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miércoles, 29 de abril de 2020

"ESTANDO EL DIABLO OCIOSO, SE METIÓ A CHISMOSO".




Las encuestas de los medios de comunicación compiten con las cifras y resultados de José Félix Tezanos y su Centro de Investigaciones Sociológicas, organismo al servicio de la política.

Tezanos, catedrático de Sociología y secretario de Estudios y programas de la Ejecutiva Federal del PSOE, fue nombrado por Pedro Sánchez presidente del CIS. Los reiterados fracasos de sus encuestas, ausentes de fiabilidad y plagadas de sesgos ideológicos, no le impiden seguir fabricando estadísticas destinadas no a conocer la opinión pública, sino a manipularla.

Los sondeos oficiales y los medios de comunicación rivalizan con la capacidad de Internet de poner en contacto a la gente interesada en un diálogo para pensar y decidir. Pero el mundo digital está en manos de empresas que sirven a la demoscopia. Compran y venden datos sobre quiénes somos, qué hacemos, dónde vivimos, lo que nos gusta, lo que nos puede impactar y hacernos decidir.

La política está mediatizada por los grandes partidos, que disponen de más recursos y poder. Por eso tanto el Estado como los medios instrumentan la desinformación, manipulan datos de nuestro interés y cargan la información de sesgos subjetivos.

En España el 58% del mercado de los medios de comunicación está controlado por sólo tres empresas, ya que no existen reglas que eviten el oligopolio ni hay transparencia sobre la propiedad de los periódicos escritos y digitales. El poder político controla los medios de comunicación de titularidad estatal, autonómica y local. Los Gobiernos nombran al presidente y a los consejeros de Radiotelevisión Española sin necesidad de alcanzar un consenso político con las demás fuerzas parlamentarias. Sobre los medios públicos no hay un órgano que vele porque los fondos se utilicen para cumplir el servicio público, y no para otros fines.

Las injerencias del poder político no sólo se producen en las empresas públicas, sino también en las privadas. A la hora de asignar la publicidad institucional a los medios de comunicación, las diferentes Administraciones utilizan estas partidas para beneficiar a la prensa afín.

La información que ofrecen los telediarios, ahora entremezclados con anuncios y publirreportajes, intentan implicar alabanzas y críticas con sucesos que impactan en el publico. La pandemia del covid-19 y la violencia de género protagonizan campañas reforzadas en la repetición y el alarmismo, con el fin de que la confianza o el temor de los ciudadanos influya en la opinión pública.

Los bulos son una forma de hacer que la gente crea en mentiras o montajes engañosos, y forman parte de los programas de televisión, redes sociales y medios de comunicación en general. La distracción por engaño permite introducir datos erróneos en el discurso que se desea destruir o intenta relacionar hechos y personas con falsedades. La repetición de mentiras de numerosos medios, prácticamente al mismo tiempo, es uno de los mecanismos más efectivos para el engaño mediante distracción.

Las escuchas telefónicas y otras técnicas de espionaje están al alcance de los periodistas, algunos de los cuales tienen contactos con funcionarios policiales o judiciales que les tienen al día. Para filtrar la información poco a poco, la Prensa pretende influir sobre nuestra actitud presentando solo una parte del argumento. Normalmente los gobiernos son los propagandistas, aunque algunos medios de masas también usan y disponen de ese poder. En lugar de suministrar información con imparcialidad, presentan cifras falsas, o vídeos y grabaciones retocados para influenciar a una audiencia.

Los platós de televisión se han convertido en circos romanos de la intimidad ajena, donde celestinas y sinvergüenzas exponen sus miserias ante todo el mundo a cambio de dinero, bajo la alegre sonrisa de los degenerados que cobran millonadas por "conducir" el espectáculo. Los programas tienen un "teléfono de aludidos" para que si mencionan chismes sobre alguien sin su consentimiento, pueda también ponerse en evidencia, y para los demás abusos contra el derecho a la intimidad están los abogados de las grandes cadenas y los jueces que se ponen a su servicio para que no les retraten en las noticias.

El breve nombramiento de Màxim Huerta como ministro de Cultura y Deporte del gobierno en funciones de Pedro Sánchez evidenció la estrecha relación del poder con la oligarquía de los medios de comunicación. Huerta es miembro de la Academia de las Ciencias y las Artes de la Televisión, tras ejercer de presentador de informativos, periodista de la "crónica rosa" y publicar algún libro. Con estos méritos y sin tener ni idea de deportes, aceptó el cargo de ministro, que después tuvo que dejar por defraudador del fisco. La maniobra del PSOE para mariconear con los famosos salió mal esa vez, pero todos los productores, actores y cantantes son serviles a la causa que tenga pasta que repartir.




El Gobierno busca el contacto con los informadores habituales que saben antes que nadie qué rumores se convertirán pronto en noticias de actualidad. De este modo la propaganda se anticipa a la Prensa, controlada por diversos factores políticos y económicos que condicionan su pluralidad y su veracidad.

La manipulación de los medios de comunicación permite crear una imagen falsa de personas o grupos. Los programas de entretenimiento nos atiborran de rumores o indiscreciones mientras restringen información y desvían nuestra atención a otra parte. Otros puntos de vista nos llegan tras su distorsión, induciendo a los lectores, radioyentes o televidentes a que dejen de escuchar algunos argumentos que no sean los que nos lleguen a través de publicaciones o canales de televisión producidos por los medios de comunicación. Las jaulas de grillos en que convierten las tertulias son exhibiciones de cómo interrumpir al contertulio y deshacer cualquier amago de diálogo con argumentos reduccionistas.

La propaganda política encasilla al contrincante en estereotipos y hay cadenas de televisión empeñadas en dar una sola opinión sobre temas de actualidad que excluyen a personas y partidos para poder denigrarlos sin réplicas inoportunas.

Los anunciantes invierten dinero en sostener a los medios que sirven a grupos políticos al tiempo que promocionan productos de consumo o servicios. Las empresas que rastrean nuestras opiniones y preferencias mercadean con los patrocinadores de los mensajes publicitarios, para someternos a sus métodos de convicción a través de los medios tradicionales y de las nuevas aplicaciones.

Para consolidar la manipulación de los medios y hacer creer una afirmación, presentan un profesional que asegura su veracidad. Esto se debe a que se suele considerar que una persona que es una auténtica experta en una materia determinada lo más probable es que esté en lo cierto al hacer declaraciones dentro de su área de especialización. No importa su titulación ni su experiencia, un perito judicial puede aparecer en programas de ovnis y fantasmas como autoridad en esa y cualquier otra materia.


Un profesional de la persuasión utiliza los medios para ganar así influencia en terrenos que van desde lo político o económico hasta incluso los ámbitos más personales. Por lo general son periodistas, publicistas, actores, presentadores y humoristas. Cualquiera que salga en televisión puede ejercer de comunicador propagandista, bien por servir al medio para el que trabaja, bien porque sea o se finja un activista que busca que sus seguidores apoyen un determinado movimiento o criterio moral.

El nivel simple y zafio de la mayoría de chistosos que tanto éxito acaparan en la televisión permite a otros definirse como "humor inteligente", aunque repitan tópicos e indirectas al alcance de cualquier espectador. Al público le gusta que apelen a su orgullo de clase para refutar argumentos opuestos implicando a los sentimientos de la audiencia. La vulgaridad ya no es una falta, en la medida que se dirige a un público que sólo espera distraerse de un tema importante con un entretenimiento que ocupe su atención.

El humor es tolerado, y los cómicos se amparan en la libertad de expresión para burlar la censura. Pero también para colaborar con ella excluyendo todo lo que no consideren "políticamente correcto". Los discursos opuestos se atribuyen a un grupo externo u odiado, y por lo tanto son ridiculizados y denigrados. La difamación y la calumnia no son tales si se cometen en clave de humor. Todo ello además queda protegido como propiedad intelectual, porque influenciar el discurso público es el negocio exclusivo de los medios de comunicación y los profesionales de la persuasión llegan a quienes no leen la prensa ni les interesa la actualidad.

"Argumento ad populum" es el nombre que reciben los mensajes que apelan a la conformidad o “consenso” de toda la población sobre un determinado asunto. Los profesionales intentan crear la imagen de que sus espectadores comparten su opinión, como si fuera la única comúnmente aceptada. Sus mensajes y chistes se escenifican ante un público de incondicionales, complementado con risas pregrabadas, de modo que nadie quiere ser el único que no se ríe, porque parecería el tonto que no ha entendido la gracia.

Las hienas risueñas de los medios de comunicación quieren que seamos títeres que sólo se ríen o emocionan cuando ellos deciden. El show más inocuo tiene detrás una manipulación muy trabajada. El lenguaje, las costumbres, el modo de pensar, están siendo dirigidos desde el plano periodístico para darles otro sentido y para condicionarnos. Y lo van consiguiendo porque el Estado les ha dado licencia sobre su derecho a la intromisión en los nuestros.