Theresa May prometió sacar a Gran Bretaña de la Unión Europea y tuvo que retirarse ante las negras perspectivas de la salida del mercado único. Igual que a algunos europeos la Unión les parece la panacea del futuro, los presuntuosos británicos se creyeron que salir de la comunidad sería la gran solución a sus problemas.
Salir de la Unión Europea es un derecho de los Estados miembros reconocido por el artículo 50 del Tratado de la Unión. Los británicos siempre fueron euroescépticos y en 1975 convocaron un primer referéndum sobre la permanencia del país en la Comunidad Económica Europea, con resultado a favor.
En junio de 2016 se celebró un segundo referéndum sobre la salida de la Unión Europea, cuestión que fue aprobada por poco más de la mitad de los votos. Inglaterra y Gales decidieron el Brexit, mientras que Escocia, Irlanda del Norte y el territorio de Gibraltar votaron por la permanencia. Se hablado de un tercer referéndum para encontrar un resultado definitivo, pero el gobierno británico ya tiene decidido el Brexit.
Una de las principales razones de que el Reino Unido votase a favor del Brexit fue su rechazo a la unión fronteriza. Ahora, sin embargo, sería un gran problema que la isla de Irlanda volviese a estar separada por una frontera. Eso, aunque Irlanda y el Reino Unido no forman parte del espacio Schengen ni quieren salir del aislamiento que les confiere su insularidad.
El Acuerdo de Schengen de 1985 suprimió las fronteras comunes entre los países integrantes para establecer controles comunes en las fronteras exteriores al espacio Schengen. Éste empezó a funcionar en 1995 como un solo territorio, con una política migratoria común, pero en la actualidad una serie de países europeos ha restablecido los controles fronterizos por recelo a la circulación de inmigrantes ajenos a la UE.
La libre circulación de personas y mercancías es un problema que los británicos quieren postergar sin una solución clara. Con el Acuerdo para la salida de la UE, el Reino Unido permanecerá en la Unión Aduanera al menos durante los dos años posteriores a la fecha del Brexit, pero sin acuerdo no habrá plazo transitorio y cada país podrá restablecer las aduanas y controles fronterizos.
La libre circulación de personas y mercancías es un problema que los británicos quieren postergar sin una solución clara. Con el Acuerdo para la salida de la UE, el Reino Unido permanecerá en la Unión Aduanera al menos durante los dos años posteriores a la fecha del Brexit, pero sin acuerdo no habrá plazo transitorio y cada país podrá restablecer las aduanas y controles fronterizos.
Además de Irlanda del Norte, queda por resolver el asunto de la frontera gibraltareña, que ni la UE ni los británicos ofrecen garantizar. El refugio fiscal, nido de contrabandistas y base militar, que la propia Unión Europea define como un residuo del colonialismo, seguirá bajo soberanía británica y fuera de todo control hasta que algún gobernante español se decida a cerrar la verja y patrullar las aguas jurisdiccionales que invadieron hace unos años.
Para la Organización de las Naciones Unidas, Gibraltar, como colonia, es uno de los territorios no autónomos bajo supervisión de su Comité Especial de Descolonización. Atendiendo al artículo X del Tratado de Utrecht, «la ciudad y castillos de Gibraltar, juntamente con su puerto, defensas y fortalezas» quedaron como una propiedad a perpetuidad de la Corona de Inglaterra en territorio de jurisdicción española.
Ahora es el momento de que el Peñón deje de ser otra cosa que un puerto inglés en territorio español, que es lo que Gran Bretaña se garantizó con el Tratado de Utrecht. Como mucho, la localidad podría tener el "status" de zona aeroportuaria, con lo que sería el mayor "duty free" del mundo. El aeropuerto, que está construído en la zona neutral marcada por dicho Tratado, debería ser retornado a España, pero la OTAN seguramente no querría dejar en manos de nuestro inseguro gobierno el control de un punto tan estratégico.
Para la Organización de las Naciones Unidas, Gibraltar, como colonia, es uno de los territorios no autónomos bajo supervisión de su Comité Especial de Descolonización. Atendiendo al artículo X del Tratado de Utrecht, «la ciudad y castillos de Gibraltar, juntamente con su puerto, defensas y fortalezas» quedaron como una propiedad a perpetuidad de la Corona de Inglaterra en territorio de jurisdicción española.
Ahora es el momento de que el Peñón deje de ser otra cosa que un puerto inglés en territorio español, que es lo que Gran Bretaña se garantizó con el Tratado de Utrecht. Como mucho, la localidad podría tener el "status" de zona aeroportuaria, con lo que sería el mayor "duty free" del mundo. El aeropuerto, que está construído en la zona neutral marcada por dicho Tratado, debería ser retornado a España, pero la OTAN seguramente no querría dejar en manos de nuestro inseguro gobierno el control de un punto tan estratégico.
Lo cierto es que desde que Gran Bretaña entró en la Unión no ha hecho otra cosa que sabotearla desde dentro. Si esa gentuza quiere dejarlo, mejor para todos.
Lo que parece querer el gobierno británico es lo que lleva haciendo desde que celebró el referéndum: desacatar los deberes que impone la unión pero seguir gozando de sus ventajas. Las prórrrogas del acuerdo de salida no tienen otra interpretación, ni los europeos tenemos por qué dar privilegios a una potencia que siempre los ha exigido.
Por eso los líderes europeos han perdido la paciencia ante las añagazas inglesas. Si el Reino Unido persiste, pronto dejará de estarlo porque a las dos Irlandas y Escocia, la Unión que verdaderamente les beneficia es la europea. El próximo mes veremos si Boris se atreve a ver qué pasa o si la UE le permite seguir demorando el asunto.