GUZMAN1

sábado, 4 de junio de 2016

El fuego, de Oscar Acosta.





Frotó el indio la yesca,

el pedernal, el pino

con otro pino viejo,

la madera, las hojas

de roble, la corteza

de los ceibos caídos,

el cuerpo del animal

salvaje, el carbón

mineral endurecido.



El mundo cambió entonces

otro espejo movible

que no era el del agua,

alzó su brazo rojo

en la espesa maleza,

en el ámbito crudo

de miles de años

a la sombra, iluminados

solamente por el rayo

o por el centelleo

de los lúcidos ojos

de las fieras.



Tú te callaste entonces

viendo crecer la lengua

clarísima, la llama

que levantó su lanza,

su corona de espinas

y que lamió la noche

como animal salvaje.

Ante tu limpio rostro

de indígena doncella

nacía otro milagro: 

el milagro del fuego.