Amo todo lo extraño, amo todo lo exótico;
lo equívoco y morboso, lo falso y lo anormal:
tan sólo calmar pueden mis nervios de neurótico
la ampolla de morfina y el frasco de cloral.
Amo las cosas mustias, aquel tinte clorótico
de hampones y rameras, pasto del hospital.
En mi cerebro enfermo, sensitivo y caótico,
como araña poeana, teje su red el mal.
No importa que los otros me huyan. El aislamiento
es propicio a que nazca la flor del sentimiento:
el nardo del ensueño brota en la soledad.
No importa que me nieguen los aplausos humanos
si me embriaga la música de los astros lejanos
y el batir de mis alas sobre la realidad.
El fentanilo fue sintetizado en 1959 por Paul Janssen y comercializado a través de su laboratorio, Janssen Pharmaceutica, como un anestésico intravenoso entre 75 y 125 veces más fuerte que la morfina. En 1990 la misma compañía lanzó al mercado los parches de fentanilo, pero no fueron suficientes para mitigar el dolor de muchos pacientes, por lo que se continuó con la producción de piruletas a finales de esa década. Posteriormente, se fabricaron láminas bucales, pulverizadores nasales y comprimidos sublinguales; sin embargo, comenzaron a aparecer dos problemas en los pacientes: la tolerancia y la dependencia.
Es importante señalar que existe una fuerte tendencia entre los adictos a consumir diferentes tipos de drogas, lo que provoca un aumento en la experiencia psicoactiva, provocando un fenómeno conocido como “tolerancia cruzada”, es decir, que maximiza la estimulación si se consumen diferentes drogas y se tienen efectos similares si se combinan drogas, por ejemplo: el consumo de alcohol con benzodiazepinas, cannabis o cocaína; el uso simultáneo de heroína, benzodiazepinas y antihistamínicos; la ingesta de alcohol u otros opioides (metadona, fentanilo, etc.) y el consumo de cocaína y otros estimulantes.
Por consiguiente, los consumidores de drogas en Estados Unidos no son cautivos de algún tipo de droga en específico, sino que pueden ser ocasionales o adictos a una gran variedad de drogas. De ahí que se siga considerando al cigarro y al alcohol como una posible entrada hacia drogas ilegales y que, por lo tanto, el consumo de cannabis entre los jóvenes sea, de hecho, la principal puerta hacia otras sustancias psicoactivas.
La llamada "droga zombie", el fentanilo, ha causado un aumento de muertes en varios países occidentales, sobre todo en Estados Unidos. El Informe Mundial de Drogas de 2016 muestra al fentanilo como un opiáceo sintético, es decir, un opioide. Son opioides la heroína, la buprenorfina, la metadona y el fentanilo.
Son opiáceos la morfina, la codeína, la tebaína, la papaverina y la noscapina. Los opiáceos son sustancias naturales que se encuentran en el zumo de las semillas de la adormidera, que seco y fermentado se denomina opio y contiene una mezcla de alcaloides como los citados.
De acuerdo con información de la Administración Antidrogas (DEA, por sus siglas en inglés) y de la Oficina de Inmigración de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) el fentanilo es la principal sustancia química para elaborar heroína, metanfetaminas, anfetaminas, pastillas psicotrópicas y otros narcóticos que entran en la categoría de opioide.
El equivalente a un grano de sal de fentanilo puro puede producir el efecto de euforia propio de la heroína, pero dos granos podrían detener la respiración en un adulto y matarlo en cinco o 10 minutos.
Su elaboración clandestina causa efectos letales, incluso por inhalación de partículas suspendidas en el aire. Por ello la policía de Estados Unidos, en muchas ocasiones, omite manipular equipajes o bolsas cuando se sospecha de la existencia de fentanilo, y sólo mantiene la custodia hasta que lleguen técnicos de laboratorio.
Es importante considerar que, de todos los grupos delictivos que existen en el mundo, los cárteles mexicanos se han convertido en los primeros proveedores de heroína, cocaína, metanfetamina y marihuana a Estados Unidos; sin lugar a dudas, son los grupos delictivos más violentos que existen y no hay evidencia de que alguna otra organización delictiva de otro país los suplante.
El fentanilo ilegal que se trafica de México a Estados Unidos proviene, como precursor químico en forma más pura, de China y Estados Unidos. El fentanilo que se produce en China lo compran legalmente los cárteles mexicanos en algunas de las miles de páginas de internet que hay para ese mercado. Los envíos desde China se hacen por paquetería, en especial por Federal Express (Fedex) y por el Servicio Postal de Estados Unidos (USPS). Pero primero tiene que llegar, obligatoriamente, al centro de redistribución de Fedex en Memphis, Tennessee, o al del USPS en San Francisco, California; y posteriormente salen de estos centros hacia México.
A Memphis y a San Francisco llegan todos los días decenas de miles de paquetes de China. Para Fedex y USPS es una tarea imposible revisar cada uno, y por eso tal es el método preferido de los cárteles de México para conseguir el fentanilo chino.
En el mercado negro de Estados Unidos el kilo de heroína se obtiene por entre 40 y 60 mil dólares, pero el fentanilo alcanza el millón o millón y medio de dólares. Los cárteles mexicanos lo rebajan con heroína de mala calidad para agrandar las ganancias. Asimismo, es mucho más cómodo transportar una bolsa con un kilo de fentanilo que puede generar miles de dosis y hacer millonario a quien lo trafique.
El fentanilo es más barato de elaborar que la marihuana y la cocaína, pues no requiere de grandes extensiones de tierra para su cultivo, ni mucha mano de obra, y los insumos se obtienen de forma relativamente fácil en el mercado internacional debido a su poca regulación. Es preciso señalar que los cárteles mexicanos cada vez dependen menos de los insumos traídos de China para elaborar estupefacientes, pues los pueden importar de Estados Unidos, país que los trae a su vez de China.
Por otra parte, hasta 2009 la mayoría de los jóvenes dedicados al narcotráfico hacia Estados Unidos traficaban principalmente con marihuana, pero para 2017 las principales drogas comenzaron a ser metanfetamina, heroína y cocaína. Lo anterior refrenda el argumento de que la tendencia en el consumo de drogas la impone el oferente y no el demandante.
Además, otra preocupación para las autoridades es el riesgo que corren no sólo los jóvenes, sino los agentes fronterizos, policías y militares, al estar en contacto directo con el fentanilo a través de la inhalación o el contacto con la piel, provocando la muerte en pocos minutos.
Se calcula que aproximadamente 80 por ciento de los consumidores de heroína en Estados Unidos fueron consumidores habituales de píldoras para el dolor, las cuales no necesariamente contenían fentanilo, pero generaron adicción a los medicamentos prescritos. Además, debido a las restricciones de medicamentos, se elevó el precio de las píldoras de oxicodona, por lo tanto, los cárteles mexicanos vieron la oportunidad de utilizar el fentanilo para que les generase más ganancias en el negocio de la heroína, pues es más barato y disponible que la goma de opio obtenida de la flor de la adormidera, puede ser hasta 20 por ciento más rentable que la heroína; es decir, el precursor de la heroína se puede producir en un laboratorio sin la necesidad de cultivar la amapola.
La Rand Corporation (consultoría que da capacitación a las fuerzas armadas estadounidenses) estima que el valor del mercado estadounidense de drogas en Estados Unidos fue de 100 mil millones de dólares en 2010. La marihuana representó un mercado de 40.600 millones de dólares; la cocaína de 28.300 millones de dólares, igual que la heroína y la metanfetamina llegó a los 13.000 millones.
Forbes México consultó una audiencia del Senado de Estados Unidos sobre el Control Internacional de Narcóticos, en la cual se indicó que el mercado de drogas ilícitas en Estados Unidos tiene un valor de 150,000 millones de dólares, mientras que a nivel global alcanza hasta los 652,000 millones de dólares, según Global Financial Integrity.
Estados Unidos considera el consumo de fentanilo como una epidemia debido al alto número de muertes por sobredosis que ha causado. Además, señala a los cárteles mexicanos de la droga, principalmente el Jalisco Nueva Generación y el de Sinaloa, como los principales responsables de introducir el opioide a su país, en colusión con redes de tráfico chinas.
Estados Unidos ha vivido diferentes olas de consumo de opioides. La primera ocurrió en la década de 1990 y comenzó con un aumento en la prescripción de opioides, inclusive algunas compañías farmacéuticas fueron señaladas de contribuir con el consumo de opioides recetados.
La segunda ola, relató Realuyo, comenzó en 2010, con un rápido aumento en las muertes por sobredosis de heroína procedente de México. La tercera ola comenzó en 2013, con aumentos significativos en las muertes por sobredosis de opioides sintéticos, en particular aquellas relacionadas con fentanilo fabricado ilícitamente. El mercado de fentanilo continúa creciendo y se puede encontrar en combinación con heroína, píldoras falsificadas y cocaína, y la mayor parte del fentanilo proviene de China y México.
Los cárteles mexicanos también han empezado a a mover las ganancias de las drogas al sistema bancario chino, lo que facilita la compra de precursores químicos y bienes de consumo comerciales fabricados en China y, por lo tanto, para lavar grandes cantidades de dinero proveniente de la venta de drogas para que sea blanqueado.
Los pedidos y compras de China se negocian a través de internet y se pagan con diferentes métodos de pago: negocios de servicios monetarios, transferencias bancarias o procesadores de pago en línea o monedas virtuales convertibles (CVC) como bitcoin, bitcoin cash, ethereum o monero.
Cuando lo receta un médico, el fentanilo se puede administrar en forma inyectable, en forma de un parche que se coloca sobre la piel o en forma de pastillas que el paciente disuelve en la boca.
El fentanilo que se consume ilegalmente y que está asociado con más frecuencia con las sobredosis recientes se fabrica en laboratorios. Este fentanilo sintético se vende ilegalmente en forma de polvo, vertido en gotas sobre papel secante, en envases de gotas para los ojos o rociadores nasales o en pastillas parecidas a las de otros opioides recetados.
Al igual que la heroína, la morfina y otras drogas opioides, el fentanilo actúa uniéndose a los receptores opioides que se encuentran en áreas del cerebro que controlan el dolor y las emociones. Después de consumir opioides muchas veces, el cerebro se adapta a la droga y su sensibilidad disminuye, lo que hace que resulte difícil sentir placer con otra cosa que no sea la droga. Cuando una persona se vuelve adicta, la búsqueda y el consumo de la droga se apoderan de su vida.
Cuando se produce una sobredosis de fentanilo, la respiración se puede hacer muy lenta o detenerse por completo. Esto puede reducir la cantidad de oxígeno que llega al cerebro, lo que se conoce como hipoxia, lo cual puede llevar a un estado de coma y causar daños permanentes en el cerebro o bien, la muerte.
Las autoridades médicas estadounidenses y europeas tienen una nueva y peligrosa droga de la que preocuparse. Son los nitacenos y han matado ya a más de 200 personas a ambos lados del Atlántico desde que fueron detectados por primera vez en las calles en el 2019.
Conocida como droga fránkenstein por la posibilidad de modificar su estructura química para potenciar sus efectos, los nitacenos son una clase de opioides sintéticos que engloban más de 20 compuestos diferentes. Su historia arranca en la década de los años 50 del siglo pasado. Entonces, la empresa química suiza CIBA realizó pruebas con estas sustancias para el tratamiento del dolor, pero nunca fueron aprobados para su uso médico, según explica Christopher Holstege, director del centro de Toxicología de Blue Ridge, en Virginia, en un artículo publicado en The Conversation. «Las pruebas que se realizaron no demostraron que fueran más efectivos que la morfina y otros opiáceos», añade el experto de la UPV/EHU.
Sus efectos son similares a los de la morfina, la oxicodona, la heroína y el fentanilo, pero su potencia es muy superior. Según las pruebas de laboratorio, algunos de ellos serían entre cientos y miles de veces más potentes que la morfina y entre 10 y 40 más que el fentanilo.
La variante más conocida en las calles es el isotonitaceno, conocido popularmente como Iso o Tony. Su presencia fue notificada por primera vez al Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías en julio del 2019. Dos años después, en el 2021, el Ministerio de Sanidad lo clasificó como una droga «al provocar daños para la salud derivados de su aguda toxicidad y de su potencial de crear dependencia o propensión al abuso, considerándose estos daños potencialmente mortales».
Como el resto de nitacenos, se puede consumir en forma de pastilla, polvo o líquido y suele mezclarse con otras sustancias como la heroína, las benzodiacepinas o el fentanilo. Su presencia no se detecta en las pruebas rutinarias de los hospitales.
El consumo de fentanilo ilegal procedente del narcotráfico está generando una auténtica ola de autodestrucción entre las poblaciones vulnerables, provocando muertes por sobredosis y amputaciones de miembros. También escenas escalofriantes de personas ausentes y sin control de sus movimientos más básicos que circulan cada vez más por las redes sociales.
Pero lo ha generado en Estados Unidos; la situación en España y en Europa es residual que evidencia un panorama completamente diferente al que se vive en San Francisco, Filadelfia, Nueva York y otras ciudades de Estados Unidos, territorios que viven un grave problema de adicción entre sus poblaciones.
Es cierto que en España el uso de opioides —y de analgésicos en general— crece de manera continuada en los últimos años. Pero es importante entender dos cosas: la primera, que vivir con dolor es indigno y que se deben buscar alternativas; y la segunda, que la familia de los opioides es muy grande y que no todos son iguales. Más del 60 % de los fármacos de este grupo que se consumen en España son de efectos retardados, menos peligrosos que los de liberación rápida que causaron estragos en Estados Unidos y Canadá en los años noventa. Según datos del Ministerio de Sanidad del 2021, el 65,9 % de las prescripciones realizadas de opioides corresponden al tramadol (solo o en una combinación con paracetamol). El 13,27 % del total se corresponden a fentanilo.
«Se está dando mucho opioide, sí, pero es que antes se daban muy poco. Hace dos décadas, España estaba a la cola de prescripción de analgésicos. De cualquier tipo. Para la OMS, uno de los indicadores de desarrollo sanitario es, precisamente, la prescripción de analgésicos. Un mayor número de analgésicos es un indicador de que se trata el dolor y de que antes no se hacía», explicaba María Madariaga, presidenta de la Sociedad Española del Dolor (SED), a La Voz de la Salud. Para ella, este aumento es sinónimo de progreso.
«Nosotros hemos hecho diferentes estudios y no se detecta un repunte de las adicciones a los analgésicos. Es verdad que se recetan mucho más, pero tenemos una gran arma que es la receta electrónica, que nos permite saber cuándo se disparan los consumos», recalca Marta Torrens, psiquiatra experta en adicciones del Hospital del Mar en Barcelona y coordinadora de la red de investigación en adicciones del Hospital del Mar Research Institute y la red nacional de investigación en adicciones en la atención primaria.
En España hay fentanilo, así como otros productos derivados del fentanilo. En el catálogo de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (Aemps) existen 153 fármacos disponibles que contienen fentanilo o similares —remifentanilo, citrato de fentanilo, citrato de sufentanilo, alfentanilo— como principal ingrediente en sus formulaciones. Existen distintas vías de administración. Los parches de absorción transdérmica son uno de los más populares, pero también las cápsulas sublinguales o los preparados para pulverización nasal.
Esta es la pata legal, pero los expertos ven plausible que exista fentanilo que se mueva de manera ilegal en las calles. Es muy poco, casi podría decirse que la cantidad es anecdótica, al menos a día de hoy, pero existe. Marta Torrens, que es además catedrática de Psiquiatría de la Universidad de Vic y Central de Cataluña (UVIC), ha conocido de primera mano casos de personas con problemas con esta sustancia. «El contacto que hemos tenido es muy poco y su origen está relacionado con historias clínicas vinculadas al dolor. Pacientes a los que les fue recetado fentanilo y que llegaron a un punto en el que se dieron cuenta de que estaban abusando de él o que presentaban conductas de las que se conocen como de riesgo o 'aberrante'. Hemos trabajado mucho y hemos tenido algún caso de adicción a fentanilos, pero exclusivamente prescritos».
El número de adictos que llegan al fentanilo desde fuera de los circuitos sanitarios, obteniéndolo del menudeo, es mínima. «De momento hay muy, muy pocos», confirma Torrens que recuerda que el principal problema de adicciones a sustancias ilegales en España es, por goleada, el de la cocaína: «En España el gran problema que tenemos es la cocaína, en nuestro territorio tenemos más un problema de estimulantes que de otra cosa. Eso en el mundo de las drogas ilegales, porque en el ámbito legal el principal problema sigue siendo el alcohol. Los opiáceos continúan a la baja; no hay un repunte ni de la heroína ni de otros opiáceos».
En territorios como Cataluña existen salas de consumo para personas adictas que, además de salvar vidas gracias a la creación de entornos higiénicos y controlados para el consumo, sirven para analizar las sustancias consumidas por los usuarios.
«Hicimos un estudio con más de 800 muestras y encontramos poquísimo fentanilo. Es verdad que los cambios siempre son muy abruptos, que estamos ya en el 2024 y que estas muestras eran del 2021, pero también sabemos que si hubiese más presencia de fentanilos ilegales, tendríamos más sobredosis. Porque su potencia es entre cincuenta y cien veces mayor que la morfina. El alto riesgo de sobredosis es uno de los problemas más importantes del fentanilo y no se aprecia un incremento de sobredosis», atestigua Torrens. De momento, no se detecta una presencia destacable de fentanilos entre la población adicta.
Es prácticamente imposible que en España alguien que esté consumiendo fentanilo para tratar un problema médico no esté registrado en el sistema. Esto no ocurrió en Estados Unidos en los noventa, lo que propició la aparición de una legión de adictos de la noche a la mañana. Thomas Sydenham, uno de los más grandes médicos de la historia de Gran Bretaña, escribió en 1680 una frase que todavía hoy es recordada por aquellos profesionales que se dedican a tratar el dolor: «De entre todos los remedios de los que Dios Todopoderoso le ha complacido dar al hombre para aliviar los sufrimientos, no hay ninguno que sea tan universal y tan eficaz como el opio». No hay ninguna duda de que todos los productos derivados de este narcótico son capaces de generar una dependencia en el paciente, ¿pero quién no querría ante un dolor insoportable disponer en el arsenal terapéutico de un producto que lo haga desaparecer?