Y ahora vamos al minuto unánime
tras la gran cortina sacada de las olas
para las formaciones del corazón y su progreso
algo del cielo y sus interiores
algo de la partida hacia el lado opuesto
el doble tráfico en púrpura o sudario
despojado el aire de su océano
parecía saber lo que venía
como el hormiguero en marcha por la selva
en un ruido de arenas que se profanan
despojado el océano de sus olas
lloraba contra la lluvia
silbaba sus carbones para agrandarlos
y volver al origen autorizado a andar
cinco personas muertas y veinte heridas
dijo la catástrofe y se cubrió los ojos
el minuto unánime buscaba el corazón
tras la cortina sacada del océano
alguien miró el hogar que se alejaba
también el cielo al aire y sus interioridades
el problema es sencillo
las olas se separan
el avión se vuelca el aire canta
de un modo irremediable
el volcán suspira sus más viejos sueños
o sólo el corazón que dice ya está bueno
las olas se dan la mano y se despiden
Esta catástrofe alcanzó a las ciudades de Pompeya, Herculano y Estabia, que quedaron sepultadas por varias capas de ceniza volcánica. No puede decirse que no estaban avisados, porque un poderoso terremoto 17 años antes, causó una destrucción generalizada alrededor del golfo de Nápoles, y particularmente en Pompeya.
Otro sismo de menor magnitud en el año 64 fue registrado por Suetonio en su biografía de Nerón, y por Tácito en su obra Annales, ya que Nerón se encontraba en Nápoles actuando por primera vez en un teatro público cuando ocurrió el temblor. Suetonio registró que el emperador continuó cantando durante el terremoto hasta terminar su canción, mientras que Tácito escribió que el teatro colapsó poco después de ser evacuado.
Plinio el Joven escribió un relato de la gran erupción:
"Amplias capas de fuego iluminaban muchas partes del Vesubio; su luz y su brillo eran más vívidos por la oscuridad de la noche... era de día en cualquier parte del mundo, pero allí la oscuridad era más oscura y espesa que cualquier otra noche."
De acuerdo con un estudio de las capas de ceniza publicado en 1982, la erupción del Vesubio del año 79 se desarrolló en dos fases: primero una erupción que produjo una caída de piedra pómez y ceniza hacia el sur del volcán que se acumuló hasta en una capa de 2,8 metros en Pompeya, seguida por flujos piroclásticos que envolvieron Pompeya, quemando y asfixiando a los rezagados que se habían quedado en la ciudad. Oplontis y Herculano recibieron el peso de las marejadas y fueron enterradas por una fina capa de ceniza, piedra pómez, fragmentos de lava, y depósitos piroclásticos.
En Herculano, una especie de fango, mezcla de cenizas, lava y lluvia, inundó las calzadas y callejuelas de la ciudad, cubrió los tejados, y penetró por ventanas y rendijas. La gente salió horrorizada de sus casas y muy pocos pudieron huir de aquella ciudad italiana.
En Pompeya por su parte, el fenómeno se inició como una finísima lluvia de cenizas que nadie sentía. Luego cayeron piedras pómez de varios kilogramos de peso. La ciudad quedó envuelta en vapores de azufre que penetraron por las rendijas y hendiduras de las casas y villas, y se filtraron en las togas que la población se ponía en nariz y boca para protegerse. Los pompeyanos comenzaron a pasar angustiosos minutos, replegados en los rincones que podían encontrar. Y cuando en el último momento algunos trataron de huir, muchos murieron lapidados por las piedras pómez. Aterrorizada, la población retrocedió y se encerraba en sus casas. Pero era demasiado tarde. En algunos casos, los techos se derrumbaron, dejando sepultados a los inquilinos. Se calcula que murieron aproximadamente 5000 personas durante la erupción del monte Vesubio.
En una distancia de 18 kilómetros, el paisaje quedó asolado: los jardines no eran más que un terregal, y los campos estaban llenos de ramas ennegrecidas. Las partículas de cenizas se extendieron por África, Siria, y Egipto.
La erupción del volcán Krakatoa en 1883 se produjo en el estrecho de Sonda y terminó con el 70% de la isla de Rakata y con el archipiélago circundante, debido al colapso de una caldera.
La erupción fue uno de los eventos más mortíferos y destructivos que se han registrado en la historia reciente, con explosiones violentas que se escucharon a 3110 kilómetros cerca de Perth, en Australia Occidental, y cerca de las islas Mauricio y Rodrigues a 4800 kilómetros. Hubo 36.417 muertes y se crearon tsunamis debido a la erupción.
La nube de finas partículas fue arrastrada por los vientos del oeste extendiéndose alrededor del planeta y llegando a Europa, hacia finales de noviembre; las cenizas más menudas giraron varias veces alrededor de la Tierra, mientras que las más gruesas cubrieron, al depositarse, más de 800.000 km². Se desencadenó un temporal de viento que dio siete veces la vuelta al planeta hasta amainar lentamente.
El polvo y las cenizas proyectadas a la alta atmósfera formaron una pantalla, refractando la luz solar de prácticamente la totalidad del planeta en tan sólo 3 días; a las pocas semanas el Sol apareció «espléndidamente verde» en Sri Lanka y «como un globo azul» en Trinidad; en Hawai, el reverendo S. E. Bishop fue el primero en advertir una corona blanquecina formada alrededor del Sol con una radio de 22º y con un ligero tono azulado por el interior y pardo rojizo por el exterior, fenómenos que continuaron observándose hasta la primavera de 1885; pero lo más llamativo fueron los amaneceres y ocasos tan extraordinarios, de una belleza excepcional, que se pudieron contemplar hasta muchos meses después de la erupción. Otra consecuencia provocada por este velo de partículas, suspendidas durante dos años, fue el enfriamiento medio de la temperatura en superficie de 0,5ºC.
La erupción del Monte Pelée de 1902 fue un cataclismo volcánico de gran magnitud ocurrido en 1902 en la isla francesa de Martinica que afectó a la ciudad colonial de St. Pierre y lugares aledaños con un saldo fatal de 29.933 víctimas. El volcán entró en erupción, arrojando grandes cantidades de lava y una densa columna piroclástica se elevó a más de 10 km de altura, desarrollándose con gran rapidez. Treinta minutos más tarde esta misma columna, al ceder la presión inicial de empuje vertical, colapsó por gravedad y con una temperatura de entre 400-600 °C descendió por las laderas cubiertas de lava incandescente hasta cubrir el terreno y asolando completamente St. Pierre y el mismo puerto.
St. Pierre estalló en llamas, toneladas de cañamales y azúcar se inflamaron y alrededor de 30.000 personas perecieron casi instantáneamente, asfixiadas unas, incineradas otras. Para muchos la muerte adquirió características horribles. La extensión de los daños abarcaró 58 km² de destrucción absoluta. Ningún edificio quedó en pie.
Increíblemente, hubo al menos en tierra dos supervivientes: un zapatero que estaba en un sótano y un preso en una celda que fue cubierta por la ceniza inicial, que lo salvó del calor reinante.
Pasarían al menos cuatro días para que llegara ayuda de Fort-de-France por vía marítima, solo para rescatar a las personas ya citadas y abandonar las ruinas de la ciudad-cementerio. El 20 de mayo el monte Pelée volvió a estallar aún más violentamente pero sin víctimas, porque ya no había ningún ser viviente en el sector.
Mount St. Helens, en el estado de Washington, alcanzaba una altura de 2.975 m. Hacia el 20 de marzo de 1980 empezó a retumbar, a modo de aviso, continuando a lo largo de todo el mes de abril. A unos 1.000 m de distancia de la cima, en la ladera norte, la tierra comenzó a abombarse a la velocidad de 2 m/día hasta alcanzar una altura de 90 m. El domingo 18 de mayo, estalló provocando una gigantesca columna de humo de 20 km de altura, que se extendió por tres estados del país. Según los geólogos que estudiaron el fenómeno, la explosión equivalía a 17 veces la erupción del Krakatoa.
Sus repercusiones en el clima se acentuaron hacia el mes de enero de 1982, cundo se alcanzó un enfriamiento de O, 1 ºC en las regiones árticas. Su última erupción tuvo lugar en 1985.
El volcán de La Palma es cada día más peligroso, no sólo por las lenguas de lava que arrasan pueblos enteros, sino porque podría entrar en fase explosiva en cualquier momento. Está provocando una nube sulfurosa que afecta al norte de África y Sur de Europa.
¿Se está preparando un dispositivo de emergencia o, como siempre, llegaremos tarde al "espectáculo maravilloso" del que hablaba una ministra días antes? ¿Algún plan de evacuación? Estamos más avisados que los pompeyanos, pero igual de preparados en medios.
Ojalá no tenga consecuencias peores que las que ya estamos viendo y previendo, pero, como dice el título del poema, " PUEDE VENIR".