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martes, 30 de junio de 2015

TITERES ESTAJANOVISTAS.


El ser humano no asimila de manera consciente cada imagen proyectada varias veces por segundo por su televisor.

Sin embargo el cerebro sí que es capaz de percibirlas, de tal manera que cualquier mensaje que se inserte por este método influye en la voluntad del espectador y sus sensaciones de agrado o repulsión, e incluso percepciones de sed, hambre o miedo.

En España, la Ley General de Publicidad de 1988 incluye la publicidad subliminal como un tipo de publicidad ilícita definiéndola como: "aquella que por ser emitida con estímulos en el umbral de la sensibilidad no es conscientemente percibida"

La publicidad subliminal funciona, si se dan las condiciones correctas, lo que hizo conveniente prohibir dicha manipulación. En la Unión Europea ha habido una propuesta de prohibir este tipo de publicidad con el fin de proteger a la infancia y a los jóvenes, a quienes se inculcan actitudes por imitación.

Los estímulos subliminales están subordinados a estímulos asociativos estructurados previamente para inducir una determinada conducta a una persona. Para que un señuelo pueda producir algún efecto es necesario que sea emitido a cada individuo por los comunicadores. Continuamente estamos sometidos a una gran cantidad de estímulos que el cerebro debe anular para evitarnos la saturación, que el publicista subliminal sabe aprovechar poniendo las condiciones correctas para influir en nuestras decisiones.



La estrategia subliminal se confunde con la técnica asociativa, que utiliza como reclamo los valores y símbolos con los que se sientan identificados quienes requieren la aceptación del grupo social. A diferencia del mensaje "sub-liminal" (por debajo del umbral de consciencia) nos percatamos y somos conscientes de esta publicidad asociativa, y en todo caso nos dejamos llevar por la persuasión.

Mencionar dentro o fuera de contexto distintos hechos en debates intrascendentes, permite a las estrellas de la pequeña pantalla sugerirnos popularidad o rechazo de individuos, grupos, organizaciones, razas o países.

Las producciones de televisión se elaboran a diario con el fin de obtener el mayor volumen de público al que le puedan endosar el mayor número de anuncios en el tiempo de programa. Para ello disponen de información en tiempo real sobre el número de telespectadores y tipo de personas que disponen de esa franja horaria para dedicarla al pasatiempo.


Consignas breves y cortas fáciles de memorizar corren en boca de todos ya que se nos antojan simpáticos sus dardos. "Slogans" disparados con el fin de señalar sus objetivos. Para ganar la confianza del auditorio, el propagandista emplea el nivel de lenguaje y las maneras y apariencias del ciudadano medio.

El Ministerio de la Verdad novelado por George Orwell en su ya clásica obra "1984", estaba dirigido por "El Partido" que ejercía el gobierno. Sus métodos referidos en la novela eran disponer televisores que además de transmitir continuamente la propaganda del Gobierno, espiarían a los ciudadanos en sus casas. El ministerio de la "Verdad" tergiversaba la memoria colectiva de la Historia y falseaba el presente de sus personajes. Los que han leído el libro, saben a qué me refiero, y muchos de los que no lo leyeron.

Las cadenas de televisión no nos vigilan a todos personalmente, pero miden y calculan el impacto de sus mensajes según el perfil de la audiencia que tienen en cada momento. Es su negocio, sean o no cadenas públicas que no se deben a mejor causa que la "Verdad", a costa de la saturada paciencia de los telespectadores.

Los medidores del "sharing" nos conocen muy bien, saben que hay niños y adolescentes viendo sus programas a cualquier hora del día. Y que pensarán en lo que les dicen aunque no vaya destinado a ellos.



No sé si percibes la telebasura como una mala influencia, pero «proteger a los niños de contenidos perniciosos en televisión» es la finalidad del Código de Autorregulación sobre Contenidos Televisivos e Infancia, acuerdo suscrito en 2004 entre el Gobierno de España y los principales canales de televisión.

RTVE, Antena 3, Cuatro, Telecinco, La Sexta y la FORTA (que agrupaba a doce televisiones autonómicas) se comprometieron a no emitir contenidos no recomendados en ciertas franjas horarias. Entre otros son considerados no recomendados los de carácter violento, sexual y los relativos a ocultismo o drogas.

La franja restringida a ciertos contenidos incluye espacios «de protección reforzada»  para menores de 13 años, que son los únicos menores a los que se puede privar de telebasura para adultos. Tienen sus propias afinidades por el producto de consumo infantil, y ya se sabe que los niños memorizan hasta la música de los anuncios. No me extraña que las generaciones más recientes empiecen a tener ese aire hipnotizado de "los chicos del maíz" y pendientes de su móvil. Y sus padres con la tele.
La televisión ha sido una de las armas de Soraya S.S., la aspirante a ser heredera del partido atenta a la oportunidad de llegar a primera Presidenta del país.

Abusar de la manipulación ha acabado por desconcertar al votante, que ya no sabe distinguir si los medios usan una expresión con propiedad o, por otra parte, lo hacen para vaciarla de su sentido:  "limpieza étnica" por matanza racista, "daños colaterales" en vez de víctimas civiles, "reajuste laboral" en vez de despido, "solidaridad" en vez de exacción.

El poder de revisar cada noticia, aunque sea de forma contradictoria, les permite con desvergüenza cambiar de tema, redefinir conceptos o falsificar la realidad de las circunstancias sociales, políticas o económicas. Además, dar a entender más de lo que se dice, nos parece que en lugar de secretismo, es información cualificada. Saben mucho más, lo saben todo de todos, y difunden lo que les conviene.



El nuevo ministro de cultura es el hasta ahora mediador con la UE, y hermano de la responsable del Centro Nacional de Inteligencia. Bajo la dependencia de la vicepresidenta, que siempre ha tenido mucha mano ahí.

Las operaciones comerciales de relevancia estratégica o militar tienen un circuito peculiar y en ocasiones se entremezclan con otro tipo de intercambios de naturaleza "reservada", o sea, "top secret".

"Secreto bien guardado, pliego lacrado y sellado". Concretamente los archivos de la Audiencia Nacional guardan muchos de los del antiguo Centro Superior de Información de la Defensa (CESID), seguramente por tener duplicados y resguardos de sus actividades y algunas del CNI.

Una operación encubierta en España se acaba convirtiendo en chiste de los servicios de inteligencia, que se permiten la indiscreción, filtran autores, métodos y hechos ilegales, para luego teatralizarlo todo en sobreseimientos judiciales que son demostraciones de fuerza de la clase dirigente.


No es nada nuevo por estas latitudes, pero se da la circunstancia de que los dos máximos responsables de las principales cadenas privadas trabajan para Silvio Berlusconi y sus socios, que tengo entendido que siguen el principio de "ora et labora" en sus hermandades tradicionales.


Una conexión digna de especial atención diplomática, y por eso el negocio de la publicidad televisiva está muy bien controlado por especialistas en mercados restringidos.

El monopolio del Estado en el ejercicio de la autoridad en un determinado territorio, es consecuencia de que el territorio también es una característica conformadora del Estado. En opinión del sociólogo Max Weber, dicho monopolio debe producirse a través de un proceso de legitimación del uso de la violencia por parte del Estado.

Max Weber, dijo en una entidad será Estado en base a que se conserve tal monopolio.  La policía y los militares son sólo una parte de la fuerza pública, porque empresas y administraciones pueden ser autorizadas por el Estado para ejercer coacción o presiones. Los medios de comunicación, no cabe duda de que son instrumentos del Poder. Pero en España este poder se comparte por la Administración Central y las periféricas, y en el sector privado con multinacionales extranjeras obligadas a respetar al Poder en sus propios Estados.

El monopolismo se adueñó de la libertad de prensa desde que se convirtió en un producto de consumo. Sin embargo, el capital extranjero que promociona la desinformación y el analfabetismo se hace notar en la opinión pública.


Intencionalmente deforman los hechos entremezclándolos con estadísticas parciales, intentando dar credibilidad a su discurso. Rebatirlo es demasiado trabajoso, día tras día de oír que los problemas aumentan o que se van solucionando. ¿Nos lo dicen o nos lo cuentan?. Y cuando no hay noticia, la provocan.



Los concursos han escondido fraudes millonarios desde los primeros tiempos de televisión, cuando se descubrieron en Estados Unidos casos en que los concursantes eran ayudados o perjudicados por la cadena organizadora. Sigue habiendo falsos premios que quedan en manos de los productores y patrocinadores, pero sobre todo, el engaño telefónico, habitual en emisiones locales.

Esta modalidad de estafa en la que los telespectadores, tras llamar a números telefónicos de pago, son retenidos indefinidamente bajo el reclamo de un contestador automático en realidad no da turno para entrar en el concurso.

La autorregulación de los medios de comunicación y su peculiar ética comercial han permitido que conocidas compañías de telefonía con líneas de tarificación especial estafen a los espectadores engañados por una pregunta fácil de responder, con los concursos televisivos del tipo llama y gana.

Es parte del negocio televisivo al mismo tiempo que del de las telecomunicaciones. Mientras dé dinero, ni importa la calidad ni mucho menos la honradez de grandes compañías que en otros tiempos y lugares se esperaría que guarden las apariencias.

Por guardar las apariencias, también hay concursos en que el premio va destinado a otro que no es el concursante, que dará una parte a un proyecto benéfico, que vete a saber.


No con humildad, precisamente, reconocer el hecho de que somos unos primos a los que engaña cualquiera es demasiado para nuestro dolido orgullo de consumidor.

Los impuestos sobre el vicio ("sin taxes") buscan corregir una externalidad negativa. El efecto del impuesto es lograr que el costo del productor en producir compense a la sociedad de lo que le cuesta el producto. Este tipo de impuestos son eficientes en solucionar los denominados fallos de mercados, como por ejemplo la contaminación (ecotasas), o para desicentivar productos dañinos como el tabaco.

Habría mucho que decir de lo que nos cuestan en impuestos las cadenas públicas, que generan el mismo impacto intoxicador que las privadas, con nula neutralidad política.

También el Estado se guarda la posibilidad de revocar permisos de emisión con fines correctores. La protección de los intereses de los consumidores, que fue la excusa para promulgar la Ley, cede a la protección de los intereses de quienes gobiernen u opositen a ello.



De los grandes negocios de estos mercachifles salen las grandísimas sumas dedicadas a mantener en España el negocio del cine. Visto así, no parece generoso olvidarse de los creadores. Cuando querrías olvidarte de ellos es después de ver la película y saber lo que ha costado en inversión y subvenciones.

Luego resulta que las mala calidad cultural no es una merma del producto comercial sujeto a misteriosos cánones y negocios de distribución en los que los que ganan menos son todos, menos algunos que no lo cuentan para que no les pidan los demás.

El mundo bohemio de la cultura se mete de valedor de algo que sólo algunos se habrán esforzado en recibir. Un best-seller es cultura, los "grafitti" también y hasta la publicidad tiene formato artístico, o sea, que también será cultura y habrá que aportarles una ayudita para que paguen bien a un famoso que luzca en el cartel.



La desinformación o manipulación informativa no es exclusiva de la prensa, sino que el aparato mediático restringe datos, argumentos, noticias o información que no sea favorable al régimen político que les sustenta y a quien sustentan.

El cine fomenta engaños, bulos o rumores, en favor no sólo del Estado sino de otros grupos de poder con objeto de confundir a sus oponentes.

En las películas siempre hay buenos que representan los valores que se presuponen en el espectador, se omiten contradicciones, se magnifican sus virtudes en demérito de quienes no las compartan, a quienes se dedica el mensaje negativista del monológo envolvente que ejerce el director.

Desorganizando la información opuesta, generalizando, descontextualizando argumentos en ridículas evocaciones de otros tiempos y lugares, se disuade al que iba a disfrutar de un entretenimiento de pensar en otra cosa que no sea lo que los autores y productores de la película consideran "políticamente correcto". Una expresión, en origen irónica, que ha acabado en dogma indiscutible en cine y televisión.

Al malo, se le asocia con lo que ellos desean proscribir. La forma de ningunear otras opiniones es apelar a sentimientos del público instalados en su psicología de forma irracional.



Adularnos es la mínima compensación al pago de la entrada y la forma agradable de convencer al espectador. Si se siente tratado como persona inteligente, puede hasta sentirse de acuerdo con las ideas que sugiere un argumento. Incluso se identificará con la conducta del protagonista.

Las generalidades como el deseo de paz, de libertad, de gloria, de justicia, de honor y de pureza permiten asesinar el espíritu crítico del auditorio, puesto que la connotación positiva de los conceptos y los programas del propagandista se perciben como buenos y deseables.

Repiten el mismo esquema en toda producción audiovisual, que pasa brevemente por el cine antes de ser emitida una y otra vez en televisión. Esa acumulación persuade al auditorio de que ciertas opiniones son las de todos, aunque sea falso.

Se da por sentada una idea porque todo el mundo prefiere estar siempre en el bando predominante. Es preferible juntar a la gente en grupos para eliminar oposiciones individuales y ejercer mayor coerción, manipulando los resortes de la ingeniería social.

Con el nombre de chivos expiatorios, se designan individuos o grupos, acusados de ser responsables de un problema real o supuesto, y les evitan mencionar a los verdaderos responsables y abordar el problema mismo.

Si no funciona, ponen palabras en la boca de uno, sugiriendo que los postulados que atribuyen a un adversario son propios de individuos indeseables, subversivos, reprobables y despreciables. Eso predispone a los demás a cambiar de opinión.


La satanización consiste en identificar la opinión contraria con el mal, de forma que la propia opinión quede ennoblecida o glorificada. Hablar de un individuo como de un demonio convierte a la mayoría en virtuosa, puesto que se convence más con sentimientos que con razones.

Algunas palabras y expresiones no admiten réplica ni razonamiento inteligente. Para ello se utilizan palabras negativas en una retórica excluyente de lo que el comunicador considera absolutamente indiscutible, inaceptable o inadmisible. Se suprime cualquier conclusión lógica, negando toda posible evolución o pensamiento disidente.


En vaya manos está la juventud, carente de educación apropiada y de referentes dignos de imitar. Si quieres cultura general, a copiar como hicieron los creadores de wikipedia, la parodia del nombre de la obra de Diderot. Lugares comunes y citas de otros, libres de copyright aunque bajo licencia (no sé por qué). Lo mismo hace la Prensa.

La educación, vehículo de cultura, ha perdido prestigio ante el poder de los creadores y falsificadores de la imagen que nos ceban con su grasiento producto. Tocino cultural, que como no mata, engorda. Lo que nos pagaba Wert, ahora nos lo dosifica el nuevo.