GUZMAN1

miércoles, 3 de julio de 2019

"El muerto es del mar cuando la tierra lejos está."



El Ministro del Interior italiano está llamando la atención de Europa con su política de rechazo a la inmigración irregular. El paso de personas a través de las fronteras sin atender las leyes del país de destino tiene como lógica consecuencia una reacción del mismo en orden a restituir la vigencia de su ordenamiento. Salvini no hace otra cosa que poner en marcha los instrumentos del Estado para hacer lo que está mandado, por mucho que otros países de la Unión estén demorando e inaplicando la normas migratorias del espacio único europeo.

Los tiempos han cambiado desde que millones de italianos partieron a las Américas y otros destinos con la esperanza de una vida mejor. Ahora los italianos pobres no se van, sino que reciben la atención de un Estado al que no le salen las cuentas para ayudar a tanta gente.

Por si fuera poco abandonar su cultura, familia y país por un futuro incierto, los desesperados que llegan a Europa lo hacen embarcándose en cualquier cosa que flote lo suficiente hasta que vengan a rescatarles. El desempleo y la falta de oportunidades económicas mueven a miles de personas a tomar este camino a costa de arriesgar sus propias vidas, y las de los menores que les acompañan.

Movidas aparentemente por la compasión, varias ONG fletan barcos con destino a aguas norteafricanas para rescatar a los náufragos voluntarios que se salvan así de una muerte casi segura. La gran mayoría tienen que pagar a las mafias que organizan los viajes suicidas, que muchas veces están en contacto con las ONG para avisarles de la salida de las embarcaciones y así coordinar los "salvamentos".

En lugar de devolverlos sanos y salvos a su puerto de origen, los barcos de rescate transportan a los balseros hasta puertos del Sur de Europa, llevando a cabo delitos de tráfico de seres humanos. Las ONG se defienden argumentando que los puertos de origen son lugares peligrosos y que estas operaciones no son clandestinas ni destinadas a la explotación sexual o laboral del inmigrante.

Salvini no se cree estas argumentaciones, pero la Justicia italiana ha puesto en libertad sin cargos a una capitán de barco acusada de facilitar la entrada ilegal de inmigrantes que han escogido el fatal trayecto. Salvini ya advirtió al barco Open Arms y al Alan Kurdi, que están navegando por el Mediterráneo, sobre "Multas, incautación de la embarcación, prohibición de ingreso en aguas territoriales y en caso de desobediencia, el arresto”.

Los modernos negreros financian su actividad sin tratar con el emigrante y reclamando solidaridad en los países occidentales con leyes antimigratorias. Lo cierto es que los salvamentos animan a otros inmigrantes a emprender viajes sin rumbo conocido con la esperanza de asilo político o salvoconducto para no ser rechazados o deportados por las autoridades. Los que saltan vallas fronterizas o entran escondidos en vehículos no reciben igual acogida, pero en países como España tampoco se les expulsa, lo que les permite residir legalmente en Europa hasta que se regularizan.

Algunos dicen que la inmigración contribuye al desarrollo social y cultural que enriquece la economía y las costumbres del país receptor. Lo cierto es que además de asimilarse a la población local al pasar el tiempo, los inmigrantes mantienen tradiciones no siempre compatibles con nuestro modo de vida, cuando no involucionistas. 

Los países europeos que ven disminuida su población nativa por envejecimiento, reciben de forma legal o ilegal a miles de inmigrantes para cubrir las vacantes de trabajo. Según la ONU, la inmigración no contribuye al aumento del desempleo local ni a la reducción de salarios, sino que contribuye al aumento de la demanda en el sector de bienes y servicios en el país de destino. Sin embargo, los inmigrantes saturan el mercado laboral y en países como el nuestro, donde los sindicatos no representan a los trabajadores, los extranjeros aceptan sueldos menores que los nacionales por los mismos empleos. La socialdemocracia no hace nada para impedirlo con el argumento de la solidaridad y por lo mismo se opone a la devolución de los ilegales a su país de origen.

El ministro de Asuntos Exteriores, Josep Borrell, ocupará el puesto de alto representante de la UE para la Política Exterior, o lo que es lo mismo, jefe de la diplomacia europea. A Borrell le tocará presidir las reuniones de ministros del ramo, buscar consensos, hacer propuestas y asegurar la coherencia de toda la acción exterior de la UE, incluido el comercio y la ayuda humanitaria. Dirigirá el Servicio Europeo de Acción Exterior, una especie de cuerpo diplomático europeo, y la Agencia Europea de Defensa. También será vicepresidente de la Comisión Europea, cargo que compagina el Alto Representante de Política Exterior y de Seguridad Común de la UE desde finales de 2009 tras la entrada en vigor del Tratado de Lisboa.

El jefe de la diplomacia española representa la posición socialdemócrata europea sobre la inmigración, que no afronta el problema de las pateras más que para proporcionar alojamiento o paso a terceros países. A Salvini le gustará que acojan a los que le sobran, así que Borrell se encargará de repartir por los principales destinos de Europa a los que tengan la suerte de llegar vivos. Todos los demás, ni se sabe cuantos, esperaron también el rescate que nunca llegó.