros pechos

donde olvido no teme tu memoria.

Y en asilo tan santo y tan secreto

seguro vives, porque allí no alcanza

poder sañoso, infamador decreto,

ni torpe envidia, ni feroz venganza.


miércoles, 12 de octubre de 2022

"A CRISTÓBAL COLÓN", de Agustín de Foxá. Conde de Foxá.




-Óigame usted D. Vicente, 

 usted que es tan competente…


-Dígame usted D. Facundo


-¿Cómo es nuevo un continente 

 que es ya tan viejo en el mundo?


-Era nuevo, no lo es ya,

 como creado por Dios

 existía claro está

 antes del año mil cua

 trocientos noventa y dos.

 Pueblo inculto lo habitaba

 pero aquella pobre gente

 ni sé como respiraba

 pues el nuevo mundo estaba

 cubierto completamente.


-¿Cubierto…?


-No hay discusión !!!


-Hombre…venga una razón…


-Lo dice la historia y basta!!!

 estaba cubierto hasta

 que lo descubrió Colón

             


jueves, 18 de agosto de 2022

"FUSILAMIENTO" (NICOLÁS GUILLÉN).



Van a fusilar

a un hombre que tiene los brazos atados.

Hay cuatro soldados

para disparar.


Son cuatro soldados


callados,

que están amarrados,

lo mismo que el hombre amarrado que van

a matar.



¿Puedes escapar?

¡No puedo correr!


¡Ya van a tirar!


¡Qué vamos a hacer!


Quizá los rifles no estén cargados...


¡Seis balas tienen de fiero plomo!


¡Quizá no tiren esos soldados!


¡Eres un tonto de tomo y lomo!


Tiraron.


(¿Cómo fue que pudieron tirar?)


Mataron.


(¿Cómo fue que pudieron matar?)


Eran cuatro soldados


callados,


y les hizo una seña, bajando su sable,


un señor oficial;


eran cuatro soldados


atados,


lo mismo que el hombre que fueron


los cuatro a matar.

A principios del siglo XX se inicia la modernización de los servicios de la Policía española con motivo de la reestructuración que se realiza después del asesinato de D. José Canalejas, Presidente del Consejo de Ministros (Hoy en día denominado Presidente del Gobierno). El Real Decreto de 27 de noviembre de 1912 crea la Dirección General de Seguridad para además de entender en la organización y ejecución de policía gubernativa integrada por las Secciones de Vigilancia y Seguridad, constituir un Centro a donde afluyan todos los datos e informaciones procedentes del territorio nacional, relacionados con el mantenimiento del orden general y con la prevención y persecución de los delitos y demás servicios propios de la Policía para que “organizados, relacionados y complementados sean base de iniciativas y órdenes, que de tal Centro, partan para su cumplimiento donde correspondan unificando y sistematizando este Servicio Público en todo el Reino”. A raíz del magnicidio citado, el entonces Cuerpo de Vigilancia de Madrid reestructura sus servicios en ocho Brigadas, entre ellas: la Brigada de Anarquismo y Socialismo y la Brigada de Información encargada de captar información útil para la protección y la seguridad.

El primer servicio de inteligencia de España fue creado en 1935, una experiencia que tuvo una vida muy corta y con una actividad prácticamente nula, ya que la guerra civil paralizó su desarrollo.

Santiago Carrillo negó toda su vida que hubiera estado implicado en las matanzas de Paracuellos al comienzo de la Guerra Civil. Muchos investigadores, sin embargo, defienden que resulta imposible que no tuviera conocimiento de lo que estaba ocurriendo. En primer lugar, por su destacada posición dentro del bando republicano en aquel momento, pues el mismo día en que comenzaron no solo había ingresado en el Partido Comunista de España (PCE), sino que había sido nombrado consejero de Orden Público por la Junta de Defensa de Madrid. Y, en segundo, porque los asesinatos duraron un mes: entre el 7 de noviembre y el 4 de diciembre de 1936.

Se calcula que fueron ejecutadas alrededor de 8.000 personas sin ningún tipo de juicio con garantías.

Algunos historiadores han bajado esta cifra hasta los 5.000, aunque otros aseguran que fueron más de 12.000. Como era de esperar, nunca ha habido un acuerdo en cuanto a la magnitud de la tragedia y sí muchas preguntas en cuanto a la responsabilidad de un Carrillo que tenía en ese momento 21 años. ¿Fue el organizador? ¿Facilitó el apoyo logístico y político aunque no diera la orden? ¿Estuvo al tanto y no hizo nada por evitarlo en la confusión de los primeros días del conflicto? ¿Tuvo solo noticias cuando la matanza ya se había perpetrado?

Todo comenzó la tarde del 6 de noviembre de 1936, cuando el Gobierno republicano tomó la decisión de trasladarse a Valencia, evacuar a los presos a otras cárceles fuera de la capital y constituir la mencionada Junta de Defensa de Madrid bajo la presidencia del general José Miaja. Al día siguiente, sin más dilación, se produjeron las primeras cinco sacas: una de madrugada, procedente de la cárcel de Porlier, y dos más durante el día, la de la Cárcel Modelo y la de San Antón. Las tres terminaron en Paracuellos de Jarama, muertas y enterradas sin juicio previo, mientras que las otras dos restantes, sanas y salvas en Alcalá de Henares.

Se suponía que los asesinatos debían llevarse a cabo «cubriendo la responsabilidad», según se informó en una reunión de la CNT-FAI. En ella, un representante anarquista de la Junta de Defensa, cuya identidad nunca ha sido desvelada, anunció a miembros del Gobierno que se estaba eliminando a «fascistas y elementos peligrosos» en la localidad madrileña. Pronto comenzaron a circular noticias, que llegaron a oídos del anarquista Melchor Rodríguez García, conocido por su rechazo al uso de la violencia con fines revolucionarios.

Melchor Rodríguez unió sus fuerzas con el presidente del Tribunal Supremo, Mariano Gómez, y con diplomáticos extranjeros como el cónsul de Noruega, Félix Schlayer, que se pusieron el objetivo de acabar con aquella masacre lo antes posible. Melchor Rodríguez aprovechó sus contactos para ser nombrado director general de Prisiones y llegó a enfrentarse a los elementos más radicales de su partido para que detuviesen aquella carnicería. Consiguió una breve tregua durante el 7 y 8 de noviembre, pero fue destituido el día 12 para sorpresa de sus compañeros, que habían visto como se había ganado el apoyo de la CNT para detener las matanzas.

Nunca se supo qué había ocurrido. Rodríguez debía el cargo a su amistad con Mariano Sánchez-Roca, subsecretario de Justicia que se encontraba bajo las órdenes directas del ministro Juan García Oliver. La explicación oficial es que este último ordenó su despido al considerar que había sido nombrado a sus espaldas y sin el beneplácito de la Dirección General de Seguridad, un organismo que dependía del Consejo de Orden Público que dirigía Carrillo. Curiosamente, el mismo día en que el dirigente anarquista dejó su puesto se reanudaron los fusilamientos.

Schlayer, por su parte, aseguró que llegó a reunirse con Carrillo para informarle de lo que estaba sucediendo en Paracuellos del Jarama y que este no le hizo el más mínimo caso. Es probablemente la prueba más cercana de todas cuantas apuntan al entonces consejero de Orden Público. La reveló pocos meses después de haberse producido en sus memorias, que fueron publicadas originalmente en Alemania, en 1938, y que no fueron traducidas al español hasta 2005, bajo el título de 'Matanzas en el Madrid republicano', y reeditadas en 2008 como 'Diplomático en el Madrid rojo'.

Schlayer era encargado de negocios en la embajada noruega en Madrid y, aunque no había visto los fusilamientos, tuvo constancia de que se estaban produciendo desde el primer día. El cónsul cuenta que pidió una reunión con Carrillo para intentar detener las sacas. Antes de acudir a su despacho fue a la cárcel Modelo para confirmar que centenares de presos ya habían sido evacuados a Paracuellos. De vuelta en el Ministerio de Justicia, el joven Carrillo le aseguró que su determinación era proteger a los prisioneros e impedir cualquier asesinato durante su evacuación.

A continuación, le informó de lo que acababa de descubrir en la prisión madrileña. Schlayer describió así lo acontecido en las mencionadas memorias:

«Tuvimos una conversación muy larga en la que ciertamente recibimos toda clase de promesas de buena voluntad y de intenciones humanitarias con respecto a la protección de los presos y al cese de la actividad asesina, pero con el resultado final por todos percibido de una sensación de inseguridad y de falta de sinceridad. Le puse en conocimiento de lo que acababa de decirme el Director de la cárcel y le pedí explicaciones. Él pretendía no saber nada de todo aquello, cosa que me pareció inverosímil. Pero a pesar de todas aquellas falsas promesas, durante aquella noche y al siguiente día, continuaron los transportes de presos que sacaban de las cárceles, sin que Miaja ni Carrillo se creyeran obligados a intervenir. Entonces sí que no pudieron alegar desconocimiento ya que ambos estaban informados por nosotros».

Schlayer asegura entonces que se las arregló para seguir la ruta de los camiones. Así lo detallo con todo detalle a continuación:

«Los autobuses que llegaban a Paracuellos se estacionaban arriba en la pradera. Cada 10 hombres atados entre sí, de dos en dos, eran desnudados (es decir, les robaban sus pertenencias) y enseguida les hacían bajar a la fosa, donde caían tan pronto como recibían los disparos, después de lo cual tenían que bajar los otros 10 siguientes, mientras los milicianos echaban tierra a los anteriores. No cabe duda alguna de que, con este bestial procedimiento asesino, quedaron sepultados gran número de heridos graves que aún no estaban muertos, por más que en muchos casos les dieran el tiro de gracia.

Me dirigí entonces al único miliciano que estaba de guardia y le pregunté sin rodeos dónde habían enterrado a los hombres que fusilaron el domingo. El hombre empezó a hacerme una descripción algo complicada del camino. Le dije que sería mucho más sencillo que nos acompañara y nos enseñara el lugar. Me hizo caso, se colgó el fusil y nos condujo hasta ahí. A unos 150 metros del castillo se metió en una zanja profunda y seca que iba del castillo al río y que llaman 'Caz'. Era una antigua acequia. Ahí empezaba, en el fondo de dicha zanja, un montón de unos dos metros de alto de tierra recientemente removida. Lo señaló y dijo: 'Aquí empieza'.

Reinaba un fuerte olor a putrefacción. Por encima del suelo se veían desigualdades, como si emergieran miembros. En otro lugar asomaban botas. No se había echado sobre los cadáveres más que una fina capa de tierra. Seguimos la zanja en dirección al río. La remoción reciente de tierra y la correspondiente elevación del nivel del fondo de la cacera tenía una longitud de unos 300 metros. ¡Se trataba, pues, de la tumba de 500 a 600 hombres!».

Cuenta el historiador Javier Cervera en el prólogo de las memorias del cónsul que, durante una entrevista que mantuvieron a principio del siglo XXI, Carrillo tembién se refirió al diplomático que le acusó como «el nazi ese». Una expresión similar empleó el mismo líder del PCE en su autobiografía.

«No obstante, nadie ha aportado pruebas de que Schlayer tuviera tal condición ideológica hitleriana. Este cónsul también ha sido tachado de espía a favor de Franco, pero tampoco lo fue. El Servido de Información Militar (SIM) franquista no cuenta con ningún informe de él hasta finales de julio de 1937, después de que fuera expulsado de la España republicana y llegara a la zona nacional. Lo que ocurrió entonces fue que, como muchos de los que llegan allí procedentes del otro lado, se le interrogó», explica Cervera.

A pesar de los detalles aportados por el diplomático alemán, en 1938, acerca de su reunión con Carrillo y de su visita a Paracuellos, las autoridades franquistas no removieron el asunto en aquel momento. Dieron más publicidad a otros asesinatos de mucha menor magnitud y complejidad, como los que se habían producido en agosto, del aviador Julio Ruiz de Alda y el militar Fernando Primo de Rivera, hermano de José Antonio. Lo mismo ocurrió en noviembre con la ejecución de este último en Alicante, en el mismo mes que se producían las sacas desde las cárceles Modelo, Porlier, San Antón y Ventas con destino al Arroyo Seco de San José, a 20 kilómetros de Madrid, cuya pequeña ermita acoge siete fosas comunes en donde cayeron fusiladas unas 2.500 personas.

Es decir, que en aquel momento los muertos de la República excedían con mucho a los fusilamientos de los destacados dirigentes de Falange. Resulta curioso que la prensa franquista –encarnada por el diario 'Arriba España' y el 'Alcázar', entre otros– no le acusaran a él, sino a Segundo Serrano Poncela, delegado de Orden Público de la Junta de Defensa de Madrid que se encontraba a sus órdenes. Carrillo no fue responsabilizado por el régimen hasta su nombramiento como secretario general del PCE en 1960.

Durante décadas, los historiadores han debatido sobre si el Gobierno de la República, la Junta de Defensa de Madrid a las órdenes del general Miaja y el mismo Carrillo estuvieron implicados. Resulta extraño que la matanza estuviera envuelta en la bruma en los años posteriores. En la Causa General franquista ocupaba un lugar poco destacado y el delegado de Orden Público solo era mencionado de manera breve. Tampoco se refería a los asesores que Stalin envió a España y a los que la dictadura culpó más adelante de haber ordenado la matanza de Paracuellos, que habría sido ejecutada por extremistas de izquierdas.

Después de la guerra civil, la Ley de 23 de septiembre de 1939​ reorganiza la Dirección General de Seguridad y en su artículo 2º expresa que comprenderá los siguientes servicios centrales: “Comisaría General de Fronteras, de Información, de Orden Público y de Identificación”. La Orden de 7 de octubre de 1939 del Ministerio de la Gobernación organiza las cuatro Comisarías Generales citadas y en relación con la Comisaría General de Información indica que: “Desarrollará toda la labor informativa y de asuntos reservados con arreglo a organización especial y control de extranjeros” definiéndose así sus competencias.

La aparición en 1968, a raíz de los movimientos estudiantiles de aquel añode la Organización Contrasubversiva Nacional (OCN), activa principalmente en el ámbito universitario, sería embrión del Servicio Central de Documentación (SECED), fundado en 1972.

El Servicio Central de Documentación (SECED) fue el servicio de inteligencia español durante el final de Francisco Franco y el principio de la Transición (1972-1977), como continuador de la Organización Contrasubversiva Nacional.

El régimen plantea la posibilidad de crear un Centro de Información y Documentación (CIDOC), finalmente el subsecretario de la presidencia del gobierno, Luis Carrero Blanco, crea el 22 de enero de 1972 el Servicio Central de Documentación con total dependencia al servicio según el Decreto 511/1972. Su sede se instaló inicialmente en el número 10 de la madrileña calle de Alcalá Galiano; posteriormente el ente se mudaría al número 5 del paseo de la Castellana, el edificio de enfrente que había albergado la antigua sede de la Dirección General de Marruecos y Colonias.

El SECED estaba organizado en dos grandes estructuras: la de información y la de operaciones. Al mismo tiempo había departamentos de acción psicológica, así como de diferentes asuntos especiales. Todo estaba bajo el mando de una secretaría general, que era el Estado Mayor del servicio y el receptor de toda la información recibida.

A finales de 1973 el SECED estaba comprendido en una docena de delegaciones regionales y media docena de subdelegaciones provinciales repartidas por toda la geografía española. También contaba con varias oficinas y delegaciones en varios departamentos ministeriales.

El SECED se preocupó fundamentalmente de combatir los brotes terroristas que habían surgido.

Entre las operaciones más importantes que llevó a cabo el SECED están la Operación Promesa, que supuso el contacto con varios grupos políticos que posteriormente participarían en la Transición. Otras operaciones importantes fueron la Operación Lucero y la Operación Alborada, que ayudaron a preparar el camino a la Transición.

Probablemente la operación más importante del SECED fue la Operación Lobo con la que mediante un agente infiltrado –Mikel Lejarza– consiguieron acabar con más de la cuarta parte de ETA, así como la mayoría de la cúpula terrorista.

Sin embargo, fueron también responsables del terrorismo tardofranquista de la extrema derecha, destacando, entre otras, la Operación Reconquista que llevó a los sucesos de Montejurra, como confesó el destacado militar y alto responsable policial durante la Transición española, José Antonio Sáenz de Santa María.

En septiembre de 1971, siendo coronel, se hizo cargo de la Jefatura de Estado Mayor de la Guardia Civil con el cometido de luchar contra la emergente ETA, lucha que lo marcaría en el resto de su carrera. Manteniendo este cargo fue ascendido a general en 1975. Ya como general, Sáenz de Santa María asumió los preparativos en la ejecución de la condena a muerte, tras consejo de guerra, de una parte de los cinco condenados miembros de ETA y el FRAP, en lo que serían las últimas ejecuciones del franquismo. Las ejecuciones tuvieron lugar el 27 de septiembre de 1975.

Tras la muerte de Franco e iniciada la Transición, tuvo conocimiento del apoyo institucional a los grupos parapoliciales, como los Guerrilleros de Cristo Rey, el Batallón Vasco Español (BVE), Antiterrorismo ETA (ATE), Triple A, etc., con implicación no sólo de los servicios secretos SECED (Servicio Central de Documentación), sino de altos cargos del aparato del Estado, con encubrimiento de los evidentes fallos que se producían, que ponían en evidencia a las fuerzas de seguridad del Estado. Así, en la época del gobierno socialista, ocurrió lo mismo con el CESID y los responsables del ministerio de Interior con respecto al GAL.

Al ascender a general de división, pasó a dirigir la Policía Nacional, cuerpo que modernizó, creando compañías de reserva o móviles para evitar la relación con la población donde actuaban. También consolidó los GEO (Grupo Especial de Operaciones) creados dos años antes. Y creó asimismo un servicio de información para la Policía Nacional. Durante un tiempo, desde el 1 de febrero de 1980 hasta el 17 de octubre del mismo año, compaginó este cargo con la delegación del gobierno en el País Vasco, donde unificó la información de la Policía Nacional, Guardia Civil y del Cuerpo Superior de Policía.

Del fallido golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 se enteró a través de la radio, reaccionando rápidamente y actuando a favor de la legalidad constitucional. El general Sáenz de Santa María ordenó a la Policía Nacional que rodeara el Congreso de los Diputados para evitar que otras fuerzas de la Guardia Civil pudieran solidarizarse con las del interior. Su declaración posterior como testigo durante el juicio motivó el enfrentamiento con el teniente general Jaime Milans del Bosch, cuando hizo el símil del intento golpista con un secuestro de un avión, lo que motivó la frase «me da asco, me voy» de Milans. Tras ascender a teniente general, asumió el mando de la capitanía de la VII Región Militar con sede en Valladolid y posteriormente de la IV Región Militar con sede en Barcelona, donde la relación con la Generalidad fue fluida.

El 2 de noviembre de 1983, un año después de la llegada del PSOE al Gobierno, volvió a la Guardia Civil, esta vez como director general. En esta etapa dotó de helicópteros al cuerpo y creó el Servicio Marítimo de la Guardia Civil, con alguna oposición del ejército del Aire y, sobre todo, de la Armada. Fue en estos tiempos cuando convivió con los atentados de los GAL. Aunque manifestó, mientras estaba en el cargo, que los GAL eran un problema del gobierno francés, a la vez que afirmaba que ningún miembro de las Fuerzas de Seguridad del Estado estaba implicado en los hechos, antes de morir reconoció la implicación de los cuerpos de seguridad españoles, tanto por acción como por omisión. En toda su carrera mantuvo la necesidad de que la Guardia Civil fuese un cuerpo militar. Al pasar a la reserva, traspasó el cargo de director de la Guardia Civil, el 31 de octubre de 1986, al primer civil que estuvo al mando de la institución, Luis Roldán. Días después de su salida de la Guardia Civil, el 5 de noviembre la policía francesa se incautaba de numerosa documentación en la cooperativa Sokoa, en Hendaya.

Desde entonces hasta mayo de 1996, cuando el Partido Popular accedió al poder, fue asesor contra el terrorismo del Ministro del Interior socialista, tanto en la etapa del Secretario de Estado para la Seguridad Rafael Vera (1986-1994), como en la de la Secretaría de Estado de Interior Margarita Robles (1994-1996). En 1995, siendo todavía asesor, fue convocado por el Senado para una comparecencia sobre la lucha antiterrorista en los años en que estuvo al frente de la Guardia Civil, en la última legislatura del Presidente del Gobierno Felipe González, cuando el Partido Popular acosaba al gobierno a cuenta de la guerra sucia llevada a cabo por los GAL. Ante la solicitud de que fuera a puerta cerrada, como lo fue para otros comparecientes, y para que declarase no sólo sobre la época de actuación de los GAL, sino también de la anterior, fue suspendida y nunca se realizó. El 7 de mayo de 1996, el magistrado de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón, que instruía el sumario Oñederra (relativo a los primeros asesinatos de los GAL entre 1983 y 1984), lo inculpó junto a los generales Enrique Rodríguez Galindo y Cassinello. Recurrió la imputación y el 20 de mayo prestó declaración ante el magistrado, que lo dejó en libertad sin fianza.

En la transición a la democracia el Real Decreto 2614/1976 de 30 de octubre, por el que se introducen modificaciones en la estructura orgánica del Ministerio de la Gobernación en su artículo 10, apartado 4.3, de nuevo recoge la denominación de Comisaría General de Información y determina las funciones de: “Gestión y organización de cuanto concierne a la captación y recepción de los datos, noticias, informes y antecedentes con interés para los fines y cometidos de la Dirección General de Seguridad, así como de valorar, interpretar y utilizarla información recibida”. En el Real Decreto 1375/19787​ por el que se reestructura la Dirección General de Seguridad volvemos a ver en el punto 4.1.1 a la Comisaría General de Información asignándole las funciones de "Organización y gestión de cuanto concierne a la captación, recepción, desarrollo y operatividad de la información con interés policial".

En junio de 1977, durante la Transición, se celebraron elecciones democráticas. En julio de 1977, siendo presidente Adolfo Suárez y con el apoyo del vicepresidente para Asuntos de Defensa, Manuel Gutiérrez Mellado, se disolvieron los anteriores órganos, y se creó el Centro Superior de Información de la Defensa (CESID) mediante la fusión con la Tercera Sección de Información del Alto Estado Mayor.

El Centro Superior de Información de la Defensa (CESID) fue una agencia de inteligencia española que estuvo en funcionamiento desde 1977 hasta 2002, cuando fue reemplazada por el actual Centro Nacional de Inteligencia.

Fue la principal agencia de inteligencia de España, creada el 14 de julio de 1977 por el entonces ministro de Defensa, Manuel Gutiérrez Mellado, para sustituir a los organismos de inteligencia de la dictadura de Francisco Franco. Estos incluían al Tercera Sección de Información del Alto Estado Mayor (SIAEM) y el Servicio Central de Documentación (SECED) dependiente de la Presidencia del Gobierno.1​

El 2 de noviembre de 1977 también se integró el Servicio de Información de la Presidencia del Gobierno (SIPG).

En los primeros años, su misión estaba destinada en lo fundamental a atender a la Junta de Jefes de Estado Mayor (JUJEM) y dependía jerárquica y administrativamente del Ministerio de Defensa. Por real decreto de enero de 1984, el CESID fue definido jurídicamente como la agencia de inteligencia que informaba a la Presidencia del Gobierno y al ministro de Defensa. No obstante, mantenía un carácter fundamentalmente militar. Empleó entre 2000 y 3000 personas, la mayoría militares y miembros de la Guardia Civil. Alrededor del 30 por ciento de los miembros del personal eran civiles.

Su gestión estaba al mando de un director, elegido por el gobierno a través de acuerdo del Consejo de Ministros y que en un principio tuvo el rango de director general, para pasar después al de secretario de Estado. Su primer director fue el general José Bourgón López-Dóriga.

Las unidades operativas principales fueron las de inteligencia interior, inteligencia en el exterior; contraespionaje, economía y tecnología y el apoyo operativo. En cualquier caso se distinguen dos etapas: la que va desde su creación hasta la reforma de septiembre de 1982 impulsada por el entonces ministro de Defensa, Alberto Oliart, y a partir de aquí hasta su extinción en 2002. En la primera, sus actividades se centraron en la inteligencia interior, singularmente en el seno del Ejército para evitar acciones militares que pusieran en peligro el proceso de transición democrática. A partir de 1982, se desarrolla el área contra el terrorismo, tarea definida como «obtener, evaluar y difundir la información relativa a los procesos internos que, mediante procedimientos anticonstitucionales, atenten contra la unidad de la patria y la estabilidad de sus instituciones fundamentales», el área exterior para prevenir y evitar el «peligro, amenaza o agresión exterior contra la independencia o integridad territorial de España y para asegurar sus intereses nacionales» y los servicios de contrainteligencia.

Aunque el CESID fue la mayor agencia de inteligencia en España, existían además los servicios de inteligencia de los tres ejércitos: Armada, Ejército del Aire y Ejército de Tierra, además del Servicio de Información de la Guardia Civil. Por otra parte, el Cuerpo Nacional de Policía mantenía una Comisaría General de Información, con una misión antiterrorista que incluyó una Brigada de Inteligencia en el exterior para investigar el terrorismo internacional dirigido contra España. La estructura creaba en ocasiones situaciones de concurrencia de servicios. Finalmente, la ley 11/2002 creó el Centro Nacional de Inteligencia, que sucedió al CESID.

Tras la unificación del Cuerpo Superior de Policía con la Policía Nacional mediante la Ley Orgánica 2/1986, de 13 de marzo, de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, hereda las competencias de la antigua Comisaría General de Información. Los Acuerdos del Consejo de Ministros de 28 de noviembre de 1986 y 16 de febrero de 1996 otorgan el carácter de Secreto a la estructura, organización, medios y procedimientos operativos específicos de los Servicios de información, así como sus fuentes y cuantas informaciones o datos puedan revelarlas.


martes, 12 de octubre de 2021

"El predestinado", de Salvador Díaz Mirón.



Bajo el ronco motín que grita muerte,
el sagrado bajel cruje de suerte
que semeja reír - El genio es fuerte;

Y aún ante indicio, de locura o dolo,
no culpa de falaz a Marco Polo,
y se obstina en creer, inmenso y solo.

Su fe suele medrar cuando vacila...
¡Así la llama del hachón oscila
al viento, y es mayor por intranquila!

En el ignoto piélago la nave
sigue al azar el ímpetu de un ave.
¿A dónde va? ¡Ni el Genovés lo sabe!

A la esperanza el mísero se aferra,
como a la tabla el náufrago que yerra
en la furia del mar. La noche cierra.

Bien luego magnífica su corona...
Y es que Dios con su soplo hincha la lona,
¡desde los astros de la nueva zona!

Voz que nace al timón sube a la caña...
¡El Ponto bulle con cadencia extraña
y parece que dice: ¡Viva España!

Colón, en pie sobre la proa mira...
¡Y en el cordaje un hálito respira
Y canta, como un estro en una lira!

Franja de luna por el agua riela...
¡Y al grande hombre simula rica estela,
rastro de victoriosa carabela!



EL Día de la Raza es el 12 de octubre, que conmemora el descubrimiento de América por el navegante Cristóbal Colón en 1492. Este día se celebra en la mayor parte de Hispanoamérica, España y los Estados Unidos desde los inicios del siglo XX, inicialmente de forma espontánea y no oficial, para conmemorar la nueva identidad cultural, producto del encuentro y fusión entre los pueblos indígenas de América y los conquistadores españoles, además de la valorización del patrimonio cultural hispanoamericano.

La denominación fue creada por el exministro español Faustino Rodríguez-San Pedro, como presidente de la Unión Ibero-Americana, que fomentó desde 1913 la conmemoración del vínculo existente entre la Nación descubridora y civilizadora y las repúblicas formadas en el suelo americano.

En 1917, Hipólito Yrigoyen, presidente de la República Argentina, declaró ese día fiesta nacional, decisión seguida por ley de Alfonso XIII del 15 de junio de 1918.

El nombre Día de la Hispanidad fue propuesto a fines de los años 20 por el sacerdote español Zacarías de Vizcarra, residente en Buenos Aires) al periodista Ramiro de Maeztu (por entonces, embajador de España en Buenos Aires), ya que consideraba «poco feliz y algo impropia» la denominación Día de la Raza.

Actualmente diversos colectivos predican que el 12 de OCTUBRE no hay NADA QUE CELEBRAR, considerando que fue el inicio de un proceso de ocupación que tuvo como resultado el exterminio de millones de personas y la esclavitud y desplazamiento forzado de otras cientos de miles, pertenecientes a pueblos originarios de América, África y Asia.

Mientras cada 12 de octubre vemos aviones de combate en el cielo, desfiles militares en las avenidas, banderas en los balcones, gritos en las calles, programas en la televisión celebrando el Día de la Hispanidad, otros quieren seguir insistiendo 5 siglos después en que el Descubrimiento dió inicio al saqueo de las empresas extractivas y de los Estados derivados de la colonización.

Por todo esto, exigen derogar la Ley que establece el 12 de Octubre como Fiesta Nacional; retirar las estatuas de Colón y de todos los enaltecimientos de la colonización; derogación de la Ley de extranjería y cierre definitivo de todos los Centros de Internamiento de Extranjeros; revisión de los textos escolares de historia donde el genocidio y la dominación de los pueblos originarios de América Latina, Asia, Oriente Medio y África es narrado como una hazaña heroica.

Para estos patanes, los europeos instauraron entre los indígenas un sistema patriarcal capitalista eurocéntrico y extractivo que destruye los recursos naturales y la vida. La defensa del modo de vida tradicional de los indígenas la lideran los brasileños, que hacen suya la reivindicación de la Amazonia, y cómo no, los panfletarios argentinos y chilenos que culpan a los conquistadores españoles del genocidio mapuche (a los que los españoles no habían podido conquistar y con los que habían firmado Tratados), perpetrado desde fines del siglo xix por Chile y Argentina a través de las campañas militares conocidas, respectivamente, como Ocupación de la Araucanía y Conquista del Desierto. Esto significó la muerte de miles de personas y la pérdida de territorio, pues fueron desplazados hacia reservas, y fueron subastadas sus tierras..

En los siglos XX y XXI los mapuches han vivido un proceso de aculturación y discriminación social en sus relaciones con el resto de la sociedad de Chile y Argentina, lo que se manifiesta en menores índices de educación, ingresos y mayor desempleo. Tanto en Argentina como en Chile, algunas iniciativas de recuperación de sus tierras históricas se han encontrado con la negativa de empresas multinacionales. ¿Es el latinoamericano o el español el culpable?

El periódico Reforma de México publicó el 20 de octubre de 2020 un Editorial firmado por el Senador de la República de México, Germán Martínez Cazares, que constituye una fundada respuesta a las reiteradas exigencias de su presidente López Obrador para que España y el Papa pidan perdón a México. Dicho artículo se cita a continuación:

¿Nos debe pedir perdón España?

Que nos pidan perdón los frailes españoles franciscanos, fundadores del Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco, donde Bernardino de Sahagún enseñó en náhuatl y escribió la «Historia general de las cosas de la Nueva España», para gloria del México antiguo.

Que nos pida perdón Alonso de la Vera Cruz, por haber fundado la primera universidad, y trasladado la primera biblioteca a América.

Que nos pida perdón Vasco de Quiroga, por defender a los indígenas de Michoacán, edificar hospitales para curar su dolor y fundar el Colegio de San Nicolás, cuna de la Independencia.

Que nos pida perdón Hernán Cortés, por aliarse con Xicohténcatl Axayacatzin, jefe tlaxcalteca, y tomar Tenochtitlán.

Que nos pidan perdón el Arzobispo Alonso de Montúfar y el Virrey Luis de Velasco, por combatir la esclavitud de los indígenas.

Que nos pida perdón el andaluz Gonzalo Guerrero, el Renegado, por enamorarse de la india Za’asil, y morir en la defensa de la cultura maya, a manos de los soldados de Pedro de Alvarado.

Que nos pida perdón Antón de Montesinos, por convertir a Bartolomé de las Casas en defensor de los indios de Chiapas.

Que nos pida perdón Andrés de Urdaneta, por unir en barco el trayecto Acapulco-Manila-Acapulco, que durante más de dos siglos usó la «Nao de China» para comerciar con Oriente.

Que nos pida perdón Antonio de Mendoza, por someter a juicio a Nuño de Guzmán por corrupción y maltrato a los pueblos originarios.

Que nos pidan perdón los primeros jesuitas, que desde el siglo XVI al mando de Pedro Sánchez -antes de la Universidad de Harvard- fundaron colegios en Ciudad de México, Pátzcuaro, Oaxaca, Puebla, Morelia, Zacatecas y Guadalajara.

Que nos pida perdón el monje Antonio de San Miguel, por inculcar la rebeldía al cura José María Morelos.

Que nos pida perdón Francisco Xavier Palavicino Villarasa, perseguido por la Inquisición, por el «delito» de elogiar y defender la obra de Sor Juana Inés de la Cruz.

Que nos pidan perdón, también, los novohispanos José Mariano Beristáin, Juan José de Eguiara y Eguren, y Francisco Xavier Clavijero, por construir con sus obras el México criollo, y desmontar los prejuicios contra el Nuevo Mundo.

Que nos pida perdón Junípero Serra por haber recorrido la Sierra Gorda queretana y todo el desierto mexicano, para dejar en San Francisco, California, un testimonio de la grandeza mexicana.

Que nos pida perdón Francisco Xavier Mina, por entregar su vida a la edad de 28 años, en la guerra de Independencia.

Que nos pida perdón José Gaos, transterrado, por traer a México a Ortega y Gasset y a Xavier Zubiri.

Que nos pida perdón Manuel Azaña, refugiado y muerto en territorio diplomático mexicano.

Que nos pida perdón Alfonso Reyes por haber utilizado la lengua de Cervantes como nadie en el siglo XX, y por transformar una casa de España en El Colegio de México.

Que nos pida perdón José Vasconcelos, por creer en el espíritu mestizo de la raza cósmica.

Que nos pida perdón Lázaro Cárdenas, por tejer un lazo inmortal con España, al cobijar a los niños de Morelia.

Que nos pida perdón León Felipe, por su poema «Vencidos».

Que nos pida perdón Tomás Pérez Vejo, por conocer como pocos la relación México-España.

Que nos pidan perdón Octavio Paz, Carlos Fuentes, Sergio Pitol, José Emilio Pacheco, Elena Poniatowska y Fernando del Paso, por recibir el Premio Cervantes de manos de una monarquía española.

Que nos pida perdón Agustín Lara, por delatar con un chotis que en México se piensa mucho en Madrid.

Que nos pida perdón Don Quijote de la Mancha, por haber cabalgado de aquel lado del océano Atlántico, y afirmar que por el honor y la libertad se puede y debe aventurar la vida… Los españoles que aventuraron su vida por México deben pedir perdón; y los mexicanos que amamos a España no tenemos perdón de Dios."

El pasado mes de agosto, el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, pidió perdón por la "catástrofe" provocada por la conquista española al conmemorar los 500 años de la conquista de México por las tropas de Hernán Cortés.

"Recordamos la caída de la gran Tecnochtitlan y ofrecemos perdón a las víctimas de la catástrofe originada por la ocupación militar española de Mesoamérica y del resto del territorio de la actual República mexicana", manifestó el presidente en el acto oficial.

El presidente mexicano opinó que no "es fácil el análisis objetivo" de la "ocupación militar" y la "colonización española" porque hay pocas fuentes "primarias" de los pueblos originarios sobre la efeméride. Afirmó que predominan las fuentes que "tienden a justificar" la invasión en nombre de la "libertad, la fe, la superioridad racial y la civilización". Por ello, consideró "ofensivo" volver a la idea de que los mesoamericanos, y sobre todo los mexicas, eran "bárbaros" porque entre otras cosas "comían carne humana".

"Es sabido que varios pueblos originarios como los totonacas, los tlaxcaltecas, los otomíes, los de texcocos y otros, y no 110 naciones, ayudaron a Cortés a tomar Tenochtitlan, pero estos gestos no deben servir para justificar las matanzas llevadas a cabo por los conquistadores ni resta importancia a la riqueza cultural de los vencidos", subrayó.

Los opositores de los mexicas se sumaron a Cortés para sentirse "libres", pero no para ser explotados, dijo, aunque destacó que Hernán Cortés tampoco debe verse "como un demonio" ya que era "simplemente un hombre de poder, un militar, con valor y aplomo, un militar desalmado, y un político audaz y ambicioso de fortuna" que supo aprovechar las debilidades y enfrentamientos de los mexicas para imponerse.

Por ello, López Obrador, dijo que la "pregunta obligada" es si las "matanzas" perpetradas contra indígenas hace cinco siglos "trajeron civilización" a la tierra rebautizada como Nueva España y habló de que durante la colonia española hubo aspectos positivos, como la construcción de palacios y bellos templos, que hubo un auge económico en la minería y trajo la universidad y la imprenta.

"Pero todo ello y más no es suficiente y menos si se tiene en consideración que no fue en beneficio de todos", apuntó, porque argumentó que los indígenas solo pudieron "sobrevivir en la pobreza" o trabajar en minas y haciendas "como esclavos".

También citó a historiadores que señalan que la población en la región se redujo en 93 % medio siglo después de la llegada de los españoles por las enfermedades que trajeron. Teniendo en cuenta el atraso de la medicina en aquellos tiempos, más que de culpa, habría que hablar de desgracia, pues la intención de los españoles no fue el exterminio, sino la explotación de los recursos de las tierras conquistadas, con el consiguiente desarrollo de aquella sociedad.

Una vez conseguido ese objetivo, los virreinatos de Nueva España y el Perú eran más ricos en oro y plata que la propia Corona española, y desde toda Europa los emigrantes viajaban al nuevo Mundo con la esperanza de una vida mejor, Y lo siguieron haciendo después de la independencia, tras la que se produjeron muchos errores e injerencias de las que no se nos puede culpar.

Y menos si tenemos en cuenta de que los actuales mejicanos proceden de la mezcla de sangres española e índígena, como demuestran sus apellidos.


sábado, 24 de julio de 2021

"Odio", de Alfonsina Storni.



Oh, primavera de las amapolas,
Tú que floreces para bien mi casa,
Luego que enjoyes las corolas,
Pasa.

Beso, la forma más voraz del fuego,
Clava sin miedo tu endiablada espuela,
Quema mi alma, pero luego,
Vuela.

Risa de oro que movible y loca
Sueltas el alma, de las sombras, presa,
En cuanto asomes a la boca,
Cesa.

Lástima blanda del error amante
Que a cada paso el corazón diluye,
Vuelca tus mieles y al instante,
Huye.

Odio tremendo, como nada fosco,
Odio que truecas en puñal la seda,
Odio que apenas te conozco,
Queda.



La aplicación práctica de la Ley de Memoria Histórica (y ahora, la de Memoria Democrática) apunta en un solo sentido, el ensalzamiento de unas víctimas en demérito de otras, tolerada por unos funcionarios que nunca han reconocido la discriminación aún teniéndola delante. Para poner un ejemplo del ambivalente trato dado a víctimas y verdugos republicanos está el artículo 2 de la LMH: "Como expresión del derecho de todos los ciudadanos a la reparación moral y a la recuperación de su memoria personal y familiar, se reconoce y declara el carácter radicalmente injusto de todas las condenas, sanciones y cualesquiera formas de violencia personal producidas por razones políticas, ideológicas o de creencia religiosa, durante la Guerra Civil, así como las sufridas por las mismas causas durante la Dictadura".

"Las razones a que se refiere el apartado anterior incluyen la pertenencia, colaboración o relación con partidos políticos, sindicatos, organizaciones religiosas o militares, minorías étnicas, sociedades secretas, logias masónicas y grupos de resistencia, así como el ejercicio de conductas vinculadas con opciones culturales, lingüísticas o de orientación sexual". No es una relación exhaustiva, sino una lista de situaciones a modo de recordatorio, tras lo cual "se reconoce y declara la injusticia que supuso el exilio de muchos españoles durante la Guerra Civil y la Dictadura".


En plano de igualdad, se condenan las persecuciones y los procesos judiciales del gobierno de Franco, pero también las del bando republicano, ya que la Ley habla de "todas", refiriéndose a las políticas, ideológicas o de creencia religiosa. Muchos de los crímenes de la Segunda República ya fueron juzgados durante la Guerra Civil y la posguerra, unos acabaron en condenas (generalmente de muerte), y otras fueron "conmutadas" o amnistiadas años después de la guerra.

Se omite en especial la persecución religiosa mediante la violación o asesinato de monjas y sacerdotes, llevada a cabo sistemáticamente por milicianos y sindicalistas. Eso tampoco parece recordarlo el cardenal Osoro, que pactó con Sánchez la expulsión de los benedictinos, a cambio de no desacralizar la Basílica.

En el olvido queda el caso del juicio de Companys anterior a la Guerra Civil por la proclamación del 6 de octubre de 1934, por la que fue detenido junto con el gobierno catalán en pleno y encarcelado en el buque Uruguay, fondeado en el puerto de Barcelona, que fue requisado para ser utilizado como prisión. Companys y sus consejeros permanecieron recluidos en el Uruguay hasta el 7 de enero de 1935, cuando fueron trasladados a la cárcel Modelo de Madrid para ser juzgados por el Tribunal de Garantías Constitucionales.

Las consecuencias para la autonomía catalana fueron desastrosas. El 7 de octubre, con el país aún bajo el estado de guerra, el general Batet designó al coronel de Intendencia Francisco Jiménez Arenas presidente accidental de la Generalidad.​ El 2 de enero, las Cortes aprobaban una ley por la que se suspendía el estatuto de autonomía, nombrándose a un gobernador general de Cataluña que asumía las funciones del presidente de la Generalidad y de su consejo ejecutivo.​ En noviembre, Amadeu Hurtado, presidente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de Cataluña había tratado de buscar una solución que salvase el autogobierno catalán del procesamiento de sus dirigentes, proponiendo que la presidencia de la Generalidad, en ausencia de su presidente, y del presidente del parlamento, fuese ocupada por el vicepresidente, Antonio Martínez Domingo, de la Lliga. Sin embargo, Companys desautorizó cualquier posible arreglo, impidiendo cualquier colaboración por parte de Esquerra Republicana.

Companys y sus consejeros fueron juzgados por rebelión por el Tribunal de Garantías Constitucionales de la II República. El 6 de junio de 1935 por diez votos a favor y ocho en contra, Companys y los miembros de su gobierno fueron condenados a treinta años de reclusión mayor e inhabilitación absoluta. Posteriormente Companys y los consejeros Comorera y Lluhí fueron trasladado al penal de El Puerto de Santa María (Cádiz), en tanto que el resto de consejeros eran internados en la cárcel de Cartagena.


El general Domingo Batet redujo la sublevación en 1934 del Estado Catalán por Luis Companys con un mínimo derramamiento de sangre. Su nieta, Meritxell Batet, es presidente del Congreso de los Diputados, siendo así la segunda autoridad del Estado por detrás del Rey Felipe VI.

Al ser proclamada en 1931 la II República, se encontraba destinado en Mallorca y sustituyó al destituido general López Ochoa como Capitán General de Cataluña. Domingo Batet se distinguió por el acatamiento a la autoridad civil, por el respeto al régimen autonómico catalán y por la prudencia con que actuó en las tensiones entre algunos sectores militares y la nueva administración de la Generalitat catalana. Su papel fue fundamental durante los sucesos del 6 de octubre de 1934, cuando el presidente autonómico, Lluis Company, declaró el Estado Catalán. Batet se puso en contacto con el entonces presidente del gobierno republicano español, Alejandro Lerroux, que le exigió que declarase el Estado de Guerra en Cataluña.

Tras diferentes disturbios con el resultado de tres muertos, el ejército comandado por el general Batet tomó la Plaza de Santiago. El comandante mantuvo un encuentro con Enrique Pérez Farras, el Jefe de los Mossos de Escuadra, para que abandonen las armas. Estos no cedieron y empezaron a disparar sobre el ejército español produciendo varias muertes y heridos. Fue entonces cuando Batet ordenó que los cañones del ejército dispararon contra el Palau de la Generalitat. Tras cinco intensas horas de asedio, los insurrectos mandados por el coronel Frederic Escofet se rindieron y fueron detenidos.

Fue en marzo de 1935 cuando Batet fue nombrado Jefe de la Casa Militar del presidente de la República Niceto Alcalá-Zamora. En junio de 1936 ya fue designado Jefe de la Sexta División Militar, con sede en Burgos. Durante los intentos de levantamiento de algunos sectores militares, él tomó una postura de fidelidad a la República.

En la madrugada del 13 de julio de 1936, el jefe de la oposición al Frente Popular Calvo Sotelo fue detenido irregularmente en su casa por La Motorizada, una especie de milicia de los socialistas madrileños y durante el traslado fue asesinado mediante un tiro a la cabeza por el pistolero socialista Luis Cuenca, guardaespaldas del entonces líder del partido socialista Indalecio Prieto. El suceso tuvo un hondo impacto entre la clase media española de la época y polarizó aún más el ya tenso ambiente político que reinaba entonces. Este suceso fue el que provocó que el general Francisco Franco decidiese unirse al alzamiento que desde hacía tiempo se preparaba contra la República.

Aún así, el 16 de julio de 1936 Batet se entrevistó en el monasterio de Irache, en Navarra, con su subordinado el general Emilio Mola, comandante militar de Pamplona. Su intención era frenar los intentos de sublevación y calmar los ánimos de los más exaltados. Aunque Mola le prometió que no se sumaría a ninguna conspiración, dos días más tarde se producía el levantamiento y Burgos pronto se convertiría en una plaza de los sublevados.

El coronel Marcelino Gavilán arrestó a Batet acusado de mantenerse fiel a la legalidad vigente. Su amigo, el General Mola, exigió un trato de respeto para Batet y que se le reconociera sus dignidades militares.

El 1 de septiembre de 1936 fue acusado formalmente de Rebelión Militar. Durante los meses del proceso Francisco Franco tomó la decisión de retirarle la pensión que iba unida a la tenencia de la Laureada de San Fernando, que había conseguido tras frenar la sublevación independentista del Estado Catalán.

El 8 de enero de 1937 fue definitivamente condenado a la pena de muerte, en un Consejo de Guerra que se le abrió por "Auxilio a la Rebelión". A pesar de que incluso Queipo de Llano llegó a pedir un indulto para él, Franco no detuvo su fusilamiento. Las últimas palabras de Domingo Batet fueron las siguientes: “Soldados, cumplid un deber sin que ello origine vuestro remordimiento en el mañana. Como acto de disciplina debéis disparar obedeciendo la voz de mando. Hacedlo al corazón; os lo pide vuestro general, que no necesita perdonaros, porque no comete falta alguna el que obra cumpliendo órdenes de sus superiores”.

También hay que recordar la insurrección obrera ocurrida en Asturias en el mes de octubre de 1934 que formaba parte de la huelga general revolucionaria organizada por los socialistas en toda España conocida con el nombre de Revolución de octubre de 1934 y que solo arraigó completamente en Asturias, debido fundamentalmente a que allí la anarquista CNT sí se integró en la Alianza Obrera propuesta por los socialistas de la UGT y el PSOE, a diferencia de lo sucedido en el resto de España. El día 5 de octubre, la UGT declaró la huelga general y Lerroux reaccionó proclamando el estado de guerra.

Así pues, el día 5 comenzó el movimiento huelguístico e insurreccional decretado por el Comité Revolucionario socialista presidido por Francisco Largo Caballero, aunque en la mayor parte del país fracasó.

Un elemento clave en la preparación de la insurrección eran las armas y parte de ellas los obreros las consiguieron robándolas pacientemente una a una de las fábricas de armas de Oviedo y de Trubia. Otras las compraron a contrabandistas o las trajeron desde Éibar a través de una red creada por las Juventudes Socialistas y el sindicato del Transporte de la UGT de Oviedo. La dinamita la obtuvieron de las minas.

Otro elemento clave en la insurrección fue la organización de las fuerzas paramilitares que encabezaran el movimiento. Así miembros de las Juventudes Socialistas y de las Juventudes Libertarias fueron entrenados por exsargentos con la cobertura de grupos de excursionismo, clubes culturales, meriendas campestres o incluso romerías, por lo que en octubre de 1934 los socialistas contaban con unos 2500 combatientes, los cenetistas con cerca de un millar y los comunistas con unos cientos, lo que supone que los revolucionarios asturianos contaban con una fuerza organizada de más de 3000 hombres cuando iniciaron la insurrección.

Ante la petición de Gil-Robles comunicando a Lerroux que no se fía del jefe de Estado Mayor, general Masquelet, los generales Goded y Franco (que tenían experiencia al haber participado en la represión de la huelga general de 1917 en Asturias) son llamados para que dirijan la represión de la rebelión desde el Estado Mayor en Madrid. Estos recomiendan que se traigan tropas de la Legión y de Regulares desde Marruecos. Y la rebelión fracasó.

Debe de decirse que la Ley de Memoria Histórica y ahora el anteproyecto de Memoria Democrática recoge y hace suya la condena del franquismo contenida en el Informe de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa firmado en París el 17 de marzo de 2006 en el que se consideró que hubo graves violaciones de Derechos Humanos cometidas en España entre los años 1939 y 1975. ¿Y antes no, en los años del pistolerismo entre patronal y sindicatos?


Siguiendo sus conclusiones, se declara "la ilegitimidad de los tribunales, jurados y cualesquiera otros órganos penales o administrativos que, durante la Guerra Civil, se hubieran constituido para imponer, por motivos políticos, ideológicos o de creencia religiosa, condenas o sanciones de carácter personal, así como la de sus resoluciones."

"Por ser contrarios a Derecho y vulnerar las más elementales exigencias del derecho a un juicio justo, se declara en todo caso la ilegitimidad del Tribunal de Represión de la Masonería y el Comunismo, el Tribunal de Orden Público, así como los Tribunales de Responsabilidades Políticas y Consejos de Guerra constituidos por motivos políticos, ideológicos o de creencia religiosa de acuerdo con lo dispuesto en el artículo 2 de la presente Ley".


Coherente con las anterior declaraciones, lo que se declara ilegítimo fueron los Tribunales Especiales y sus sentencias. No obstante, a renglón seguido reitera la Ley, que "se declaran ilegítimas, por vicios de forma y fondo, las condenas y sanciones dictadas por motivos políticos, ideológicos o de creencia por cualesquiera tribunales u órganos penales o administrativos durante la Dictadura contra quienes defendieron la legalidad institucional anterior, pretendieron el restablecimiento de un régimen democrático en España o intentaron vivir conforme a opciones amparadas por derechos y libertades hoy reconocidos por la Constitución.

Sólo que ninguno de los dos bandos luchó por la democracia.



En pocas palabras, aquí lo que se declara es la consideración póstuma de la Segunda República como régimen legítimo, pese a que las democracias occidentales permanecieron neutrales ante el conflicto, y años después otorgaron al franquismo reconocimiento internacional.

Esta es una de las características de estas Leyes de Memoria Histórica, o Democrática, que en su aspecto jurídico son una verdadera basura, una serie de decretos administrativos que no aclaran cuestiones básicas de competencias, procedimientos a seguir, ni reglamentos de aplicación. Por eso la Ley también ordena al Gobierno dictar Real Decreto que determine las condiciones y el procedimiento para la concesión de indemnización, que es una decisión "graciable", no un derecho reglado. O sea, que el Ministerio puede concederlo o denegarlo sin más explicaciones. Así funciona el organicismo burocrático que sostiene tanto la izquierda como la derecha aunque teóricamente esta forma de funcionar terminase con la dictadura.


Siguiendo con la Ley de Memoria Histórica, su artículo
19 se hace una declaración de reconocimiento a las asociaciones de víctimas "de la violencia política a la que se refiere esta Ley". Nuevamente se refiere solamente a la represión franquista y no a la perpetrada por las izquierdas, aunque lo haga de forma disimulada.

Al amparo del artículo 20, se constituye el Centro Documental de la Memoria Histórica, con sede en la ciudad de Salamanca. En realidad, la documentación que allí ha habido desde 1.936 se hallaba allí almacenada y cerrada al público, motivando la promulgación del Real Decreto 426/1999, para darle alguna finalidad al archivo que allí envejecía.


Aunque se remite al "procedimiento que reglamentariamente se determine" (y no se ha elaborado ninguno), "se integrarán en este Archivo todos los documentos originales o copias fidedignas de los mismos referidos a la Guerra Civil de 1936-1939 y la represión política subsiguiente sitos en museos, bibliotecas o archivos de titularidad estatal, en los cuales, quedará una copia digitalizada de los mencionados documentos. Asimismo, la Administración General del Estado procederá a la recopilación de los testimonios orales relevantes vinculados al indicado período histórico para su remisión e integración en el Archivo General."


La LMH, en su Disposición adicional segunda preceptúa que: "Las previsiones contenidas en la presente Ley son compatibles con el ejercicio de las acciones y el acceso a los procedimientos judiciales ordinarios y extraordinarios establecidos en las leyes o en los tratados y convenios internacionales suscritos por España."


Procedimientos penales, por ejemplo, como el que inició el prevaricador Garzón, inhabilitado pero no encarcelado por sus iguales, para acaparar atención con su parodia de la "Causa General", que fue el nombre que los franquistas dieron a los juicios de los represaliados.


Aunque la Constitución ya dejó sin efecto muchas leyes de la época franquista, otras se han mantenido vigentes, como la Ley Hipotecaria. Pero la Ley de la Memoria Histórica superpone una Disposición Derogatoria presuntamente "En congruencia con lo establecido en el punto 3 de la Disposición Derogatoria de la Constitución". En virtud de esta soflama legislativa, aprobada por las Cortes, "se declaran expresamente derogados el Bando de Guerra de 28 de julio de 1936 y el Bando de 31 de agosto de 1936", como si con eso se anulara la guerra y posterior derrota sobre el papel del BOE.

También se deroga la Ley 15/1963, creadora del Tribunal de Orden Público, que por si alguien no lo sabe, es el anterior nombre de la Audiencia Nacional. Todas estas leyes ya no tenían ninguna efectividad, así que su derogación es puramente declarativa.

Dada la improvisación de todo el texto jurídico de la LMH, salva los vacíos legales su disposición final primera, que "habilita al Gobierno y a sus miembros, en el ámbito de sus respectivas competencias, para dictar cuantas disposiciones sean necesarias para el desarrollo y aplicación de lo establecido en esta Ley."


En pocas palabras, una Ley banal e incompleta, que ha necesitado otras leyes para su desarrollo posterior y necesitará más. Queda a opinión de cada uno decir si es justa o injusta, pero lo cierto es que a estas alturas sólo servirá para reparar el daño causado de muy pocos. Por contra, su aplicación arbitraria genera nuevos perjuicios por su carácter vejatorio hacia las víctimas de los bandos republicanos.


La Ley de Memoria Histórica no es un instrumento jurídico al servicio del ciudadano, sino de un Estado que quiere borrar e
l otro lado de la guerra civil, como las detenciones arbitrarias, las torturas en las checas y los campos de trabajo republicanos

Incluso antes de esto, yo ya sabía que en estos campos es costumbre disparar a los compañeros del que ha escapado bajo el pretexto de hacerlos colectivamente responsables de la huida”. La carta firmada en mayo de 1938 por el anarquista asturiano Segundo Blanco, ministro de Educación bajo el gobierno de Juan Negrín, mostraba que las autoridades republicanas estaban muy al tanto de la existencia de campos de trabajo forzado en los que a menudo se traspasaban los límites. Con “esto”, Segundo Blanco se refería al fusilamiento de trece prisioneros tras la huida de otros dos del campo de concentración nº 3 de Omells de Na Gaia, en Lleida. El problema para los responsables, en este caso, es que seis de ellos eran miembros de la CNT.

No existen demasiadas revisiones históricas sobre los campos de trabajo del bando republicano, pero existieron y por ellos pasaron miles de personas durante los años de la Guerra Civil, hasta su cierre tras la victoria del bando nacional.

Los programas de trabajo forzado de ambos bandos: disponer de mayor mano de obra y ofrecer posibilidad de redención a los presos. Los enemigos consideraban que los trabajos transformarían al enemigo en un miembro valioso de la nueva España  “Ambos lados utilizaban los trabajos forzados con objetivos militares, y consideraban que los prisioneros políticos proporcionaban la mano de obra barata para hacer que los proyectos de reconstrucción fuesen económicamente viables”, recuerda el autor de 'El terror rojo', Héctor G. Barnés, que retrata la represión republicana durante la Guerra Civil española.

Entre 1937 y 1942 alrededor de 500.000 soldados republicanos cayeron en manos franquistas en 190 campos de trabajo diferentes. 

La cantidad en el bando adversario fue mucho más reducida, pero existió. La autoridad de estos campos se dividió entre la Dirección General de Prisiones (DGP) y el Servicio de Investigación Militar (SIM), que abrió seis campos en Cataluña durante la primavera de 1938. Son estos últimos los que peores condiciones ofrecían a los cautivos, ya que solían “castigar soldados indisciplinados, desertores, insumisos y reclutas demasiado peligrosos políticamente para servir en unidades regulares”. Una dureza que ha hecho que Francesc Badia los haya comparado con los gulags soviéticos. Sin embargo, Julius Ruiz, de la Universidad de Edimburgo, recuerda que hay una radical diferencia entre los campos de trabajo españoles (sean franquistas o republicanos) y los nazis o rusos: su voluntad de redimir a los presos políticos a través del trabajo.

Fue el 1 de enero de 1937 cuando el anarquista Juan García Oliver, ministro de Justicia en el gobierno de Largo Caballero, pronunció las siguientes palabras: “Resolveremos el gran problema de la delincuencia politicofascista con campos de trabajo. No hay razón humana por la que soldados, sacerdotes e hijos de millonarios no trabajen como el resto”. La labor de esa “cohorte de fascistas”, en sus palabras, transformaría España en “un vergel frondoso”. Dicho y hecho… unos cuantos meses más tarde, el 24 de abril, el primer campo en Totana (Murcia) abrió sus puertas, sobre las cuales un cartel rezaba “trabaja y no pierdas la esperanza”. Bajo la autoridad del DGP, a lo largo de la guerra alrededor de 1.799 prisioneros pasarían por él.

Ese mismo año, otros campos similares comenzarían a brotar por el territorio aún bajo el poder republicano, sobre todo en el Levante. El de Albatera (Alicante), que abrió sus puertas en octubre de 1937, era aún mayor que el de Totana, con una capacidad para 2.000 trabajadores. El resto eran de menor tamaño: se trata de los Orihuela, San Juan y Calpe (Alicante), Valmuel (Teruel), Venta de Araoz (Almería) y Rosas (Girona). Este último, por ejemplo, apenas albergaba a 70 trabajadores. Un porcentaje de los presos fue empleado en la construcción del ferrocarril entre Torrejón de Ardoz (Madrid) y Tarancón (Cuenca). Como explica Ruiz, “la idea de que el trabajo rehabilitaría (o redimiría) a los políticos prisioneros encontró apoyos en todo el Frente Popular”. De ahí que siguiesen abriendo sus puertas incluso cuando no quedaba ningún ministro anarquista.

Al fin y al cabo, la Ley de Vagos y Maleantes promulgada en agosto de 1933 había sido idea del gobierno de Manuel Azaña, y se puede ver el sistema de campos de trabajo como una prolongación de aquella, como una forma de reaprovechar a esos potenciales enemigos internos para los que el sistema de cárceles tradicional se estaba quedando corto. “Como consecuencia lógica de una cruel guerra civil, hay en las prisiones un gran número de prisioneros”, recordaba García Oliver en su decreto para la creación de los campos.

La mayoría de los trabajos llevados a cabo por estos prisioneros tenían que ver con las infraestructuras agrícolas. La localidad de Albatera, por ejemplo, fue elegido ya que fueron trabajadores forzados quienes en el siglo XVII drenaron los marjales, lo que contribuyó a la prosperidad de la región. Algo que también ocurrió con Totana, donde en 1936 se reinició el proyecto del valle del Guadalentín. Según un memorando de diciembre de 1937, los prisioneros empleados en Almería habían permitido ahorrar más de cuatro millones de pesetas. De ahí que, como recuerda Ruiz, “es importante señalar que el propósito de estos campos, como el de los franquistas, era el castigo y la redención, no la exterminación a través del trabajo”.

Los datos hablan. En Totana murieron apenas 12 personas. En Albatera, cinco. En general, las condiciones no eran particularmente peligrosas para la vida de los prisioneros, aunque sí para su salud. En Albatera los prisioneros sufrían cierto hacinamiento (783 habitantes para una capacidad de 600) y el fatigoso ritmo de trabajo provocó que en 1937, alrededor de un 11% de los trabajadores dejasen la labor por su mal estado de salud. En Totana sufrieron problemas de higiene, como sugiere Ruiz, probablemente por “la incompetencia e inexperiencia de las autoridades del campo”. En otros centros abundaba la malnutrición, un problema que previsiblemente se agravó a medida que avanzaba la guerra.

Hay tres rasgos que caracterizaban a estos campos, y que en un alto grado eran herencia de los construidos por la Federación Anarquista Ibérica (FAI) antes de la guerra. En primer lugar, y como había ocurrido en Valmuel (Teruel), los presos construían ellos mismos el campo. En segundo, su labor solía estar relacionada con las infraestructuras agrícolas. En tercero, se colaboraba estrechamente con las autoridades locales, que contribuían con sus propios prisioneros. La voluntad era la de devolver al rebaño a las ovejas descarriadas. Como explica Ruiz, “el uso de la fuerza de trabajo 'fascista' era más que simple autodefensa; el trabajo tenía una capacidad redentora que transformaría a esos 'fascistas'”.

El SIM (Servicio de Información Militar) fue una agencia de inteligencia idea del Ministro de Defensa socialista Indalecio Prieto que, en su labor de lucha contra quintacoluminstas, potenciales desestabilizadores y anarquistas, llegó a emplear a miles de personas que se dedicaron, por ejemplo, a la construcción de fortificaciones militares, cumpliendo un significativo rol militar. Entre los seis campos de Cataluña se encontraban el del Pueblo Español en Montjuic (Barcelona), Hospital de l'Infant (Tarragona), Omells de Na Gaia, Concabella y Ogern (Lleida) y Falset (Tarragona). En total, por ellos pasaron entre 7.000 y 8.000 personas, algunas de las cuales eran desertores que los agentes del SIM habían localizado por la calle.

La disciplina era extrema y y el castigo, ejemplar. En Concabella, por ejemplo, un prisionero fue ejecutado por robar un pollo. Las condiciones eran peores que en los campos bajo la autoridad de la DGP, principalmente por la violencia con la que solían librarse de los desertores y por sus represalias hacia el resto. Cuando un preso intentaba escapar, se le disparaba. En uno de los batallones, ocho personas, incluido un sacerdote, fueron eliminados por ese procedimiento. Se intentó que los campos, administrados por el comunista madrileño Manuel Astorga, no fuesen conocidos por la opinión pública, prohibiendo expresamente a los presos que contactasen con sus familias o con los habitantes locales. En Omells de Na Gaia, 21 fueron asesinados por negarse a trabajar aduciendo que estaban enfermos o hambrientos. 

Sin embargo, el fusilamiento de seis anarquistas de la CNT no pasó desaprecibido, y así llegó a los oídos del indignado ministro Segundo Blanco, que encargó una investigación sobre esta “monstruosidad”. Es, no obstante, también una muestra de que los políticos republicanos no eran completamente inocentes en su conocimiento de esta realidad alternativa y en espejo a la de los campos del bando rebelde, probablemente más brutales. No obstante, ambos tenían mucho más que ver de lo que cabría esperar. García Oliver sugería que estos prisioneros debían llevar a cabo “trabajos de utilidad pública que los orienten en los hábitos laborales y los pongan en armonía con los principios que guían a todos nuestros ciudadanos”.

Una retórica no tan lejana a la que impondría poco después el franquismo.


Mención aparte merecen los campos de internamiento en Francia establecidos por sus autoridades para encerrar a cerca de 550.000 españoles que huyeron de la represión franquista hacia Francia tras la Guerra Civil Española.

La mayoría se construyeron a toda prisa cerca de la frontera, en forma de barracones o de zonas vigiladas bajo la intemperie, y no disponían de agua potable ni de las mínimas condiciones higiénicas. A los prisioneros apenas se les daba comida, y nunca se les ofreció agua potable ni ropa de abrigo o para refugiarse del viento. Muchos murieron de desnutrición, enfermedades diversas, durante torturas o asesinados.

Los principales campos de internamiento fueron el de Gurs, el de Argelès-sur-Mer, los de Saint-Cyprien y Barcarès, el de Septfonds, el de Rivesaltes,  el de Vernet d'Ariège y el campo de concentración de Beyris, que todos han silenciado, donde cientos de españoles se hacinaron antes de volver a ser deportados, en su mayoría, a nuestro país.

Según Héctor G. Barnés, Polo Beyris, una pequeña urbanización situada a las afueras de Bayona se encuentra construida en lo que antiguamente había sido un campo de polo,  encima del lugar donde entre 1939 y 1947 se encontraba uno de los campos de internamiento y concentración más peculiares de Francia, el único situado en el País Vasco-francés. Un campo por el que pasaron, sucesivamente, refugiados de la Guerra Civil española, soldados franceses y prisioneros de guerra alemanes. La historia del asentamiento, en el que llegaron a juntarse 8.600 personas, resume bien los cambios que experimentó Europa entre el principio y el final de la Segunda Guerra Mundial. Sobre todo, el interminable ciclo de agresión y venganza que enfrentó a unos con otros.

La historia de este lugar ha sido glosada en un reciente trabajo del historiador John C. Guse publicado en el 'Journal of Contemporary History', centrándose en el pacto de silencio que unos y otros (franceses, alemanes, españoles) han mantenido sobre este oscuro episodio de la historia europea.

La información de la que se dispone es escasa, y de ahí que hace unos años se fundase el Colectivo por la Memoria del Campo de Beyris con el objetivo de recoger toda la documentación posible sobre aquel campo transitado, sobre todo, por mujeres y niños. Como recuerda Guse en la nueva investigación, es sorprendente que un campo que se sitúa en pleno centro urbano haya caído en el olvido. Muy probablemente, las autoridades franceses y alemanas prefirieron dejar atrás los años oscuros de la ocupación y hacer borrón y cuenta nueva. “Por muchas razones, ni los refugiados españoles ni los soldados coloniales ni los prisioneros de guerra alemanes tenían muchas ganas de publicar testimonios de su cautiverio”, recuerda.

Los españoles fueron los primeros habitantes de Polo Beyris. En concreto, los refugiados que huían de la guerra al otro lado de los Pirineos. Uno de ellos fue el dramaturgo Álvaro de Orriols, el célebre por obras de corte político como 'Rosas de sangre', 'España en pie' o 'Retaguardia', que recogió en 'Hogueras del pertus. Diario de la evacuación de Cataluña' su paso por Beyris. “El hambre de libertad, de trabajo, de lucha, los sueños de gloria, ¡las quimeras poéticas! Todas ellas se chocaron con la dura realidad del refugio en Beyris”, escribía. La mayoría de refugiados provenían del País Vasco español, Asturias y Cataluña.

Hasta 1939, Beyris había sido, paradójicamente, un campo de polo situado en la elegante costa vasca. Por él pasearon su 'glamour' figuras como Coco Chanel. Sin embargo, la guerra civil hizo que cayese en el ostracismo. El 6 de febrero de 1939, el alcalde de Bayona abrió el campo para dar cabida a parte del medio millón de refugiados españoles que provenían de Francia. Llegó a haber 598 españoles en el campo: 43 ancianos, 240 mujeres, 278 niños y 37 soldados republicanos heridos. Llegaron exhaustos al otro lado de la frontera, y tuvieron que enfrentarse a unas condiciones precarias. Se trataba de apenas “cinco hilas de edificios sin calefacción, rodeados por vallas o alambres de espino, custodiados por gendarmes franceses”. “Los refugiados se mantenían en condiciones excesivamente primitivas, la mayoría en establos”, recuerda el historiador. No había muebles y dormían en el suelo, con el único apoyo de una sábana. Durante la estancia española en el campo, 21 personas murieron, 19 de ellos, niños.

La llegada de “rojos” nunca fue vista con buenos ojos por Jean Yvarnégaray, representante de la región en la Asamblea Nacional, furibundo anticomunista. Tanto era así que la mayoría de refugiados en Francia terminaron en el campo de Gurs, al sureste, en la región de Béarn. Sin embargo, el estallido de la Segunda Guerra Mundial hizo que el campo se vaciase rápidamente. Pablo Biel Maro tenía 12 años por aquel entonces, y recuerda “niños llorando, madres gritando a las que tiraban del pelo cuando las metían en los vagones hacia la frontera”.

La mayoría fueron repatriados a España, pero muchos hombres fueron captados para trabajar en el campo. Eran una mano de obra necesaria cuando los varones franceses partiesen al frente.

El 27 de junio de 1940, las tropas alemanas entraron en Bayona y se hicieron con Beyris, al que dieron el nombre de “Frontstalag 222” (un nombre que en 1944 se cambiaría por “Dulag 222”). Como la mayoría de campos abiertos en la Francia ocupada, servía como prisión a las tropas coloniales francesas (la mayoría de ellos, africanos), que no querían retener en Alemania por la racista pero previsible idea de que eran un peligroso foco de infecciones. Fue el momento en el que el campo vivió su gran crecimiento, con una capacidad de casi 6.000 hombres. Muchos de ellos eran desviados rápidamente a otros campos satélite situados en los alrededores de Bayona. Llegaron antiguos miembros de las SS. Se les trató particularmente mal en Polo Beyris: se les separó del resto, se les alimentó mal y se les quitó la ropa.
 
Aunque llegó a haber 6.804 hombres, Beyris nunca fue utilizado como campo de exterminio, aunque la escasez de comida y las condiciones rudimentarias lo convertía en uno de los peores de Francia. Durante esta etapa llegaron a morir 150 personas, la mayoría de ellos de tuberculosis. Su margen de libertad era amplio; muchos de ellos llegaron a mantener relaciones sentimentales con los vecinos (o vecinas) de la zona. Fue finalmente liberado en agosto de 1944, pero apenas un mes después de reconvertiría en un campo de detención para colaboracionistas y enemigos de guerra alemanes. Iba a ser, llamativamente, una de las épocas más duras para los residentes en el campo.

En los días posteriores al fin de la guerra, el caos reinó hasta el punto de que muchos de los presos no conocían la razón exacta por la que habían sido detenidos. Muchos de ellos fueron apresados de forma ilegal, y los prisioneros llegaron a amenazar con hacer huelga de hambre. Fue entonces, ya bajo la administración militar francesa, cuando llegaron los presos alemanes, entre los que se encontraban antiguos miembros de las SS.

Cuando 468 soldados heridos llegaron a la estación de Bayona, muchos se acercaron a insultarles. Una instantánea muestra a dos prisioneros alemanes completamente desnutridos en uno de los campos satélites, el de Buglose. La mentalidad francesa era que los alemanes y colaboracionistas debían reconstruir aquello que habían destruido. Una vez más, el mayor problema en el campo de concentración era la escasez de comida y ropa, que fue denunciada por la Cruz Roja.

Las enfermedades comenzaron a proliferar: a finales de octubre de 1945 había 679 presos enfermos, casi la quinta parte del total. La mayoría padecían edemas y enteritis a causa del hambre. A finales de 1947, el campo cerraría sus puertas para siempre y Bayona comenzó a negociar con el Estado la rehabilitación de los barracones.

Guse recuerda que el hecho de que no hubiese judíos prisioneros en el campo, que no formase parte del circuito del Holocausto o que Hannah Arendt no pasase por él (como sí ocurrió en Gurs) fueron factores decisivos para que la derrotada y vengativa Francia dejase en el olvido unos hechos que nunca se juzgaron.