GUZMAN1

jueves, 6 de diciembre de 2018

"Leyes fundamentales", de RAMÓN DE CAMPOAMOR.



Con ánimos sencillos
varios chiquillos cierto día un dado 
para jugar hicieron; 
y las leyes del juego los chiquillos 
por seguir a la letra, 
del dado aquel en cada faz pusieron 
el uno, el dos, el tres, el cuatro... etcétera. 
De niños entre el bando 
alguno de ellos calculó prudente 
que, por los bordes subrepticiamente 
la cara de su número limando, 
siempre a la mesa en amoldarse esquiva 
quedaría, rodando, 
la cara de su número hacia arriba. 
De esta manera a todos, el fullero 
como era natural ganó el dinero, 
hasta que al fin, de sus falaces modos 
apercibidos todos, 
dando de su pericia muestras claras, 
limando y más limando 
fueron también dejando 
convexas de sus números las caras. 
De este modo el ex-dado 
por ángulos y bordes cepillado, 
al impulso menor del aura sola 
rodaba, ya se ve, como una bola. 
Desde entonces el número de azares 
se sucede a millares, 
y la igualdad geométrica admirando 
de equilibrio tan justo, 
unas veces perdiendo, otras ganando, 
se divierten los niños que es un gusto. 
Con lengua atrabiliaria 
a cada azar del inconstante dado 
agotan su afición parlamentaria, 
y sucede un discurso a otro discurso 
sobre si el aire le sopló de un lado, 
sobre si un pelo interrumpió su curso. 
Y acaban las cuestiones, 
su furor conteniendo en breves plazos, 
los que son vencedores, a razones; 
los que vencidos son, a sombrerazos: 
y en caos importuno 
alzándose hoy los que caerán mañana, 
todos se pierden, y ninguno gana, 
ganando todos, sin perder ninguno. 
Y entretanto, sediento de emociones, 
y ajeno, el pueblo espectador, del fraude, 
aplaude tan continuas variaciones, 
pues siempre el pueblo la comedia aplaude 
si van y vienen sin cesar telones, 

Desde el feliz momento 
que la moral he oído de este cuento, 
ignoro cómo hay gente 
que idolatrar como a sus ojos pueda 
la ley fundamental, que blandamente 
adonde quiera que la impelen rueda.