Y es ahora,
que como un grito de alarma aérea
el pregón de las tortillas
despierta a un día que no avizora nada bueno.
Los edificios, mendigan un poco de ruina
y los autos, simplemente, se desploman
ebrios de plomo.
Los afiches políticos crecieron por la noche,
plaga de sonrisas a la que es tan fácil
escupirles el rostro.
Ninguna bomba cae,
pero en la gente, se ve la asfixia del bunker,
una mirada que escarba el silencio
y que luego se pierde con la rotación del cielo.
En las vitrinas, los orates
van tejiendo a punta de piedra
las bellas telarañas del miedo.
F.E.
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