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sábado, 15 de diciembre de 2018

ENERGÍAS DEL FUTURO.


La burocracia europea tiene como objetivo hacer frente al aumento de la demanda energética, la volatilidad de los precios y las perturbaciones del suministro. La estrategia energética a nivel de la UE persigue la seguridad de abastecimiento y la competitividad.

Para asegurar el abastecimiento se pretende desarrollar una política exterior común que permita negociar a los Estados miembros con sus socios. Ello permitiría construir un mercado interior de la energía que garantice la seguridad del suministro entre todos los Estados miembros. La competitividad debería redundar en un abastecimiento energético a coste asequible y una legislación transparente relativa al mercado interior.

También quieren reducir el impacto medioambiental del sector de la energía. La sostenibilidad debería analizarse midiendo de forma precisa las transformaciones de la energía durante su flujo y almacenamiento. Se trata de distribuir la mayor cantidad de energía útil a la vez que reducir al mínimo las pérdidas.

La UE se ha fijado objetivos de clima y energía para 2020, 2030 y 2050, que pasan por reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, obtener la energía a partir de fuentes renovables y mejorar la eficiencia energética. Además se plantean garantizar mínimos de interconexión eléctrica, es decir, que la electricidad generada en la UE debe poder transportarse a otros Estados miembros.

La UE considera que está avanzando adecuadamente para alcanzar los objetivos de 2020. Los gases de efecto invernadero se redujeron y las energías renovables se incrementaron; pero la eficiencia energética es inferior al objetivo previsto, de lo cual Bruselas culpa a los Estados miembros que no aplican suficientemente la legislación europea.

España necesita urgentemente un transición energética que acabe con una situación insostenible. En la actualidad, el 83% de la energía depende del exterior, las emisiones de gases de efecto invernadero aumentaron y, mientras tanto, sigue el parón en la instalación de nueva potencia renovable, fruto de la nula apuesta gubernamental por estas tecnologías.

Pero los burócratas europeos no buscan otra solución que exigir que se cumplan sus previsiones y estadísticas. Confían en que las nuevas tecnologías, las medidas de eficiencia energética y la renovación de las infraestructuras hagan que disminuyan los precios para el consumidor, surjan nuevas cualificaciones y empleos y aumenten el crecimiento y las exportaciones.

Para desarrollar tecnologías alternativas están las empresas, que se mueven por el posible beneficio, y que a su vez necesitan de la inventiva de los técnicos y científicos. Los investigadores realizan descubrimientos que pueden terminar en lucrativas patentes. También hay propuestas innovadoras por parte de personas ajenas a las universidades o las empresas, como ocurre con los usos civiles de la investigación militar.

Arthur C. Clarke fue un escritor y científico británico, autor de libros de divulgación científica y de ciencia ficción en las que especulaba sobre posibles aplicaciones de sus conocimientos, algunos de los cuales se hicieron realidad. Como ejemplo, en 1945  publicó un artículo técnico en la revista especializada Wireless World, en el cual sentó las bases de los satélites artificiales en órbita geoestacionaria (llamada, en su honor, órbita Clarke). En muchas de sus obras aparecen otras propuestas sumamente interesantes.

"Mazinger Z" fue una serie japonesa de dibujos animados que versaba sobre un robot gigante propulsado por la "energía fotoatómica" desarrollada por el profesor Kabuto y su equipo. Por supuesto, era sólo ficción destinada al público infantil y no se explicaba en qué consistía.

Sin embargo, la energía fotoatómica es real, y mueve en la actualidad submarinos militares, debido a que su funcionamiento silencioso dificulta su detección. Se basa en la capacidad de los materiales radioactivos para generar electricidad a través de una célula fotoeléctrica. La misma energía fotovoltaica de los paneles solares que convierte la luz en electricidad, se obtiene de los fotones de alta energía emitidos por la materia radioactiva.

Una de las ventajas de las emisiones radioactivas sobre la luz ordinaria es que las primeras son capaces de atravesar el silicio de las células fotovoltaicas, lo que permite superponerlas sin que se hagan "sombra" unas a otras, como ocurriría con las placas solares.

Este sistema permite utilizar elementos no fisibles para su fabricación, y reaprovechar residuos radioactivos, que son muy caros de producir y altamente contaminantes durante miles de años. Los motores de este tipo están recubiertos de plomo en toda su superficie, por lo que no emiten radioactividad al exterior. Esto se consigue encerrando la fuente de energía con el estátor dentro de la envoltura de plomo, todo ello alrededor de un rotor de imanes permanentes.

No hay riesgo de una reacción en cadena, como en las centrales nucleares actuales. Esta tecnología podría haber sido una valiosa patente española, pero las cloacas del Estado, con el Rey Juan Carlos a la cabeza, y la cobertura de la Audiencia Nacional, se apropiaron del invento y lo vendieron al extranjero para uso militar.

Los usos civiles quedan bastante restringidos por el hecho de que los materiales radioactivos no están al alcance de los particulares. El peso y tamaño de los equipos los hacen muy adecuados para la industria naval.

Precisamente otra de las aplicaciones de la energía fotoatómica es la propulsión magnetohidrodinámica, que se describe en el enlace (recomiendo leer la versión en inglés). Este sistema es más idóneo para buques de superficie, ya que genera burbujas y campos magnéticos que delatarían la posición de un submarino.

Tiene la ventaja sobre el sistema anterior de que no emplea tierras raras en su fabricación. Además, estos motores no tienen partes móviles, sino que consisten básicamente en un tubo por el que circula el agua rodeado de electroimanes alimentados por la fuente de energía. Un barco podría moverse con una gran autonomía, ya que no necesitaría repostar combustible para sus motores.

Parece una fuente energética muy atractiva, pero sólo lo será hasta que aparezca otra mejor. Existen alternativas, pero la mayoría se enfrentan con el escepticismo hasta que un buen día alguien las desarrolla y se convierten en realidad.

Fomentar la innovación exige intensificar el plan estratégico europeo de tecnología energética. Aquí reside el principal error de todos los anteriores planteamientos, porque como ya he dicho no se trata sólo de hacer previsiones y exigir resultados. La Unión Europea no ayuda más que a las grandes multinacionales de los principales países miembros, no a que las pymes contribuyan a lograr una economía más competitiva. El objetivo es invertir más y equiparar el gasto en investigación y el desarrollo (I+D) al de Estados Unidos y Japón.

No existe una política energética exterior coherente, lo que agrava las consecuencias de la escasez de fuentes propias, que obligó a importar en 2010 más del 40 % de los recursos utilizados, con clara tendencia a superar el 60 % en 2030.

Como en todo el mundo, la mala política energética no hace sino beneficiar a la industria de los combustibles fósiles, que mueve a nivel internacional la economía y la actuación de los gobernantes. Seguimos dependiendo del ciclo del carbono en todos los ámbitos de nuestra vida, en Europa y en el resto del planeta.