GUZMAN1

viernes, 17 de octubre de 2014

PROTOCOLOS DE ACTUACIÓN DEL BUNKER.

Hay mucho que decir sobre cómo en España se afrontan los imprevistos, que es igual a cómo se afronta toda situación previsible o incluso prevista en un protocolo de seguridad.

Las actas de las reuniones del gabinete de crisis creado para afrontar la avería del Prestige en 2002 demuestran la falta absoluta de conocimiento sobre la estrategia a seguir en caso de desastre.

No hubo debate técnico por los responsables de la Marina Mercante, que adoptaron decisiones a la buena de dios y antes de disponer de informes de la situación del buque.

El primer día hubo una primera reunión en A Coruña tras la alerta del petrolero, sin resultado. Al día siguiente el Gobierno propuso remolcar el petrolero y alejarlo de la costa española, sin más.

A su vez, los charlatanes de los medios y de los partidos hablaban a la ligera de llevar el petrolero a un puerto de abrigo sin importarles los daños de su estructura ni los riesgos. Como si los coruñeses no hubieran tenido bastante cuando en 1976 el petrolero español Urquiola tocó fondo y explotó dentro del puerto, derramando 100.000 toneladas de crudo.

La Marina Mercante propuso las dos alternativas: alejar el "Prestige" todo lo posible de la costa española, o mantenerlo cerca con riesgo de un nuevo vertido. O sea, ni lo uno ni lo otro.

Total, que mientras piden ayuda a la Unión Europea, finalmente el casco agrietado se rompe y el buque se hunde. El derrame de petróleo del "Prestige" ha sido considerado el tercer accidente más costoso de la historia ya que la limpieza del vertido y el sellado del buque tuvieron un coste de 12.000 millones de dólares según algunas fuentes.

No hablemos del alboroto montado contra el Gobierno de entonces, que fue tanto como tan cínico si tenemos en cuenta que años después, seguimos sin saber cómo actuar si se produce ese tipo de emergencia. Prevenir ¿para qué?.




Y ahora llega la crisis del ébola. Qué asco de gente los que se oponen a repatriar a un médico (por ser misionero) sin saber cuántos portadores del virus viajan en avión o acaban de volver de Africa, quizás por negocios privados o por hacer turismo. Las posibilidades de que aparezca un nuevo enfermo donde menos se le espera es lo que las autoridades deberían tener previsto.

El asunto es que los protocolos de actuación no se cumplen, y eso si existen. De momento, más dudas sobre la preparación del personal y medios de los hospitales que por los fallos humanos.

Para las emergencias, improvisación. Oficialmente todo está organizado de maravilla, y como no es así, la oposición aprovecha para lucirse con abucheos florales pero sin proponer alternativa.

Pasar, nunca pasa nada más porque nadie asume errores ni tampoco responsabilidades. A los que sí nos pasan cosas por su culpa es a los demás.

Como se trata de encubrir la patraña, los responsables presentan sus informes de que todo está muy bien supervisado para que las cosas funcionen. Ya lo vemos. Los mecanismos de control no han servido ni para advertir la quiebra de entidades fundamentales del sistema, como las Cajas de Ahorros.

El Consejo Supervisor del BCE, organismo encargado de vigilar la banca de la zona del euro a partir de noviembre de 2014, ha advertido de que algunas entidades financieras europeas no tienen futuro. Nos tienen que avisar los de fuera de lo que callaron los responsables de aquí.

Las entidades reguladoras del sistema "cuidan" muy a su manera de que no nos engañen las compañías telefónicas, ni las eléctricas, y de que el dinero de los Bancos esté bien vigilado. Tan a su manera que ni se nota. Es igual que el control de la cosa pública, porque todo y uno es la misma cosa.





Cuando les sobre algo para los demás que avisen. Son nuestros intereses los que son distintos de los que ocupan el poder. Los esclavos tenían derecho a manutención, pero el actual sistema puede funcionar sin nosotros.

La locomotora del Estado quema para funcionar los recursos que los ciudadanos destinarían al consumo y al ahorro. Y por eso el círculo de los que viven del Estado guarda celoso al gigante que les da de comer.

No se puede esperar que los políticos hagan lo que decían que había que hacer para que no estemos siempre en las mismas. Porque desde la primera tribuna sólo oímos cruces de acusaciones que luego nos enteramos de que son ciertas todas ellas. Y encima, el desorden político es el velo que cubre los abusos.

Mientras no tenemos ni derecho a saber por dónde se va el dinero, vivimos bajo la inspección de jacobinos del Terror Fiscal como Montoro, quien defiende subir además los impuestos autonómicos por si nos sobra.

Sus protocolos de actuación son considerar a todo ciudadano como probable evasor. Y para los evasores de verdad hay otro protocolo, que es la amnistía fiscal.


Redistribuir para los ricos, eso es el sistema que algunos creen que, como les ha quitado sus derechos y les ha impuesto sus reglas, debe completar su intervención dándoles de comer y un techo. Claro, si debemos darlo todo por sostenerlo por lo menos que nos quede para vivir. Es una forma de verlo.

Algo habrá que hacer para forzar a los que durante generaciones han gobernado con la idea de que el Estado en sí no es asunto de nuestra incumbencia, ni que merezcamos explicaciones sobre su gestión y cumplimiento de objetivos. 

Se agotó el tiempo de las divagaciones para entretener a los partidarios, porque cuando éstos ven que no defienden sus principios votarán a otros que los defiendan mejor. Vehemencia sin contenido mientras muchas cabezas se giran hacia cualquiera cuyos principios parezcan haber quedado en pie tras el desplome moral de los viejos partidos, espejos de su historia.

Los que dicen bobamente estar orgullosos de nuestra historia será porque no quieren ver todo lo malo de nuestro pasado y seguramente tampoco de nuestro presente.

La Segunda República es un ejemplo de ilusión mental excusada como "democracia inmadura" que en el poco tiempo que duró se convirtió en campo de tiro del pistolerismo entre señoritos y revolucionarios. En la guerra civil no estaba en juego la libertad, como ahora dicen, sino el signo político del nuevo estado totalitario que surgió de su caída.

Lo que parecen añorar algunos no es el inexistente "orden republicano" sino el fracaso de todas sus instituciones y la consecuente toma del poder por distintas facciones, en ambos lados. Cualquier nostalgia de lo que pudo haber sido es una ridícula mitificación de un cortísimo período histórico que acabó en venganza tumultuosa por sus excesos.

Los librepensadores fueron represaliados por ambos bandos, o al menos silenciados. Por no hablar de los propios combatientes que fueron víctimas de las órdenes recibidas de los poderes públicos a los que quedaron sometidos. Todos los movilizados en 1938 fueron llamados "la quinta del monte" por los muchos que prefirieron irse allí antes que incorporarse a las filas de suicidas o verdugos de ambos bandos.

Algunos quieren retomar el camino republicano donde otros lo dejaron. Mejor dicho, un poco antes, porque muchos lo dejaron en el paredón.

A la dictadura que vino después también se le puede llamar República porque no había Rey, y si carece de sentido hacer bandera del franquismo, también lo es hacerlo del régimen republicano, fracasado más que derrotado.

Un lustro largo es todo lo que fue la Segunda República, cuya herencia es el absurdo debate entre izquierdas y derechas, y un estado oligárquico que lo seguirá siendo vengan quienes vengan, como lo fue y es la "nomenklatura" de los países comunistas.

Que es algo parecido a lo que amenaza venir con unos o con otros: la consolidación del control político de todos los sectores ante la complacencia de un poder judicial arrastrado y roñoso, y de unas instituciones abandonadas a su suerte. Puede que a los más jóvenes les parezca una novedad, pero esto es muy parecido a lo que se redujo al final la dictadura. Y otras dictaduras, republicanas o no.