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sábado, 16 de mayo de 2020

"A ENFERMEDAD IGNORADA, POCAS MEDICINAS Y A ESTUDIARLA"



Bajo el nombre de coronavirus, se conoce a una subfamilia de virus perteneciente a la familia Coronaviridae. Su material genético es el de mayor tamaño dentro de los virus de ARN, con la característica corona de puntas que se ve alrededor de la superficie del virus.

Los coronavirus pueden infectar aves y mamíferos produciendo una serie de enfermedades respiratorias y digestivas, muchas de ellas letales y que también pueden infectar al ser humano. La mayoría de las personas se infectan con estos virus en algún momento de su vida, como ocurre con el resfriado común. Hasta la fecha se han registrado treinta y nueve especies de coronavirus, varias no identificadas previamente en humanos.

Los coronavirus humanos fueron descritos por primera vez en la década de 1960 en cavidades nasales de pacientes con un resfriado común. Al igual que otros tipos de virus pueden causar enfermedades más graves del sistema respiratorio como bronquilitis o neumonía especialmente en personas con factores de riesgo, ancianos, niños y pacientes inmunodeprimidos. Además de afecciones respiratorias también pueden causar enfermedades intestinales y neurológicas.

Existen registros de siete cepas de coronavirus relacionados con enfermedades respiratorias en humanos. Durante muchos años, los científicos sabían de solo dos coronavirus humanos, pero en 2003 fue descubierto el SARS-CoV y el brote de neumonía 2019-20 en Wuhan, China, añadió un coronavirus nuevo, catalogado como 2019-nCoV por la OMS y conocido como COVID-19.

En 2003, tras el brote del SARS (síndrome respiratorio agudo grave), que había comenzado en el año 2002 en Asia, y luego en otras partes del mundo, más de 8.000 personas resultaron infectadas, alrededor del 10% de los cuales murieron. En 2012, se identificó el coronavirus del síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS-CoV, que la mayoría de las personas infectadas no transmiten a otras, pero tiene una tasa de mortalidad superior a un tercio.

El COVID-19 fue descubierto y aislado por primera vez en Wuhan. Parece tener un origen zoonótico, es decir, que pasó de un huésped animal a uno humano. Los géneros CoV-1 y Cov-2 tienen a murciélagos como huésped, por lo que se sospecha que ese fue el origen probable de la pandemia, en un mercado de animales vivos para su consumo.



También es posible que el virus haya salido del laboratorio perteneciente al Instituto de Virología de Wuhan, el único equipado para el nivel más alto de biocontención, conocido como Bioseguridad Nivel 4. Estos laboratorios están diseñados para estudiar los patógenos más peligrosos del mundo, y pueden diagnosticar, investigar y desarrollar nuevos medicamentos antivirales y vacunas.

Pero el Gobierno chino silenció los hechos hasta que su alcance ya no pudo disimularse. El contagio de una persona a otra es muy fácil ya que el virus permanece horas y días sobre objetos tocados por infectados, o mediante gotas de fluidos expulsadas a través de la tos y el estornudo o al respirar. Puede provocar enfermedad respiratoria aguda y neumonía grave en humanos que se tratan sintomáticamente con antibióticos. Actualmente, no hay ningún tratamiento específico aprobado oficialmente, pero es posible que se pueda utilizar alguno de los antivirales existentes.

Lo único que se recomienda es la prevención del contagio. Hay que lavarse las manos frecuentemente con agua y jabón o frotárselas con alcohol. No hay que llevarse las manos a la cara, especialmente la nariz, boca, ojos y oídos. Personalmente, uso gorra, manga larga, guantes y mascarilla al salir de casa, y al volver me rocío las suelas del calzado con aerosol desinfectante para no contaminar mi vivienda, que debe limpiarse cada día con una solución de lejía doméstica. Hasta que no haya una cura eficaz o una vacuna es la única solución, y puede que esto vaya para largo.