Visto que no aparece en el horizonte la legalización de la cannabis, pese al fracaso de la prohibición en erradicar su consumo, voy a intentar hacer mella en el fructífero negocio de las cloacas del Estado sobre el control ilegal de estupefacientes extranjeros en un país que ya cuenta con los que la naturaleza nos brinda.
La Amanita muscaria, también conocido como matamoscas o falsa oronja, contiene dos alcaloides psicoactivos, el ácido ibotémico y el muscimol, además de otros muchos alcaloides. Se ha utilizado desde la antigüedad como sustancia embriagante y en contextos chamánicos y de adivinación.
Documentos históricos como pinturas rupestres, grabados en madera y esculturas, sugieren que los efectos psicoactivos de la muscaria se conocen desde tiempos remotos en todos los continentes, y se han observado prácticas similares en grupos distantes tanto geográfica como culturalmente.
En 1968, el estudioso de etnomicología R. G. Wasson propone la identificación del soma, sustancia divina fundamental en los ritos de la India védica, con la Amanita muscaria. Para justificar su tesis hace referencia a la traducción de distintos versos escritos en el Rig-veda (el más antiguo de los Vedas); Wasson cree identificar en ellos pruebas de la ingestión ritual de orina, algo que reforzaría la identificación del soma con la Amanita muscaria: «los hombres hinchados orinan el soma que fluye. Los señores con las vejigas hinchadas, orinan el soma con rápidos movimientos».
La primera evidencia del uso de la A. muscaria como intoxicante se basa en análisis lingüísticos de idiomas del norte de Asia de los años 4000 a. n. e., en los que las raíces de las palabras «embriaguez» y «Amanita muscaria» parecen ser la misma. Se han encontrado pinturas policromadas en rocas del Sáhara, que datan del Paleolítico, de representaciones de lo que parecen ser hongos del género Amanita, probablemente de la especie muscaria.
Un libro entero del Rig Veda (de ciento catorce himnos) está totalmente dedicado al dios soma. Según estas fuentes védicas, el soma era una planta que tenía tallo pero no hay referencias a sus hojas, que sólo crecía en las montañas, podía ser de un color rojizo, y que se asociaba con el sol y la luna. Para los sacrificios védicos, sus troncos eran machacados con piedras para extraer su jugo, que luego era colado a través de filtros y mezclado con cuajada, leche y agua de cebada o miel. Parte de este brebaje se vertía en los fuegos rituales y los sacerdotes bebían otra parte. Bajo su influjo, los poetas védicos se expresaban y predicaban efusivamente, y a lo largo del Rig Veda se referían a él, en ocasiones, con un fervor que podría considerarse alucinante. Así dice el Himno 48 del Libro VIII del Rig Veda:
Hemos bebido el Soma, nos hemos convertido en inmortales, hemos llegado a la luz, hemos encontrado a los dioses.
Qué puede hacer ahora el enemigo para herirnos, qué malicia puede entretener a los mortales, oh Soma.
Entra en nuestros corazones. Mientras estamos ebrios, oh Drop, como un buen padre, oh Soma, para un hijo.
Como un amigo sabio a otro amigo, oh Expansivo. Amplifica, oh Soma, nuestras vidas con el propósito de vivir.
Con el espíritu animado de su zumo, debemos compartirlo, como si fuese salud eterna.
Oh Soma, prolonga nuestras vidas, como el Sol prolonga los días en primavera.
Posteriormente, incluso cuando la última parte del Rig Veda aún se estaba redactando, la planta soma desapareció de la literatura, y no reapareció a lo largo del período de los escritos védicos conocidos como los Bráhmanas (alrededor de 800 a.C.). Todavía era venerado, pero se comenzaron a utilizar sustitutivos, y hay registros de ellos.
El hongo aparece en los libros occidentales por primera vez alrededor del año 1256, cuando el sacerdote bávaro Alberto Magno anotó en su libro De vegetabilibus el siguiente comentario: vocatur fungus muscarum, eo quod in lacte pulverizatus interficit muscas (se le llama el hongo de las moscas, ya que se le sumerge en leche para matarlas).
Carlos Linneo, el «padre de la taxonomía», lo reportó en 1745 a partir de un espécimen de Småland, en el sur de Suecia, donde había vivido de niño. Describió al hongo en el segundo volumen de su Species Plantarum en 1753, dándole el nombre de Agaricus muscarius, el epíteto específico derivado del latín musca que significa 'mosca'.
El hongo crece de forma natural en las tierras altas de Mesoamérica y algunos mitos y esculturas que representan hongos sugieren la utilización de la muscaria en Guatemala y México meridional en la época de creación de la civilización maya, hacia el 1500-1000 a. n. e. Se han encontrado algunas similitudes simbólicas en poblaciones guatemaltecas y asiáticas con relación a la creencia de que el hongo nace en los lugares donde caen los rayos. Estos paralelismos se explican por las migraciones que pudieron ocurrir desde el continente asiático hacia el americano a través del estrecho de Bering, y así se habría transmitido el conocimiento sobre el uso de la seta.
También en Norteamérica hay evidencias de su uso por parte de las tribus Dogrib Athabascan, en las montañas Mackenzie, en Canadá, así como en las prácticas ceremoniales de los indios Ojibwa y Ahnishinuabeg en la zona de los lagos de Michigan, en Estados Unidos, cuyas prácticas han sobrevivido hasta como mínimo a finales del siglo XX.
El primer informe occidental sobre el uso de A. muscaria lo hizo Filip Johan von Strahlenberg, un militar sueco que en 1730 estuvo preso durante doce años en Siberia. Observó cómo la A. muscaria era utilizada como un intoxicante en contextos chamánicos. Recogían la amanita, la secaban al sol o al fuego y la consumían o bien entera, o bien en una extracción con agua o leche de reno, o mezclada con jugos de algunas plantas para endulzar su sabor.
En estas tribus existía la costumbre de consumir la orina de aquellas personas que habían comido A. muscaria, puesto que aprendieron que los alcaloides de la amanita se eliminan inalterados a través de la orina, de manera que siguen activos y pueden ser reutilizados hasta por cuatro o cinco ciclos. En algunas celebraciones siberianas los participantes ingieren su propia orina haciendo durar sus efectos hasta una semana.
La Amanita muscaria contiene una gran cantidad de alcaloides y su farmacología es compleja y no totalmente comprendida. Los alcaloides más relevante son el ácido iboténico, el muscimol, la muscarina y la muscazona.
Durante tiempo se creyó que la muscarina era el alcaloide psicoactivo de la amanita, pero en 1964 investigadores independientes en Japón, Inglaterra y Suiza aislaron el ácido ibotémico y el muscimol, y descubrieron sus propiedades psicoactivas. La muscarina resulta ser el alcaloide responsable de los efectos no deseados y de la sensación de intoxicación (malestar, molestias estomacales y vómitos).
La cantidad y proporción de alcaloides contenidos en la seta depende de diversos factores. Setas recogidas a mayor altura parecen tener mayor concentración de ácido ibotémico/muscimol, y hongos recogidos a menor altura, más cantidad de muscarina.
El ácido ibotémico es una molécula más bien inestable, que se convierte en muscimol por acción de la temperatura y otros factores. De esta forma, el hongo seco suele ser más potente que el hongo fresco, puesto que durante el secado, el ácido ibotémico se descarboxila en muscimol. El ácido ibotémico tiene efectos estimulantes, mientras que el muscimol tiene efectos más depresores.
Dosis de ácido iboténico: este alcaloide provoca efectos psicoactivos en dosis de 50-100 mg. Dosis de muscimol: dosis equivalentes están en los rangos de 10-15 mg. Por tanto, el muscimol es más potente que el ácido iboténico.
Dosis de Amanita muscaria: las concentraciones de alcaloides son muy variables en función de la altura y el ecosistema específico en donde crece la seta. Por tanto, la dosificación es muy difícil de precisar y las dosis medias son de 1 a 3 sombreros de tamaño mediano.
Tanto el muscimol como el ácido iboténico provocan efectos psicotrópicos. Tras su administración por vía oral, los efectos tardan bastante tiempo en aparecer, y en general hacen falta de dos a tres horas para alcanzar los efectos máximos. La duración de los efectos se prolonga durante unas 6 u 8 horas, en función de la dosis. El contenido de muscimol y su precursor, el ácido iboténico, varía mucho según la estación y el origen de los hongos, y puede estar entre los 30 y 180 mg por 100 g de hongos secos.
Para su uso enteogénico, antes de consumirlos se secan los cuerpos fructíferos, de modo que el proceso de descarboxilación de los niveles de ácido iboténico dé como resultado la producción de muscimol. Tanto el ácido iboténico como el muscimol activan los receptores del ácido γ-aminobutírico (GABA), un neurotransmisor inhibidor que al activarse logra que los compuestos de A. muscaria afecten las regiones centrales del cerebro.12 Las visiones que produce el hongo son similares a las del LSD.
La naturaleza de los efectos puede ser muy variable, también en función de la dosis, así como de la variedad y de las diferencias personales. Los efectos pueden incluir:
Una primera fase en la que hay estimulación, mayor energía y vigor muscular (no siempre).
Una segunda fase en la que hay decaimiento, tranquilidad y somnolencia.
Una tercera fase en la que aparecen los efectos psicodélicos y puede haber experiencias de naturaleza mística, conocimiento de realidades no ordinarias, sensaciones beatíficas o terroríficas.
Distorsiones visuales, como alteración en percibir el tamaño de las cosas. Pérdida del equilibrio, espasmos musculares y mareo, con náusea y vómitos pueden aliviarse por el secado, o puede hacerse una infusión con agua caliente, filtrarla y beber el agua.
Los efectos de la A. muscaria pueden tardar hasta unas 2 o 3 horas en aparecer. Por ello, se recomienda tener precaución con la cantidad ingerida (no más de un sombrero pequeño o mediano), y esperar unas horas para ver la evolución de los efectos. La potencia de los hongos puede ser muy variable, así que hay que ser prudente en la dosificación.
A. muscaria tiene un amplio rango de distribución, distribuyéndose en África, Asia, Australia, Europa, América y Nueva Zelanda. De acuerdo a análisis filogenéticos, se indica que la población ancestral de la especie evolucionó probablemente en las regiones de Siberia y el puente de Beringia (oeste de Alaska).
Tradicionalmente su hábitat son los bosques de tipo conífero y templado caducifolio del hemisferio norte, pero ha sido introducida al hemisferio sur, por lo que ahora es una especie cosmopolita. Fructifica entre finales de verano y otoño, y el hecho de que su uso no esté prohibido permitió que, cuando Europa dejò de tener vino debido a la crisis de la filoxera, un comerciante italiano la distribuyera en el siglo XIX.