GUZMAN1

domingo, 11 de septiembre de 2016

"EL AMOR Y LA SANGRE", de VICTORIANO CRÉMER.

«Borradle. Labraremos la paz, la paz, la paz,

a fuerza de caricias, a puñetazos puros...»

Blas de Otero



El amor sube por la sangre. Quema

la ortiga del recuerdo y reconquista

el ancho campo abierto, la ceniza

fundadora, que la brasa sostiene.



El amor es herencia de la sangre,

como el odio, su amante, y se mantienen

íntimos, besándose, nutriéndose

de sus dobles sustancias transmitidas.



Nada podrá arrancarles de su abrazo:

La espada, el hielo, el tiempo, con sus filos

mezclarán sangres, que, lluviosamente,

germinarán odios, amor o nuevas sangres.



¿Cómo decir:

«Aquéllos, que nunca conocieron

la sangre derramada, que separen

el odio del amor y reconstruyan

las viejas catedrales de la dicha...»



¿«Aquéllos»?, ¿son acaso otros que los murientes

trasvasados, hechos de sangre antigua?

No es posible lavarse el alma ni las manos

cuando fluye hacia ellas sangre y olor a sangre.



Si ha de hacerse el amor, será con sangre

trepadora, quemante, conocida,

pura sangre del odio, amante impávido

que el amor fecundiza.



Si ha de hacerse la paz...



¡Callad, campanas!,

¡Ved la tierra, la tierra, que resume

su tempero sangriento y le convierte

en paz, en paz, a puñetazos puros...!