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jueves, 8 de noviembre de 2018

"No hay cosa más pesada que una deuda recordada."




La Comisión Europea es el órgano ejecutivo de la Unión Europea y vela por su interés general. Desde 2014, los países de la UE tuvieron que tener en cuenta los resultados de las elecciones al proponer un candidato para la Presidencia de la Comisión Europea, a fin de que sea más democrática y más cercana a sus ciudadanos.

La Comisión intenta mantener una mejor relación con el Parlamento Europeo, pero también con los parlamentos nacionales de cada país. Su forma de actuación se asemeja a la de la extinta Unión Soviética, con sus planes quinquenales.

Junto con Estados Unidos y China, la Unión Europea es uno de los tres mayores actores mundiales del comercio internacional. El valor total de todos los bienes y servicios producidos (PIB), es mayor que la economía estadounidense. Casi dos tercios del comercio total de los países de la UE se efectúa entre los países miembros, lo que hace que los beneficios comerciales sean acaparados por las potencias fabricantes de productos finales. La UE alberga solamente al 6,9% de la población mundial, pero su comercio con el resto del mundo representa aproximadamente un 15,6% de las importaciones y exportaciones mundiales.

Al ser un mercado único de 28 países, la UE sería el ámbito idóneo para que los países miembros, con independencia de su tamaño, se beneficiasen de las economías de escala. En realidad, los países grandes siguen reteniendo mejor capacidad de sujetar mercados y la competencia es desigual.

La política económica de la UE lleva un curso intervencionista, que probablemente se incrementará debido a los populismos de izquierda y derecha que prosperan en el continente. Las potencias principales se revuelven contra las injerencias de Bruselas en defensa de sus intereses particulares, mientras los socios menos favorecidos reclaman ser ellos los que dirijan la intervención políticoeconómica en cada país.

No tienen en cuenta aquella frase de Abraham Lincoln que dice: "No podéis otorgar la fuerza al débil debilitando al fuerte; no podéis ayudar al pobre arruinando al rico." Pero también Bruselas ignora esta filosofía atenazando a países y a ciudadanos.


Los impuestos que recaudan los países miembros van en gran parte a sostener la burocracia europea y a devolver los créditos del Banco Central Europeo. Casi el 22% de la deuda pública española ya está en manos del BCE. La autoridad monetaria ha acumulado bonos españoles desde el rescate de la deuda europea con un programa de compra de activos del sector público que ha permitido mantener bajo control la prima de riesgo de la mayor parte de los países europeos.

En concreto, la deuda española es la cuarta con mayor presencia en la cartera del banco central, solo por detrás de los bonos alemanes, franceses e italianos.

Italia presenta una deuda pública enorme con una economía que produce y vende bienes y servicios insuficientes para pagar sus deudas sin incurrir en más deuda. Dado que su PIB es uno de los más importantes de la zona euro, también lo es el volumen de deudas y por tanto el país paga unos intereses muy relevantes, que consumen una gran parte del gasto público. Estos últimos tiempos el país ha estado en situación de riesgo muy destacada por la prensa económica, y no se sabe cómo evolucionará.

La deuda pública en España ha crecido y está cerca del cien por cien del PIB. Nuestro país está entre los países con más deuda del mundo y nos puede pasar como a Italia si los políticos siguen incrementando el gasto público a base de más deuda.

Para seguir con este gasto público primero hay que lograr que crezca el Producto Interior Bruto. Para eso necesitamos más personas que estén trabajando, o bien introducir mejoras en la productividad, por ejemplo con cambios tecnológicos.

Si crece el PIB puede aumentar el empleo, pero si decrece es muy difícil. Una recesión genera paro, y a la vez hace que disminuya nuestro poder adquisitivo. En principio para producir más debe haber una mayor cantidad de ahorro disponible, y condiciones más favorables para la inversión de ese ahorro. De ese modo, será mayor la productividad del trabajo y por tanto existirá margen para salarios más altos al mismo tiempo que se abriría la posibilidad de producir a precios más baratos.

En teoría, mientras más capital tenga un país, mayores serían los salarios reales de toda la población, lo que contribuiría a un círculo virtuoso: a mayor salario real, mayor capacidad de ahorro, mayor capital, mayor inversión, mayor demanda de trabajo y mayor productividad, y así mayores salarios reales, etc.

Pero la teoría choca con la realidad de que los impuestos reducen el ahorro, la productividad no mejora ni tampoco el PIB, y pese a ello se sigue alimentando el gasto público desbordado desde las instituciones que nos gobiernan. Los gobiernos que hemos tenido no han hecho nada para cambiar el capitalismo de amiguetes que hasta ahora rige en nuestro país, ni Bruselas parece que vaya a solucionarnos la papeleta.