Prendieron, por fortuna, a un bandolero,
a tiempo, cabalmente,
que de vida y dinero
estaba despojando a un inocente.
Hízole cargo el juez de su delito,
y él respondió: «Señor, desde chiquito
fui gato algo feliz en raterías;
luego hebillas, relojes, capas, cajas,
espadines robé, y otras alhajas;
después, ya entrado en días,
escalé casas; y hoy, entre asesinos,
soy salteador famoso de caminos.
Conque vueseñoría no se espante
de que yo robe y mate a un caminante,
porque este y otros daños
los he estado yo haciendo cuarenta años».
¿Al bandolero culpan?
Pues, por ventura, ¿dan mejor salida
los que, cuando disculpan
en las letras su error o su mal gusto,
alegan la costumbre envejecida
contra el dictamen racional y justo?