Pero este animal no figura entre los animales domésticos, no siempre es fácil encontrarlo, además, su aspecto no se presta a una clasificación.
No es como el caballo o el toro, o el perro o el puerco, el lobo o el ciervo.
En tales condiciones, podríamos estar frente al unicornio y no sabríamos con seguridad lo que es. Sabemos que tal animal con crin es caballo y que tal animal con cuernos es toro. El perro y el puerco, el lobo y el ciervo, sabemos lo que son. No sabemos cómo es el unicornio. Pero si no se puede reconocer al unicornio, es muy natural que se le pueda considerar como nefasto.
El hecho es que, cuando aparece un unicornio, siempre hay un sabio cabal en el lugar; el unicornio aparece por el sabio. Ahora bien, un sabio cabal está seguro de reconocer al unicornio y sabe a ciencia cierta que el unicornio sólo puede ser fausto.
Se puede, pues, decir que aquello que caracteriza al unicornio como tal es su virtud y no su aspecto. Si aparece sin esperar a que haya un sabio para reconocerlo, ¿no sería natural que se le considerara como nefasto?".
En el libro del Apocalipsis se define a quien nunca ha sido visto o al menos reconocido: "¡Aquí está la sabiduría! Que el inteligente calcule la cifra de la Bestia; pues es la cifra de un hombre. Su cifra es 666." (Apocalipsis 13, 18). Al que ha de venir sólo se le puede reconocer por las grandes señales que advierten del Apocalipsis.
Por la apariencia de una persona no se conoce su alma, siendo verosímil que no sea lo que parece. Los profetas como Moisés necesitaron demostraciones del poder divino para convencer a los incrédulos. Lo que todos piensan que es imposible o inevitable puede suceder y nadie escucha a quien plantea estas cuestiones, que normalmente es desacreditado y puede que le diagnostiquen una enfermedad mental.
El complejo de Casandra atormenta a quien lo sufre, que piensa que puede predecir el futuro, pero se siente incapaz de cambiarlo. Casandra era hija del rey de Troya, a quien Apolo concedió el don de la profecía para atraerla hacia él. Ella le rechazó y el dios se vengó haciendo que sus vaticinios no fuesen creídos. Aunque Casandra alertó sobre la amenaza que representaba el caballo de Troya, nadie la creyó y no pudo impedir la caída de la ciudad.
Aunque la Biblia es enigmática sobre cuál es el aspecto del que señala el Fin de los Tiempos, en esencia no sería muy diferente del superhombre de Nietzsche. Aquel que supere su naturaleza humana decidirá su propio destino y sus propios valores porque habrá alcanzado un verdadero estado de libertad de todas las influencias y autoridades sociales o eclesiásticas. En estos tiempos sería codiciada y envidiada la naturaleza sobrenatural de un ángel vengador, pero sus poderes no serían obra de su voluntad y de su esfuerzo, sino que formarían parte del Plan Divino.
No hay muchos que parezcan conocer el remordimiento ni la compasión por los demás. Uno tampoco quisiera destacar, pero dado que el castigo figura como enseñanza en los textos sagrados, no cabe duda de que actualmente la Humanidad se merece uno bien grande y que este desorden mundial toca a su fin.
Salió el primero, vació su copa sobre la tierra y se produjeron úlceras malignas y dolorosas en las personas que llevaban la marca de la bestia y se postraban ante su imagen.
El segundo ángel vació su copa sobre el mar, y hubo sangre como de desangrado, y todo lo que vive en el mar pereció.
El tercer ángel vació su copa sobre los ríos y sobre los manantiales de agua, que se convirtieron en sangre.
Y oí al ángel de las aguas que decía: «Tú, el que eras y eres, el Santo, eres justo al castigarlos de este modo, pues ellos derramaron la sangre de los santos y de los profetas, y tú les has dado a beber sangre. Bien se lo merecían.»
Entonces oí otro grito que venía del altar: «Sí, Señor y Dios, Todopoderoso, tus juicios son verdaderos y justos.»
El cuarto ángel derramó su copa sobre el sol, y su calor comenzó a quemar a la gente.
Los hombres fueron abrasados y empezaron a insultar a Dios, que tiene poder sobre tales plagas, en vez de reconocerle y darle gloria.
El quinto ángel vació su copa sobre el trono de la bestia, y al instante su reino quedó sumido en tinieblas y la gente se mordía la lengua de dolor.
Insultaron al Dios Altísimo a causa de sus dolores y de sus llagas, pero no se arrepintieron ni dejaron de hacer el mal.
El sexto ángel derramó su copa en el gran río Eufrates, y sus aguas se secaron, dejando un paso libre para los reyes de oriente.
Y vi que de la boca del dragón, de la bestia y del falso profeta salían tres espíritus inmundos que tenían aspecto de ranas.
Estos son espíritus diabólicos que pueden hacer milagros, y se dirigen a los reyes del mundo entero para convocarlos para la batalla del gran día de Dios, el Todopoderoso.
«Miren que vengo como un ladrón. Feliz el que se mantiene despierto y no se quita la ropa, porque así no tendrá que andar desnudo y no se verán sus vergüenzas».
Los reunieron en el lugar llamado los cerros de Megido.
El séptimo ángel vació su copa en el aire. Entonces salió una voz del trono que se escuchó fuera del Santuario, y decía: «Está hecho.»
Se produjeron relámpagos, retumbar de truenos y un violento terremoto. Nunca hubo terremoto tan violento como éste desde que hay hombres sobre la tierra.
La Gran Ciudad se abrió en tres partes y las ciudades de las naciones se desplomaron. Acababan de acordarse ante Dios de la Gran Babilonia y le iban a pasar la copa del vino puro de su ira.
Entonces los continentes huyeron y las cordilleras desaparecieron.
Entonces vino uno de los siete ángeles de las siete copas y me dijo: «Ven, que te voy a mostrar el juicio de la famosa prostituta que se sienta al borde de las grandes aguas; con ella pecaron los reyes de la tierra, y los habitantes de la tierra se emborracharon con el vino de su idolatría.»
El ángel me llevó en espíritu al desierto: era una nueva visión. Había allí una mujer sentada sobre una bestia de color rojo, que tenía siete cabezas y diez cuernos. Esta bestia estaba cubierta de títulos y frases que ofendían a Dios.
La mujer vestía ropas de púrpura y escarlata, y resplandecía de oro, piedras preciosas y perlas. Tenía en la mano una copa de oro llena de cosas repugnantes, que eran las impurezas y la lujuria de la tierra entera.
En su frente se podía leer su nombre, escrito en forma cifrada: Babilonia la Grande, la madre de las prostitutas y de los abominables ídolos del mundo entero.
Y observé que la mujer se había embriagado con la sangre de los santos y de los mártires de Jesús. Esta visión me dejó muy sorprendido, pero el ángel me dijo: «¿Por qué te maravillas? Voy a explicarte el misterio de esta mujer y de la bestia que la lleva, la de las siete cabezas y los diez cuernos.
La bestia que has visto era, pero ya no es. Sube del abismo, pero camina hacia su perdición. Los habitantes de la tierra, cuyo nombre no fue escrito en el libro de la vida desde la creación del mundo, se asombrarán al descubrir que la bestia era, pero ya no es y pasa pronto.
A ver si ustedes lo adivinan. Las siete cabezas son siete colinas sobre las que la mujer está asentada.
Y son también siete reyes, de los cuales cinco han caído ya, uno está en el poder y el otro no ha llegado aún, y cuando llegue, habrá de durar poco tiempo.
La bestia que era y ya no es, hace el octavo, pero es uno de los siete, y camina hacia su destrucción.
Los diez cuernos son diez reyes que todavía no han recibido el reino, pero tendrán poder por una hora junto a la bestia.
Persiguen todos una sola meta, y pondrán su autoridad y sus fuerzas al servicio de la bestia.
Harán la guerra al Cordero, pero el Cordero los vencerá, porque es Señor de señores y Rey de reyes, y con él vencerán los suyos, los llamados y elegidos y que se mantienen fieles.»
El ángel prosiguió: «Las aguas que has visto, a cuyo borde está sentada la prostituta, representan pueblos, multitudes y naciones de todos los idiomas.
Los diez cuernos y la misma bestia planearán maldades contra la prostituta, la arruinarán y la dejarán desnuda, comerán sus carnes y la consumirán por el fuego.
Porque Dios se vale de ellos para ejecutar su plan, y les ha inspirado la misma intención de poner sus fuerzas al servicio de la bestia hasta que se cumplan las palabras de Dios.
Esa mujer que has visto es la Gran Ciudad, la que reina sobre los reyes del mundo entero.»
Después de esto vi bajar del cielo a otro ángel. Era tan grande su poder, que toda la tierra quedó iluminada por su resplandor.
Gritó con voz potente: «¡Cayó, cayó la Gran Babilonia! Se ha convertido en guarida de demonios, en refugio de espíritus inmundos, en nido de aves impuras y asquerosas; porque con el vino de su prostitución se han emborrachado todas las naciones; los reyes de la tierra pecaron con ella, y los comerciantes del mundo se hicieron ricos con ella, pues era buena para gastar.»
Oí otra voz que venía del cielo y decía: «Aléjate de ella, pueblo mío, no sea que te hagas cómplice de su maldad y tengas que compartir sus castigos; porque sus pecados se han apilado hasta el cielo y Dios se ha acordado de sus maldades.
Devuélvanle según ella ha dado, páguenle el doble de lo que ha hecho, viértanle doble medida de lo que ella daba de beber.
Que sufra tantos tormentos y penas como fueron su orgullo y su lujo. Se dice a sí misma: ¡Domino como reina, no soy viuda, nunca conoceré el lamento!.
Por eso, y en un solo día, caerán sobre ella sus plagas: muerte, lamentos y hambre, y quedará consumida por el fuego; pues poderoso es su juez, que es Dios, el Señor.»
Llorarán y harán duelo por ella los reyes de la tierra que con ella se acostaban y lo pasaban bien cuando vean la humareda de su incendio.
Se detendrán a distancia aterrados ante su suplicio y exclamarán: «¡Ay, ay de la gran ciudad, de Babilonia, ciudad poderosa, que en una hora te arrasó el juicio!»
Llorarán y se lamentarán por ella los comerciantes de la tierra, porque ya no hay quien compre sus mercaderías: sus cargamentos de oro, plata, piedras preciosas y perlas; telas de lino fino y púrpura, vestidos de seda y escarlata; maderas perfumadas, objetos de marfil y muebles muy costosos; bronce, hierro y mármol; especias, perfumes, mirra e incienso; vino y aceite, harina y trigo, vacunos y corderos, caballos y carruajes, esclavos y mercadería humana.
Dirán: «Ya no verás más las frutas que ansiabas. Se acabó para ti el lujo y esplendor, y jamás volverán.»
Los que traficaban con estas cosas y con ella se enriquecían, se mantendrán a distancia horrorizados por su castigo. Llorando y lamentándose dirán a gritos: «¡Ay, ay, de la Gran Ciudad, la que se vestía de lino, púrpura y escarlata y resplandecía de oro, piedras preciosas y perlas! ¡En una hora se acabó tanta riqueza!» Todos los capitanes, navegantes, marineros y cuantos se ocupan en los trabajos del mar se detuvieron a distancia y gritaron al contemplar la humareda de su incendio: «¿Dónde se ha visto jamás ciudad como ésta?»
La mujer vestía ropas de púrpura y escarlata, y resplandecía de oro, piedras preciosas y perlas. Tenía en la mano una copa de oro llena de cosas repugnantes, que eran las impurezas y la lujuria de la tierra entera.
En su frente se podía leer su nombre, escrito en forma cifrada: Babilonia la Grande, la madre de las prostitutas y de los abominables ídolos del mundo entero.
Y observé que la mujer se había embriagado con la sangre de los santos y de los mártires de Jesús. Esta visión me dejó muy sorprendido, pero el ángel me dijo: «¿Por qué te maravillas? Voy a explicarte el misterio de esta mujer y de la bestia que la lleva, la de las siete cabezas y los diez cuernos.
La bestia que has visto era, pero ya no es. Sube del abismo, pero camina hacia su perdición. Los habitantes de la tierra, cuyo nombre no fue escrito en el libro de la vida desde la creación del mundo, se asombrarán al descubrir que la bestia era, pero ya no es y pasa pronto.
A ver si ustedes lo adivinan. Las siete cabezas son siete colinas sobre las que la mujer está asentada.
Y son también siete reyes, de los cuales cinco han caído ya, uno está en el poder y el otro no ha llegado aún, y cuando llegue, habrá de durar poco tiempo.
La bestia que era y ya no es, hace el octavo, pero es uno de los siete, y camina hacia su destrucción.
Los diez cuernos son diez reyes que todavía no han recibido el reino, pero tendrán poder por una hora junto a la bestia.
Persiguen todos una sola meta, y pondrán su autoridad y sus fuerzas al servicio de la bestia.
Harán la guerra al Cordero, pero el Cordero los vencerá, porque es Señor de señores y Rey de reyes, y con él vencerán los suyos, los llamados y elegidos y que se mantienen fieles.»
El ángel prosiguió: «Las aguas que has visto, a cuyo borde está sentada la prostituta, representan pueblos, multitudes y naciones de todos los idiomas.
Los diez cuernos y la misma bestia planearán maldades contra la prostituta, la arruinarán y la dejarán desnuda, comerán sus carnes y la consumirán por el fuego.
Porque Dios se vale de ellos para ejecutar su plan, y les ha inspirado la misma intención de poner sus fuerzas al servicio de la bestia hasta que se cumplan las palabras de Dios.
Esa mujer que has visto es la Gran Ciudad, la que reina sobre los reyes del mundo entero.»
Después de esto vi bajar del cielo a otro ángel. Era tan grande su poder, que toda la tierra quedó iluminada por su resplandor.
Gritó con voz potente: «¡Cayó, cayó la Gran Babilonia! Se ha convertido en guarida de demonios, en refugio de espíritus inmundos, en nido de aves impuras y asquerosas; porque con el vino de su prostitución se han emborrachado todas las naciones; los reyes de la tierra pecaron con ella, y los comerciantes del mundo se hicieron ricos con ella, pues era buena para gastar.»
Oí otra voz que venía del cielo y decía: «Aléjate de ella, pueblo mío, no sea que te hagas cómplice de su maldad y tengas que compartir sus castigos; porque sus pecados se han apilado hasta el cielo y Dios se ha acordado de sus maldades.
Devuélvanle según ella ha dado, páguenle el doble de lo que ha hecho, viértanle doble medida de lo que ella daba de beber.
Que sufra tantos tormentos y penas como fueron su orgullo y su lujo. Se dice a sí misma: ¡Domino como reina, no soy viuda, nunca conoceré el lamento!.
Por eso, y en un solo día, caerán sobre ella sus plagas: muerte, lamentos y hambre, y quedará consumida por el fuego; pues poderoso es su juez, que es Dios, el Señor.»
Llorarán y harán duelo por ella los reyes de la tierra que con ella se acostaban y lo pasaban bien cuando vean la humareda de su incendio.
Se detendrán a distancia aterrados ante su suplicio y exclamarán: «¡Ay, ay de la gran ciudad, de Babilonia, ciudad poderosa, que en una hora te arrasó el juicio!»
Llorarán y se lamentarán por ella los comerciantes de la tierra, porque ya no hay quien compre sus mercaderías: sus cargamentos de oro, plata, piedras preciosas y perlas; telas de lino fino y púrpura, vestidos de seda y escarlata; maderas perfumadas, objetos de marfil y muebles muy costosos; bronce, hierro y mármol; especias, perfumes, mirra e incienso; vino y aceite, harina y trigo, vacunos y corderos, caballos y carruajes, esclavos y mercadería humana.
Dirán: «Ya no verás más las frutas que ansiabas. Se acabó para ti el lujo y esplendor, y jamás volverán.»
Los que traficaban con estas cosas y con ella se enriquecían, se mantendrán a distancia horrorizados por su castigo. Llorando y lamentándose dirán a gritos: «¡Ay, ay, de la Gran Ciudad, la que se vestía de lino, púrpura y escarlata y resplandecía de oro, piedras preciosas y perlas! ¡En una hora se acabó tanta riqueza!» Todos los capitanes, navegantes, marineros y cuantos se ocupan en los trabajos del mar se detuvieron a distancia y gritaron al contemplar la humareda de su incendio: «¿Dónde se ha visto jamás ciudad como ésta?»
Y echando polvo sobre su cabeza, decían llorando y lamentándose: «¡Ay, ay de la Gran Ciudad, donde se hicieron muy ricos, gracias a su lujo, cuantos tenían naves en el mar! ¡En una hora ha quedado devastada!»
¡Alégrense por ella, cielos, y también ustedes los santos, los apóstoles y los profetas! Porque Dios les ha hecho justicia y les hizo pagar."
En resumen, el Apocalipsis se nos dibuja como final de la Gran Ciudad que reina sobre los reyes del mundo entero, y la moraleja será que estaban largamente avisados.