GUZMAN1

martes, 21 de junio de 2016

"A cierta isla", de Jorge Luis Borges.




¿Cómo invocarte, delicada Inglaterra?

Es evidente que no debo ensayar

la pompa y el estrépito de la oda,

ajena a tu pudor.

No hablaré de tus mares, que son el Mar,

ni del imperio que te impuso, isla íntima,

el desafío de los otros.

Mencionaré en voz baja unos símbolos:

Alicia, que fue un sueño del Rey Rojo,

que fue un sueño de Carroll, que soy un sueño,

el sabor del té y de los dulces,

un laberinto en el jardín,

un reloj de sol,

un hombre que extraña (y que a nadie dice que extraña)

el Oriente y las soledades glaciales

que Coleridge no vio

y que cifró en palabras precisas,

el ruido de la lluvia, que no cambia,

la nieve en la mejilla,

la sombra de la estatua de Samuel Johnson,

el eco de un laúd que perdura

aunque ya nadie pueda oírlo,

el cristal de un espejo que ha reflejado

la mirada ciega de Milton,

la constante vigilia de una brújula,

el Libro de los Mártires,

la crónica de oscuras generaciones

en las últimas páginas de una Biblia,

el polvo bajo el mármol,

el sigilo del alba.

Aquí estamos los dos, isla secreta.

Nadie nos oye.

Entre los dos crepúsculos

compartiremos en silencio cosas queridas.