GUZMAN1

lunes, 6 de mayo de 2019

"Gente popular, donde la llevan va."


Las pocas caras aún respetables del PP intentan como pueden ayudar a los suyos, sin enfrentarse a la realidad de que el gran número de cargos investigados o condenados por la Justicia hace difícil mantener lustrosas unas siglas que solamente sirven para estar aforado frente a tantas acusaciones.

Pablo Casado ha devenido Presidente del Partido Popular y con ello el responsable de superar la decadencia de la formación conservadora. La política que debería cambiar es la mezcla de reacción inmovilista y liberalismo barato, propio de un país dominado por el capitalismo de amiguetes, que constituye el único esquema del partido y probablemente de sus actuales dirigentes.

El mayor rival de Casado era la intrigante Soraya Sáenz de Santamaría, urdidora de conspiraciones contra sus rivales y especialmente contra quienes sean un obstáculo para acaparar poder. Pero, aunque anunció que dejaba la política, Sáenz de Santamaría llegó al Consejo de Estado de la mano del Gobierno de Pedro Sánchez, y sigue en sus trece. 

La nueva directiva del PP no ha regenerado ni cambiado el programa, pero la última derrota electoral les obliga a hacer algo. De momento han dejado de criticar a Ciudadanos y Vox, buscando la manera de reagrupar a sus votantes. Para contentar a los de Santiago Abascal, el equipo de Casado ha destituído al homosexual Javier Maroto como responsable de organización del partido, y ahora buscan la manera de captar a los de Albert Rivera para ejercer juntos la oposición.



Las más elementales reglas de la economía no pueden faltar en el programa de un partido de centroderecha. Pero el PP tampoco quiere ir mucho más allá de prometer que bajará los impuestos, cosa que por cierto no cumplieron cuando gobernaban.

No estamos preparados para un recrudecimiento de la crisis porque nuestros gobernantes creen aún que pueden esperar tranquilamente a que se solucione sola. Aunque la economía española comenzara a registrar crecimiento, las condiciones del empleo y las rentas que se están generando no son buenas, por lo que la recuperación es ilusoria. No hay condiciones mínimas de calidad y estabilidad del empleo para que se reactive el consumo y en España las exportaciones son insuficientes para tirar de nuestra economía.

Los objetivos que se han fijado los populares se centran en recomponer lo máximo posible las cuentas del sector bancario, quedando supeditadas a ello las condiciones del resto de la población. Los beneficiarios de la actividad extractiva de los administradores públicos no son los trabajadores y clases medias (ahora se dice en plural) sino el propio sector público y las empresas del IBEX. Si no hay crecimiento es porque el sistema prefiere que no lo haya antes que comprometer los beneficios de empresas que, encima, no retornan los impuestos que les corresponderían.

Los favores del Estado a las grandes empresas que tienen recolocados a los políticos retirados son las verdadera causa del monopolismo y la ausencia de libre competencia en España. Los países con economías de libre mercado han alcanzado niveles de desarrollo y bienestar elevados porque el capital no se halla en manos improductivas, como las del Estado o las de ricos propietarios que no se esfuerzan en crear valor.

Precisamente las famosas "puertas giratorias" que comunican las cúpulas políticas con las de la oligarquía empresarial son el más claro síntoma de que los políticos del bipartidismo no se plantean ninguna reforma económica que ponga en peligro sus expectativas personales.


El gestor de fondos de inversión Daniel Lacalle es el gurú que asesora a la actual cúpula popular. Su ojo clínico le permitió afirmar que "Las políticas de Trump evitarán una recesión que se veía demasiado cercana", sin prever las actuales guerras comerciales iniciadas por el Presidente de los USA.

Lacalle, autor prolífico de libros y doctor en Economía, tiene experiencia en debates televisivos y 
siempre se ha mantenido al servicio de prominentes políticos del PP. Nieto de militar y ministro del Aire durante la dictadura franquista, hijo del sociólogo responsable de la sección de Economía y Sociedad de la Fundación de Investigaciones Marxistas, Lacalle dice estar contra el intervencionismo público en una formación que siempre ha vinculado el poder político al económico.

Es partidario de no subir más los impuestos, como si su partido hubiera cumplido la promesa de bajarlos. Además, está a favor de una "competencia fiscal" entre las diferentes autonomías porque, en su opinión, "es positivo". Eso dicen ahora los que tanto han hablado del principio de igualdad entre los españoles en todas las comunidades autónomas.

Como no se quieren acometer reformas estructurales, las promesas electorales del Partido Popular son poco creíbles, además de que un partido que ha estado hasta hace tan poco en el Gobierno debería haberlas cumplido ya. Pero siguen hablando de cambios y mejoras que nos prometen hacer realidad cuando alguien les vote.