GUZMAN1

jueves, 28 de mayo de 2015

INMIGRACION Y REACCIÓN.


El ejercicio de las medidas contra la inmigración ilegal viene determinado por la Ley de Extranjería, y entre ellas la vigilancia de fronteras que compete a las fuerzas de seguridad.

Cuando pasa algo, no se culpa a la Ley sino a los agentes que cumplen las órdenes de no dejar pasar a quien no tenga permiso. Esto no tendría que ser así porque enviar mantas a Nepal es más fácil que afrontar la existencia de una bolsa permanente de aspirantes a intrusos a quiénes habría que conocer antes de que lo intenten de forma más desesperada o hábil.

El puesto fronterizo es lo de menos, si hubiera algún respeto por las alambradas. Que no lo haya demuestra que muchos actúan temerariamente, no que quieran confrontación, pero la respuesta no puede ser otra.

Si a los agentes les dan pelotas de goma para disparar después no les pueden criticar por utilizarlas. ¿Prefieres una porra o un táser? Porque tendrán que afrontar situaciones inciertas con algo más que la placa.

Para empezar, para algunos inmigrantes, la única forma que tienen de cruzar la frontera es ilegalmente. No se les abre ninguna puerta con o sin pasaporte, que nunca se sabe si será auténtico. Por eso, el absurdo prolongamiento del desamparo de los que viven junto a las verjas fronterizas o justo detrás, en centros de atención que mejor estarían a ambos lados.

Ya lejos de las fronteras, se entiende que la posible expulsión ya depende de otro, y que qué se le va hacer. Debería haber mayor atención a quien quiera irse y no tenga medios para viajar, si tanto insisten en que están aquí ilegalmente.

Lo que no puede ser es que haya aquí gente desatendida. Y que hayan tenido que venir como vinieron, no es asunto de la autoridad si la autoridad decidió no expulsarles entonces. 


En una ocasión vino a mi antiguo despacho un sudamericano alistado en las fuerzas armadas. Un funcionario de inmigración había dictaminado que no disponía de un certificado de trabajo por cuenta ajena válido. Por suerte para él, su jefe, en vez de empresa tenía mando, y todo se solucionó sin mediación mía.

Cuando el jefe tiene mando, no hay problemas en que los futbolistas de fuera vengan a meter nuestros goles. Ni para obtener la residencia o la nacionalidad tienen que pasar por las listas de espera de sus compatriotas. Soy de los que piensan que, lo bueno para unos tendría que ser bueno para todos.

Pero cuando aquí falta, se culpa a uno que dicen que quita a los demás porque no tendría que estar. Las cifras confirman que los que están dando más de sí no son siempre los de aquí, y además sus hijos son de aquí.

En cuanto a su contribución a la agricultura y al pequeño comercio, van a la par con una aportación en términos de natalidad que es un dato nacional, porque los hijos de inmigrantes nacen con la nacionalidad y hasta donde yo he visto la siguen ejerciendo de mayores como los de aquí. La falta de integración a veces es falta de perspicacia de todos. 

Tener o no papeles se convierte en un pasillo que lleva al empleo clandestino. Con la diferencia de que intencionalmente la Ley impone en la sociedad la existencia de personas con restricciones al necesario derecho al trabajo.

Los permisos por reagrupación familiar son cursados por familias que dependen de todos y cada uno de los que coman a la mesa. ¿Por qué sus permisos de residencia no les autorizan a trabajar? 

Las trabas que nos ponen son sólo parte de las que se imponen a los extranjeros. Llevamos el yugo de dos en dos.

Lo último que pueden hacer es echar a muchos sólo porque algunos no se integran en nuestro estilo de vida. Mientras no nos impidan seguir el nuestro, que en realidad depende de todo lo que nos dejen hacer los que mandan.