Angeles Pedraza, ex presidenta de la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT), fue en su día la mayor enemiga de los ejecutores del terror sistemático de las bombas, secuestros, incendios, asesinatos, guerras, y sus argumentos coincidían con los de los populares que también le devolvían los apoyos a la asociación.
El tiempo ha puesto a todos en el sitio que les corresponde. La verdad sobre la ocultación oficial de los atentados del once de marzo de 2004 se ha ido abriendo paso suficiente para que se sepa que quien impide la investigación es el propio Estado y funcionarios que no consideran oportuno remover el asunto.
Pedraza quería que se investigasen las pistas y se revisasen las evidentes contradicciones, encontrándose con que los populares, una vez llegaron al poder, se unieron de inmediato a la conspiración de silencio. Las pruebas se destruyeron sin permitir su examen ni su revisión.
Esta mujer, que perdió una hija el 11-M, no tuvo reparo en afiliarse al PP y recibir su carnet de Cristina Cifuentes a pesar de que decía que había cosas que seguían sin gustarle nada del partido. En medio de la crisis por el dudoso "máster" de la Sra. Cifuentes, Pedraza la incluyó y arropó en un acto de la AVT.
A estas altura, todos los actores son, si no cómplices, encubridores de la masacre de los trenes. El pueblo y los medios de información son manejados por quienes pueden aplastar la esencia de la libertad ciudadana quitando a unos pocos la vida.
Quienes cometen crímenes arropados por el poder gozan de la mayor de las impunidades. Los partidos políticos tienen sus enlaces en las cloacas del Estado, lugar donde confluyen la policía y el hampa. Cualquier acto está a su alcance, y si hace falta, existen contactos con organizaciones y servicios secretos extranjeros que no tendrán remordimientos en ejecutarlos.
Es imposible encontrar una sola gota de piedad en su soberbia, poco diferente de la actitud prepotente de los terroristas que actúan en la clandestinidad. Al igual que ellos, se esconden tras fabricadas oscuridades para encubrir a los responsables últimos y a los inmediatos. Ay del que revele el secreto de sus nombres.
La justicia mantiene la cuestionable tesis del atentado islamista pero los supuestos organizadores del atentado resultan absueltos. Sólo uno de los acusados fue encontrado culpable de haber puesto bombas en los trenes y la mayoría de los 29 inculpados fueron condenados por ser miembros de grupos yihadistas, no por estar implicados en el atentado.
Es imposible encontrar una sola gota de piedad en su soberbia, poco diferente de la actitud prepotente de los terroristas que actúan en la clandestinidad. Al igual que ellos, se esconden tras fabricadas oscuridades para encubrir a los responsables últimos y a los inmediatos. Ay del que revele el secreto de sus nombres.
La justicia mantiene la cuestionable tesis del atentado islamista pero los supuestos organizadores del atentado resultan absueltos. Sólo uno de los acusados fue encontrado culpable de haber puesto bombas en los trenes y la mayoría de los 29 inculpados fueron condenados por ser miembros de grupos yihadistas, no por estar implicados en el atentado.
Por poner un ejemplo de la doble actitud de los populares, Eduardo Zaplana se pronunció sobre la escasa transparencia de las investigaciones, y así por ejemplo, afirmó que: “La democracia española sigue sin saber quienes fueron los autores materiales y menos aún quienes estaban detrás de aquella masacre, y no lo sabemos porque a Zapatero le dejó de interesar la verdad sólo tres dias despues, el 14 de marzo” (05-03-06).
El provecho político que sacaron los partidarios de la tesis islamista sólo confirmó que la tesis que apuntaba a ETA era aún menos creíble, y no nos sirve para deducir quién organizó todo entonces.
Sobre las vituperables conclusiones, el "popular" valenciano expresó que: “No encaja que unos delincuentes comunes se conviertan en poco tiempo en terroristas capaces de diseñar y ejecutar el mayor atentado de la historia de Europa y un cambio de Gobierno.”(30-6-05). Y también ha dicho el político popular que: “Después de dos años y medio tras el atentado, lo único que sabemos a ciencia cierta es que no hay nada claro.” (04-10-06)
Pero claro, cuando el PP sucedió al justamente criticado PSOE debería haber hecho algo distinto a lo que tanto criticaba; en cambio, quiso y logró cerrar la investigación evitando la reapertura de los trámites judiciales. Lo justifica Zaplana diciendo que “Jamás nadie en el PP ha hecho oposición con el 11-M, ni ha cuestionado la actuación de la Justicia” (21-2-07). El PP no es que cuestione la Justicia, es que siempre que puede impone sus decisiones silenciando a los jueces que les podrían acusar con pruebas.
Los que gobernaban el día de los crímenes son los que mejor saben lo que pasó en realidad, y no explican nada porque tienen sus motivos.
Pero claro, cuando el PP sucedió al justamente criticado PSOE debería haber hecho algo distinto a lo que tanto criticaba; en cambio, quiso y logró cerrar la investigación evitando la reapertura de los trámites judiciales. Lo justifica Zaplana diciendo que “Jamás nadie en el PP ha hecho oposición con el 11-M, ni ha cuestionado la actuación de la Justicia” (21-2-07). El PP no es que cuestione la Justicia, es que siempre que puede impone sus decisiones silenciando a los jueces que les podrían acusar con pruebas.
Los que gobernaban el día de los crímenes son los que mejor saben lo que pasó en realidad, y no explican nada porque tienen sus motivos.
La violencia política tiene dos génesis en España: el de los que reivindican defender al Estado y el de quienes quieren combatirlo. Es una situación recíproca de la que, antes que otros, son conscientes quienes se dan cuenta de que pueden ser posibles objetivos.
En unos casos la sensación de alerta despierta instintos defensivos, pero después de ver lo que les pasa a otros también nacen espontáneamente instintos agresivos. La consciencia de estar fuera de la protección del Estado, desvincula al individuo del grupo social. No se trata solamente de funcionarios de la autoridad, sino de personas de toda clase que desconfían de recibir su ayuda ante la amenaza tangible.
El instinto de clan cambia de denominación según las demarcaciones autonómicas, cuyos habitantes confían por instinto en aquellos representantes del poder que tienen más cerca. Todos han acabado acomodados al orden estatal que les permite sostenerse en el poder.
Igual que unos amenazan, otros buscan protección que viene a ser la respuesta recíproca de alguien que no quiere ser víctima y que deja instrucciones por si ocurriera. Las organizaciones de profesionales del secuestro y la extorsión acaban por ser parte de la misma tramoya contra la que dicen levantarse. Entonces el asesinato es alentado clandestinamente por gentes ajenas a los miembros de grupos ilegales a los que denuestan en público, pero que les sacan las castañas del fuego cuando conviene.
El estado de ánimo de la opinión pública siempre ha estado a disposición de personas concretas que lo dirigen en pro de sus causas, intereses, ideologías y alianzas.
El Rey es quien siempre ha dado autorización a los servicios secretos y policiales para proceder a usar "medios excepcionales" de corregir a la población. Los presidentes del Gobierno y ministros del Interior y de Defensa han sido más autores que cómplices en estas operaciones.
Los demás actores políticos han desempeñado también su papel en la esfera nacional y autonómica, jugando a dos bandas para convencer a todos de que no son ellos quienes derraman sangre, y aprovecharse de ello. Ya sabemos que el independentismo es el motivo de la mayor cadena de actos terroristas en la España de las últimas décadas, pero no es la única razón que lo causa.
El Rey es quien siempre ha dado autorización a los servicios secretos y policiales para proceder a usar "medios excepcionales" de corregir a la población. Los presidentes del Gobierno y ministros del Interior y de Defensa han sido más autores que cómplices en estas operaciones.
Los demás actores políticos han desempeñado también su papel en la esfera nacional y autonómica, jugando a dos bandas para convencer a todos de que no son ellos quienes derraman sangre, y aprovecharse de ello. Ya sabemos que el independentismo es el motivo de la mayor cadena de actos terroristas en la España de las últimas décadas, pero no es la única razón que lo causa.
El negocio de la muerte funciona con y sin motivación ideológica, siempre que se le pueda sacar provecho político o económico. Matar por encargo es más fácil de disimular cuando (por casualidad) cae en manos de una organización terrorista, el nombre de alguien, su dirección y sus horarios. No hará falta coartada si la mano asesina es la del ejecutor aleatorio que, como pauta general, personifica el terrorista.
Carmen Tagle González fue fiscal adscrita al Juzgado Central de Instrucción número 5 de la Audiencia Nacional, en la era del magistrado Baltasar Garzón. Fue asesinada por la banda terrorista ETA, contra quienes se aplicaba. Sobre los GAL opinaba que eran unos indeseables y hacían más daño a la lucha contra el terrorismo que los propios terroristas.
Parece que sólo en ese punto se puede ser imparcial. Que no es lo mismo que equidistante ni neutral, o eso me parece. No obstante, las continuas reflexiones que uno no puede dejar de hacerse no pueden vencer algunas opiniones predominantes que llegan a ser condiciones ambientales. Y de lo que no se puede hablar en ningún sitio es de negociaciones secretas ni tramas policiales.
Con estos antecedentes, todos comprenderán que no me signifique, primero por prudencia, pero no menos porque la opinión que me merecen todos ellos es desfavorable.
En muchos aspectos, no tenemos las mismas prioridades que los que tienen una más importante que nuestras vidas. Los etarras hicieron callar las armas voluntariamente, pero les pasa lo que al pastorcillo y el lobo, después de tantas treguas y reanudaciones.
El compromiso con la causa que algunos ensalzan no deriva en mayor empeño en la causa de la autodisolución, sin que sepamos qué otros imponderables impiden, por ejemplo, entregar los explosivos y las pistolas. No me quedo tan tranquilo de que alguien tenga guardado ese recurso, aunque diga que es sólo para negociar. Como también rechazaría que se escondiesen bombas en una comisaría.
No hay coherencia que valga cuando la apología del delito y la incitación al odio, en unos casos se castiga y en otros se sobresee. Siendo todos culpables, es difícil que el gobierno y los ejecutores periféricos se puedan poner de acuerdo excepto en la mutua neutralidad.
En mi caso, los partes triunfales de la prensa oficial me han dejado sin argumentos para criticar las inclinaciones totalitarias que tuvieran los simpatizantes del terrorismo, porque es evidente que ni son los únicos ni son minoría. Y nadie me puede pedir mayor condena explícita en tal situación, que sólo me faltaba eso.